miércoles, 24 de diciembre de 2014

Podríamos coger el ferry a Staten Island

¡El cochinillo en el horno y yo sin felicitarles! Déjenme que lo haga con una recomendación que me ha salido al paso, y es tan sencilla, tan bonita, que para qué voy a inventarme yo una peor. Es la recomendación de Rolande, la mujer de la foto. Tiene 80 años. Tiene distrofia multisistémica desde los 40. Vive en Nueva York. Y esto, que traduzco y reproduzco con permiso, es lo que escribe Rolande a un amigo:
"Me caí en casa cinco o seis veces. Fui a mi médica. Miraron mi escáner y una resonancia del cerebro. Y ¡NO TIENE BUENA PINTA! ¡LA ENFERMEDAD ME ESTÁ ATACANDO! (...) Pero, buenas noticias: la enfermedad no está atacando la materia gris del cerebro. Solo la materia blanca. Mi capacidad de razonar, recordar, hablar, calcular... sigue PERFECTA. ¡¡MI MEMORIA ESTÁ PERFECTA!!
Estoy deseando volver a verte. Podríamos coger el ferry a Staten Island y pasar el día en el agua. Podrías hacer bonitas fotos de Nueva York, los barcos, el paisaje... Qué romántico.. Y el ferry... El viaje es gratis. Contigo sería una bonita tarde en el río ¡¡y sin gastar un centavo!! Venga, hagámoslo... Vamos a crear bonitos recuerdos..."
Aquí, en esta Zaragoza más mía que nunca desde que tengo un plan de fuga para abandonarla, no podemos coger un ferry a Staten Island, pero podemos ir a ver atardecer al Parque del Canal o pasear por la Arboleda de Macanaz, o, por un euro, bajar otra vez por el tobogán de la plaza del Pilar. Hagámoslo. Vamos a llenar un año entero de lo que serán bonitos recuerdos. Somos memoria. Feliz Navidad. Feliz Año Nuevo.

Fotografía: Fernando Sancho

jueves, 18 de diciembre de 2014

Carta de un fabricante de sopa a Mafalda

Estimada doña Mafalda:
Soy Pepe García, marketing manager de SOPAS BTF-TTP (Bird That Flies - To The Pot). Me dirijo a usted en calidad de influencer. Sabemos que llega usted a un amplio target de clientes al que tememos transmita su recalcitrante sopofobia. Estamos convencidos de que si llama “asquerosidad inmunda” a la sopa, es porque aún no ha probado nuestros productos. Pero al mismo tiempo, somos también conscientes de que es usted una pequeña mujer incorruptible, y que sería capaz de acusarnos de intento de soborno si le enviáramos algún obsequio. Sabemos que tenemos esa batalla lost.
Por eso, permita que nos centremos en su hermano pequeño Guille, gran amante de la sopa con el que aspiramos a mantener una relación de engagement. En este sobre adjuntamos una muestra de nuestra última variedad de sopa minestrone. Expertos en branding nos han sugerido que le pongamos de nombre “Zopita” o “¡MÁZ ZOPITA!” o incluso “¡ZO-ZO-PITA!” en homenaje a esa tira donde su hermano reclamaba sopa ante su disgustada mirada.

Nos gustaría contar con la colaboración de little Guille para el spot publicitario que tenemos pensado grabar. A usted ya sabemos que no podemos pedirle nothing.
Únicamente le pedimos que piense. A usted que le gusta tanto pensar, piense que somos empresarios que damos trabajo a gente, que tenemos muchas bocas que alimentar. Piense también en Andy Warhol, piense en las latas de sopa Campbell que pintó. Piense en la Sopa Bella a la que se canta en Alicia en el País de las Maravillas. Piense que el arte, la cultura, lo sublime… no tiene por qué estar reñido con la sopa. Piense.

[Dado el gran número de tecnicismos que contiene esta carta, hemos pedido a Manolito, amigo de Mafalda y futuro empresario, que nos cuente lo que dice en cristiano, cosa que ha hecho gustosamente a cambio, claro, de una elevada suma de dinero. He aquí su traducción:]
Mafalda, que dejes de decir que no te gusta la sopa, leñe, que luego los niños te imitan y nos llevas a la ruina caracolera. Menos mal que tu hermano Guille en eso no ha salido a ti.
Adiós, muy buenas. 
En la imagen de arriba, marketing manager
En la de abajo, Manolito. 
Esta carta pertenece al archivo secreto que vio la luz el 18/12/2014 en Heraldo de Aragón.

martes, 16 de diciembre de 2014

EXCLUSIVA: Carta de Barbie a Mafalda

Odiada Mafalda:
No tengo ni idea de cómo has podido triunfar con esa cara de torta, esa naricilla garbancera, ese pelo fosco, esas patorras… Que a ver, que no quiero ser cruel, porque no todo el mundo puede nacer con la belleza mía o la de Ken, pero, hija, por lo menos, te podrías preocupar un poquito. Pero es que encima llevas ese corte de pelo paje crespado (¡un poco de sérum, mujer!), con ese lazo ridículo, y ese outfit tan poco fashion. ¿No te cansas de ir siempre igual? Con ese cuello babydoll, que pase, que ahora lo llevan las hipsters, pero el corte del vestido… Ese corte es fatal para alguien tan bajito. ¡Y esa es otra! ¡Los zapatos! ¿Es posible que solo tengas unas merceditas negras planas? Deja que te dé un consejo: ta-co-nes. Mírame a mí, que estoy todo el día de puntillas. Y creo que por eso te odio, porque yo me mato de hambre, de dolor de pies, de dolor de mandíbula de tanto fingir la sonrisa… y todo para que alguien me quiera. Y a ti, que comes lo que te da la gana, menos sopa, que vas de plano, que no eres precisamente la alegría de la huerta, ¡te quieren igual! (…)
[Heraldo Escolar prefiere no reproducir este fragmento porque la Barbie se fue calentando y acabó haciendo afirmaciones que menoscaban el honor de la reportajeada y que podrían acarrear consecuencias jurídicas.]
Y eso no es todo. Que una no es rencorosa, pero no olvido cuando pillaste a tu madre en bikini, llorando sobre la báscula porque había engordado. Y le dijiste: “Yo te diría que más de media humanidad no pudo engordar ni un gramo porque no tuvo qué comer. Pero vos necesitás consuelo, no quedar como una estúpida, ¿verdad?”
Por todo esto, porque todo el mundo te quiere sin que te esfuerces por ello, porque me haces sentir estúpida… y por… por… por cosas que sé que no sé…
TE ODIO, MAFALDA.
Barbie

[Normalmente publico, cuando me acuerdo, mis colaboraciones en Heraldo Escolar después de que aparezcan en papel. Esta vez lo hago al revés. Esta carta es solo una pequeña parte del superreportaje de investigación que se publicará mañana, 17 de diciembre. No se pierdan el resto de correspondencia secreta de Mafalda. Se van a quedar de pasta de boniato cuando descubran que este personaje no es tan querido como nos han hecho creer. Ya lo saben, mañana, en exclusiva, dentro de su Heraldo de Aragón, la correspondencia hater de Mafalda.]

sábado, 13 de diciembre de 2014

La estela de Joan Barril

Leo que ha muerto Joan Barril y corro a buscar Todos los puertos se llaman Helena. No lo encuentro y le pido a mi madre que lo busque en su casa, donde aún hay tantos libros de aquella época. Es un Gran Angular, le explico. Quiero encontrarlo porque quiero compartir aquí con ustedes algunas de las muchas frases que en su día subrayé. Fue hace ya muchos años, cuando lo edité. Bueno, "lo edité" es mucho decir. En aquel entonces yo era técnico editorial en SM, una mindundi privilegiada que miraba, callaba y escuchaba. Corregí las pruebas (era una traducción del catalán), puede que bajara a Producción a hacer el encargo para imprenta, puede que me enseñaran en Diseño algunas fotos para la cubierta, puede que redactara la cuarta de cubierta con aquel entusiasmo juvenil mío que sistemáticamente un editor más veterano rebajaba y pulía, o no, puede que esta vez la contra fuera una traducción de la contra catalana. Lo que sí recuerdo bien es lo mucho que disfruté y me emocioné con aquella novela juvenil. Trataba del viaje de un adolescente por el Rhin y el Danubio. Viajaba en gabarra con su madre y el novio de ella, y unos clavicordios, creo recordar. El chico llevaba un ordenador "y un módem" para comunicarse con su padre y nos parecía la repanocha de moderno. Y pasaban cosas, claro, cosas de toda la vida: aparecía una polizona, había una búsqueda, una pelea... Pero sobre todo, pasaba que el adolescente crecía. Como no tengo el libro, no sé si pudimos resistirnos a poner en la contra la palabra Bildungsroman. Desde que leí Todos los puertos se llaman Helena, quise hacer un crucero fluvial parecido. Un día lo haré, y entonces, cuando embarque, también recordaré a Joan Barril.
No puedo recordarlo personalmente. No lo llegué a conocer. No encuentro su libro, y mi madre tampoco. Sé que, además de aquel libro con el que ganó el premio Ramón Muntaner y el premio Crítica Serra d'Or, Joan Barril hizo muchas otras cosas, escribió muchas columnas, editó algunos libros que rondan por mi casa, tuvo muchos hijos, escribió letras para Serrat... pero es por aquel viaje europeo por lo que yo lo recuerdo y siempre lo recordaré, aunque él ya no esté. Así pasa también con los barcos, que pasan pero, en su ausencia, queda durante un tiempo su estela. Perdonen que me ponga cursi, pero esto es lo que hay: estelas en la mar. Y me apetecía recordarlo.

Imagen de Sebastião Salgado.

martes, 9 de diciembre de 2014

La Oro y su historial preamoroso (Croquetas en México)

Hay niños que se acercan al amor con la prudencia, la reverencia y el miedo con que se acerca uno a un misterio. Y va el mundo y se les ríe a la cara.
Ahí están todos esos adultos que preguntan al niño con media sonrisa: "¿Y qué? ¿Ya tienes novia?", y el niño detecta que hay algo en eso de estar enamorado que es motivo de burla, y reproduce ese comportamiento y se pitorrea del compañero que canta Desde cuándo te estaré esperando a su enamorada en el patio del recreo. Quizá sea porque esto del amor es tan tan tanto que hay que rebajarlo un poco para soportarlo.
La primera vez que en mi familia se rieron de mí por una historia (falsa) de noviecitos fue cuando A. empezó a escribirme. A. era mexicano. Sus padres habían venido a España por algo de trabajo relacionado con mi padre, y pasamos unos días con ellos, con A. y con J., su hermano. Recuerdo que éramos niños y que fuimos juntos al parque de atracciones y nos montamos en el Amor Exprés. Recuerdo que en el coche, A. me contó la que sin duda era la mayor aventura de su corta vida entonces, que era que le habían operado de apendicitis y me quiso enseñar la cicatriz y yo, que era boba, pudorosa y no tenía ni idea de dónde estaba ese apéndice, pensé mientras él se desabrochaba la cinturilla: "ay, madre, ¿hasta dónde se va a bajar este niño los pantalones?". Luego nos escribimos, y cada vez que recibía carta de A., mi hermana, que es más mala que arrancada, revoloteaba a mi alrededor cantando la canción de Candy Candy, que era una serie de anime (entonces decíamos que era de dibujos animados) con una prota casi tan cursi como yo que estaba enamorada de un A. (y sí, quizá esté dando ya demasiadas pistas). En fin, que ese fue mi primer novio que no fue novio mexicano.
Años más tarde, la primera persona a la que quise con la intensidad de querer que fuera también la última (¡ay!), se fue a vivir a México, a la colonia Cuauhtémoc, recuerdo, y el buzón de casa de mis padres volvió a llenarse de cartas con los bordes rojos, blancos y azules (sí, queridos niños, antes nos escribíamos a mano, perfumábamos las cartas y las metíamos en sobres como este, aunque algunos de los que llegaban de México, no sé si por mexicanidad, tenían los bordes verdes, blancos y rojos). En fin, que volví a correr al buzón para ser yo quien recogiera la correspondencia mexicana y ahorrarme las risitas de mi familia. (¡Ah!, pero el escarnio es un disfraz de la envidia.) A falta de mi enamorado, yo rastreaba cualquier referencia a México, porque era una referencia a él. Se me activó entonces un radar por todo lo mexicano que no he querido apagar.
México ha sido para mí amor y temblor, medido en grados Richter.
Quizá por eso cuando vi la vídeo-reseña de Croquetas y wasaps del booktuber mexicano Alberto Villarreal, esa que titula "Alberto y su historial amoroso", esa en la que se emociona (y yo con él) y habla de cómo mi libro habla de su vida amorosa y le da "cachetadas", que es lo máximo a lo que puede aspirar un escritor, cuando vi aquello, morí de amor. De amor y un poco de pena, porque mi libro, como yo, no estaba en México.
Nunca he estado en México, pero como ven por mi historial preamoroso, no ha habido país en el que haya deseado estar con más intensidad. Y por fin voy a estar. En cierto modo. SM México está a puntito de publicar Croquetas y wasaps. Parafraseándome a mí misma en el final de mi ¡Buenas noches, Miami!: no he estado en México, no. Pero ahora jóvenes del DF, de Mérida, de Guadalajara, chicas y chicos de Oaxaca, de Monterrey, de Querétaro... van a poder leer mi libro y conocer el historial amoroso de Clara, la protagonista de Croquetas y wasaps y, al saberme leída, será como recibir otra vez amor de México, que es para dar amor para lo que una escribe y es amor lo que recibe de vuelta cuando es leída (a veces).
Y algún día, ALGÚN DÍA, también yo iré a México.

En la imagen, de Garry Winogrand: yo, feliz, con mi primer amor mexicano.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Winner!


El día que hice cima en el Himalaya (lo pongo así porque parece que la cima fuera la del Everest), llegué exultante a la base. Aquella noche lo celebramos por todo lo alto y me coroné como Dancing Queen nepalí, cosa que tiene su mérito, teniendo en cuenta que el baile nepalí se hace en cuclillas y que una sube y baja montañas con las mismas piernas con que baila. Pero es que estaba tan feliz... No vean qué subidón colectivo fue aquello.
El subidón de hoy me da pena no poder rematarlo con al menos un bailecito del Just Dance 2015 que me acaban de regalar, pero es que esto del Nanowrimo me ha dejado exhausta y, lo que es peor, con un montón de deudas que me dispongo a saldar ahora mismo. Ni siquiera podré ir a la fiesta que han preparado en la Cubit el día 4 de diciembre porque ese día -les informo por si es de su interés, que lo será si viven en Zaragoza- todos podemos ir a poner cara a la investigación en este acto de la aecc que no se deberían perder.
Pero en fin, no quería dejar de presumir aquí de haberlo conseguido: este mes de noviembre he escrito una novela de 50.048 palabras. Actualmente es una mierda, para serles franca. Pero no saben qué fe tengo en la transformación por el trabajo, y en las correcciones. Dice Pilar Eyre que le dijo Ana María Matute: "Escribe rápido y corrige lento", lo que convierte a la Matute en una wrima avant la lettre. Eso haré, cuando pase un tiempo. Esperaré a que esta mierda se seque, a que se convierta en adobe, y corregiré lentamente. Además, uno de mis edificios favoritos es la Gran Mezquita de Djenné. Y permítanme que les recuerde que hay mierdas que pueden salvarle a uno la vida. (Prometo solemnemente no volver a usar palabras malsonantes en las próximas diez entradas.)

Vaya desde aquí un agradecimiento muy especial a todos los wrimos que me acompañaron en esto y me empujaron hasta la meta. ¡No podría haber hecho esta mierda sin vosotros! ¡Fue fantástico hacerla juntos!

Juego de agudeza visual: a tenor de las estadísticas de palabras, adivinen qué día se fue mi hijo de viaje, lejos de su mamá.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Oda a las librerías normalitas

En mi ciudad hay algunas librerías muy especiales donde perderse, librerías abismales, maravillosas, a las que jalean con justicia los connaisseurs. De algunas de ellas ya se ocupan las revistas bonitas. Hay también, como en otras ciudades, librerías pertenecientes a cadenas y a cadenitas, hay una FNAC, una Casa del Libro, una Nobel, una Troa... Hay una Laie en el Caixaforum con un librero al que mi hijo llama por su nombre en diminutivo. Pero en mi ciudad, como en otras, hay además un buen plantel de librerías normalitas: librerías con un catálogo gigantesco que huelen a ambientador rico y con un nombre tan poco especial como "Librería General"; librerías con libreros más majos que las pesetas, como la librería París; librerías distribuidoras con un montón de empleados que siempre tienen una sonrisa y lo último y lo primero de aquella colección de moda, como la Librería Central; librerías de barrio que se curran sorteos y decoraciones festivas, como la Siglo XXI, como la librería Maya; pequeñas librerías que sobreviven en el centro mientras a su alrededor mueren pequeños cines, como la librería Asís; librerías donde conseguir a tiempo ese libro de Música antes de que el profe castigue al niño y al niño le dé un perrenque, como Hechos y Dichos... y las que me dejaré. Librerías -todo hay que decirlo- donde tienen mis libros, tan normalitos ellos; algunos, incluso, tan normales que son libros de texto. Sí, la mayoría de estas librerías son de esas en las que se forman colas para comprar los libros para el colegio cuando llega septiembre, porque alguien tiene que hacer ese trabajo tan ingrato, además de El Corte Inglés, el Alcampo y el Carrefour, y menos mal que están ellas.
Pero no solo venden libros de texto y no solo abren en septiembre. Están todos los meses del año, y están para acoger y abrazar al cliente normalito, exigente o primerizo, que eso a ellas les da igual, que no examinan a quien entra por la puerta.
Entrar por la puerta de una librería a usted puede parecerle una cosa de lo más normal, pero hay quienes, no sintiéndose de la tribu, entran avergonzados y con la cabeza gacha, porque la sabiduría a veces produce como efecto indeseado cierto temor. Sin embargo, a las librerías normalitas no se entra con la cabeza gacha, y si alguien, alguien que no ha tenido el privilegio de familiarizarse con estos espacios, si alguien entra así, en estas librerías, lo primero que hacen es quitarle un peso de encima. ¿Cómo? A veces no haciéndole ni caso, cuando detectan que eso es lo que el cliente prefiere; otras veces, ofreciendo ayuda o adelantando pistas como quien no quiere la cosa... El librero de la librería normalita, cuando pasa el lector de código de barras por aquella novela romántica tan llena de clichés o por aquel best-seller juvenil que han llevado al cine o por el último libro de Masterchef, no levanta la ceja ni resopla, que para eso tiene esos libros en la tienda, para venderlos. En ese momento, puede suceder que el cliente convenza al librero de que debe leer ese best-seller juvenil porque realmente es "la hostia", que es un concepto filológico que se maneja con soltura en la librería normalita. Y al final, el librero, que está abierto a todo, a la ruina, a los comerciales, al aprendizaje, a la felicidad por un buen libro y a la felicidad por un libro imposible de abandonar, lee el libro juvenil y le gusta tanto que empieza a recomendarlo él, y el best-seller se hace aún más best-seller, y da gusto cuando vuelve a entrar aquel cliente y el otro y el otro, todos para dar las gracias por la recomendación porque hay que ver lo mucho que les ha gustado. Y el librero sonríe satisfecho, porque fue feliz leyendo el libro y ahora se siente un poco responsable de la felicidad de esos lectores. Y de eso trata un poco ser librero o librera, de felicidad, ya sea subido a un risco o bajo el nunca bien ponderado cobijo que da un rebaño.
Por todo esto hoy, día de las librerías, griten conmigo: ¡vivan también las librerías normalitas!

Imagen de René Maltête.

martes, 25 de noviembre de 2014

Vidente (Novolveráapasar)

No me sorprende que te sorprenda que me haya ido. Nunca fuiste bueno adivinando el futuro. Lo que vaticinabas, nunca se cumplía. Cuántas veces te he oído decirme novolveráapasar, novolveráapasar, novolveráapasar, novolveráapasar, novolveráapasar, novolveráapasar, novolveráapasar, novolveráapasar, novolveráapasar, novolveráapasar, novolveráapasar, novolveráapasar, novolveráapasar, novolveráapasar, novolveráapasar… cuando, de ser cierto, tendría que haberlo oído
UNA 

SOLA

PUTA

VEZ.

He aprendido que, para adivinar el futuro, no basta con leer las cartas; hay que jugarlas. Hoy juego las mías. Hoy tengo la certeza; te lo diré una sola vez:

NOVOLVERÁAPASAR. 

Begoña Oro
Imagen de Cindy Sherman

Escribí este microrrelato a petición de Leticia Crespo (gracias, Leticia) para las jornadas #ViolenciaMachista organizadas por la Asociación de Mujeres Amparo Poch celebradas en la facultad de Ciencias Sociales los días 20 y 21 de noviembre de 2014. Aparecerá publicado en un libro junto a los impresionantes relatos de Ángela Labordeta, Gabriel Sopeña, Raúl Ariza, Clara Fuertes (ganadora del I Concurso de Microrrelatos sobre la Violencia Contra las Mujeres) y demás participantes en el concurso.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Juventud, divino desdoro

Hoy es mi cumpleaños.
Mi reserva ovárica es cada vez más pequeña y mi culo, cada vez más grande.
Voy ganando arrugas y perdiendo pelos en la lengua pero esa pérdida, con la que soñé tanto tiempo, no me hace más feliz. Sigo sin encontrarle la gracia a eso de zaherir al prójimo. 
Sigo también muy loca. Aún no he superado la pueril necesidad de aplauso (y de comentarios, y de felicitaciones).
Pero algún día, ¡oh, algún día!, creceré.
Y ustedes, que lo vean.
...
Iba a despedirme con un sonoro "¡chin chin!", no por Afflelou sino por aquello de brindar juntos. Pero, después de oír a Blecua el miércoles, me ha dado por mirar "chin" en el diccionario y... ¡es una interjección que se usa para llamar a los cerdos! Lo de los brindis es "chinchín".
¿Pues saben qué les digo?
¡Chin, chin y chinchín! ¡Champán y jamón ibérico!
(Y para quienes se pasen por la quedada Nanowrimo en Zaragoza, tarta.)

Imagen de Eve Arnold.

martes, 18 de noviembre de 2014

Una semana regia

Me espera una semanita expuesta como una reina (con cargo a los presupuestos generales de mi bolsillo, no teman), llena de actos y eventos que son como un pequeño catálogo de mis vicios: el humor, las palabras, la fiesta en paz (sí) y las tartas de chocolate.
Salgo ahora a Teruel a participar en una mesa redonda organizada por la Asociación Española Contra el Cáncer dentro de las jornadas, las sextas ya, "El sentido del humor, un paraguas ante la adversidad".
El miércoles por la mañana voy a la presentación del nuevo Diccionario de la Lengua Española a la que, dice el tarjetón, acudirán "destacados académicos de la RAE" (se ve que es más difícil confirmar nombres con esta gente que con los One Direction; las revisiones de próstata es lo que tienen). Por la tarde, dentro de las actividades organizadas por Nanowrimo en España, doy una charla, o lloro de la pena con ustedes, o animo a otros wrimos con mi retrasada estadística de palabras, o no sé bien qué, en la biblioteca Cubit. El caso es que es una charla abierta, a las seis y media. Pueden acudir a ver cómo se me corre el rímel.
El viernes... El viernes es mi cumpleaños, pero además de envejecer y de entregar miles de cosas a las editoras que me azuzan elegantemente, aún me dará tiempo por la tarde a leer un microrrelato que escribí para las Jornadas #ViolenciaMachista que se celebrarán en la Facultad de Ciencias Sociales y para salir pitando a la cafetería Charlotte de la calle San Miguel, a la quedada Nanowrimo. Fíjense si tienen oportunidades para felicitarme en persona.

Imagen de Berenice Abbott.

martes, 11 de noviembre de 2014

Que te crean o que no te crean, esa es la ficción

Hace poco comentaba con una editora mi fracaso como creadora de ficciones para I., mi hijo. No supe mantenerle la ficción monárquica-mágica más allá de los siete años. Como comprenderán, los roedores de apellido común y los barbudos rechonchos de rojo y blanco cayeron detrás. Ya ven, como madre literata soy un fiasco.
Ayer me llama la madre de M., un compañero de clase de I., para contarme que mi hijo ha preparado una tinta venenosa y tiene un plan criminal. "Va a matar a alguien, mamá", se ve que ha advertido M. en casa. Me salva del soponcio el hecho de que I. ya me había comentado la semana pasada lo de la tinta y lo de que M. se lo había creído. Los planes criminales la verdad es que no me los había detallado. La madre de M. y yo nos reímos del asunto y acordamos que los niños hablen entre ellos. I. explica que todo era mentira para que M. pueda dormir y comer tranquilo. Al parecer, el miedo a ser envenenado le hacía mirar la comida con desconfianza últimamente. (Me temo que esto no es mérito exclusivo de mi hijo; se ve que M. es un experto en generales cartagineses y emperadores romanos.)
"¡Cómo voy a matar a alguien, M.! ¡Con nueve años!", oigo que dice I. Por un lado pienso que I. no ha oído hablar de Sierra Leona y por otro, me entra la duda de si acaso le parecerá que a partir de, pongamos, los dieciocho años es un plan plausible.
"Lo que pasa", sigue explicando, "es que te dije lo del veneno, y yo no pensaba inventar nada más, pero como te lo creíste, lo saqué adelante". Así dice: "lo saqué adelante".
Y yo inventando diálogos de la pandilla de la ardilla y contando palabritas en NaNoWriMo.
Me retiro.
Que escriba mi hijo.

Imagen de Vivian Maier.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

¡Qué caramba!

Las islas Canarias están llenas de señores alemanes que han decidido que ya han visto demasiados días grises, señores y señoras que saben que cuando el sol te acaricia la piel, todo parece mejor. Uno de esos señores es Janosch.
Janosch vive ahora en Tenerife y tiene todo lo que necesita para ser feliz: buena compañía, una cama, una mesa y una hamaca desde donde contempla bonitas puestas de sol. Pero Janosch nació en un lugar sin hamacas, cerca de la frontera entre Polonia y Alemania. Su padre bebía mucho, su madre rezaba mucho, a menudo le pegaban. Eran pobres, huyeron de la guerra y a los trece años Janosch trabajaba de obrero en una fábrica. Pero a Janosch le gustaba pintar.
Fue a Múnich, se apuntó a una academia y le echaron. Sin embargo, un amigo de Janosch, que era editor, le animó a escribir para niños.
Janosch empezó a escribir y dibujar cuentos para niños, y tuvieron un gran éxito. Muchos están protagonizados por un pequeño oso, un pequeño tigre y un tigre-pato de juguete que se cuela siempre en las ilustraciones. Cuentos suyos como ¡Qué bonito es Panamá!, Correo para el tigre, Vamos a buscar un tesoro o Yo te curaré, dijo el pequeño oso no han dejado de reeditarse. Búscalos en la biblioteca de tu colegio. Tienen que estar, porque siempre hace falta un amigo que te haga soñar con un paraíso como Panamá (o Tenerife) y que acabe ayudándote a descubrir que Panamá (o Tenerife) está en el sofá de tu casa. Todos necesitamos cuentos que acaben diciendo, como dice Correo para el tigre:
“–Ay, oso –dijo el tigre–. ¿A que la vida es increíblemente hermosa? ¿A que sí?
–Sí –dijo el pequeño oso–, de lo más increíble y de lo más hermosa.
Y tenían bastante razón, ¡qué caramba!”

En la imagen, de Janosch: oso que sabe rodearse.

Este texto fue publicado en el Heraldo escolar hace ya un tiempo, cuando, caninos de primavera, los peninsulares soñábamos con las Canarias.

martes, 28 de octubre de 2014

Adivinanzas reales, óvulos contados y huevos quemados

Doña Letizia acaba de detonar una de esas bombas de creatividad que albergo.
Por cierto, ahora sigo con esto, pero este fin de semana me contó mi prima que nacemos con los óvulos, o los ovocitos, contados (creo que esto es algo que debería haber sabido, pero no tengo por costumbre avergonzarme de mi ignorancia en el instante en que la dejo atrás). Y esto, que parece tan asombroso, me lleva a preguntarme: ¿tendremos también ideas contadas?
En fin, a lo que iba, el detonante de una de esas ideas no sé si predeterminadas o renovables, han sido estas palabras que pronunció la Reina ayer en Viena al inaugurar la exposición de Velázquez:
"No pueden imaginar lo especial que es para mí estar hoy aquí y no sólo* porque es mi primer viaje en solitario al extranjero como Reina de España."
"No pueden imaginar". ¿Se puede ser más provocadora? Y por si uno se imaginaba lo obvio (lo del primer viaje en solitario), va y lo niega. Frío frío. Y luego habló de "nuevas incorporaciones familiares". En los cuadros de Velázquez, vale, y matrimoniales, pero...
Claro, como yo me he pegado el fin de semana hablando de reserva ovárica con mi prima, he pensado que la Reina, además de leer un discurso en alemán y en inglés, ese día había leído en perfecto castellano, en la pantalla de un ClearBlue digital, "embarazada 1-2".
Pero eso son cosas mías.
Cosas mías que escribo aquí para que si el tiempo me da la razón, pueda dármelas de listilla, claro.
En fin, es harto improbable que acierte, ni tampoco lo pretendo. Solo pretendo demostrarles el estado en que me hallo. Desde que me inscribí al NaNoWriMo, lo de escribir una novela en un mes, estoy que ni pinchándome Gonal: tengo cientos de ideas más que en condiciones normales. Vamos, que como haya nacido con un número determinado, no podré inscribirme a dos Nanowrimos más porque fijo que este noviembre ya gasto la mitad. Pero claro, ya solo por eso, por esta insólita estimulación creativa, vale la pena.
¿Se apuntan? Aún tienen tres días para hacerlo.

En este punto, he oído un chasquido proveniente de la cocina. He ido corriendo y he visto lo que había pasado. Había puesto a cocer un huevo para hacerme una ensalada con tomate rosa, bonito y huevo duro y se me había olvidado por completo. Ya no quedaba ni gota de agua y el huevo ha petado. ¡Huevo! ¡Ovum! ¡Óvulo! Esto es una señal fijo, pero no sé de qué. Lo que sí sé es que tengo que tirar a la basura la cazuela y hacerme un bocata ahora mismo porque también se me ha olvidado comer y  ya es la hora de ir corriendo a por el niño. ¡Y aún no ha llegado noviembre, que es cuando empezamos a escribir de verdad! Esto va a ser terrible. Por cierto, podrían plantearse el NaNoWriMo como una dieta. Mi hermana fue al Himalaya para adelgazar...
Hala, no me rompo la cabeza buscando imagen que tengo que hacer un bocata a mi hijo, otro a mí y salir ya. Allá va una de "No pueden imaginar..." y santas pascuas.
(Comprenderán que el lamentable título de este post también es fruto de la precipitación. ¡Ay, madre! ¡Qué llegaré a escribir en NaNoWriMo por la precipitación!)

*¿Vieron? ¡La Casa Real, en un insólito ejercicio de rebeldía ante la también Real Academia, sigue tildando "solo"! ¡Ole!

lunes, 27 de octubre de 2014

¡¡Ese público maravilloso!!

En resumen:
¿Nos vemos? El miércoles 19 de noviembre a las seis y media doy una charla abierta al público en la biblioteca Cubit. Me han dicho que hable de escribir y eso, a gente que está escribiendo contrarreloj, o a usted que pasaba por ahí y vino a pasar un buen rato. Yo, supongo, hablaré de esa contrarreloj que es la vida.

En extenso:
A mí, que me llaman a menudo para hablar en público, me gusta ser público. Me gusta más estar en la platea que sobre el estrado. Y me gusta ese ir y venir del estrado a la platea, de la platea al estrado. Creo que obligatoriamente, quienes damos charlas, debemos recibirlas. Nos vuelve más exigentes. Quienes reciben charlas, también deberían darlas alguna vez. Se volverían más indulgentes.
En realidad creo que nadie debería morirse sin haber disfrutado de un público, aunque sea el público que jalea un eructo a un bebé, la parroquia de un bar que te hace silencio cuando cuentas un chiste o esa madre que atiende al "¡mírame!" de su hijo. No concibo epitafio más triste que: "Pasó por la vida sin público", que es como decir sin que te hagan caso, y si "caso" es suceso, acontecimiento, es como pasar por la vida sin haber sucedido.
Yo soy muy de preparar. Me gusta saber qué público tendré delante. Entiendo que es lo mínimo si uno pretende comunicar, que es de lo que trata todo esto. Por eso fui de público a la presentación de Nanowrimo, porque semanas después, me iba a tocar a mí estar ante ellos, ante ese público que se ha comprometido a escribir una novela de 50.000 palabras en el mes de noviembre. En el marco del Nanowrimo, cada miércoles, a las seis y media de la tarde, en la biblioteca Cubit, va a haber una charla motivadora (Pep Talks las llaman). Las charlas las imparten cuatro de los autores más mejores del universo, que son, que son y que somos:
-Ana Alcolea, el 5 de noviembre.
-David Lozano, el 12 de noviembre.
-Yomisma, el 19 de noviembre.
-Daniel Nesquens, el 26 de noviembre.
Total, que el otro día fui de público para prepararme mejor para ser ponente y ahora (ya lo conté aquí) he acabado de ponente y de público wrimo a la vez. Vaya, que me he apuntado a escribir la dichosa novela de 50.000 palabras en un mes, y uno de los motivos para hacerlo, y no menor, ha sido entender mejor al público que tendré delante el 19 de noviembre, saber cómo se sienten / nos sentimos, a qué dificultades se enfrentan / nos enfrentamos. Ya. Lo sé. Padezco empatitis. Es posible que en mi epitafio ponga algo así como: "Murió por ponerse en el lugar de los muertos". 
Antes de que eso suceda, les espero ese día, sean o no sean wrimos (puede asistir cualquiera, igual que a las supercharlas de Alcolea, Lozano y Nesquens). Me encontrarán dando saltitos entre el estrado y el público.
¡Ey! Y no olviden que aún están a tiempo de inscribirse en el Nanowrimo de este año. Yo, desde que lo he hecho, ya he cambiado tres veces de opinión sobre qué novela empezar Y TERMINAR, ¡pero estoy teniendo más ideas que nunca! ¿Ven cómo no está tan mal eso de que le pongan a uno un pincho en el culo para ponerse manos a la obra?

En la imagen, de Alfred Eisenstaedt, la que viene siendo una pesadilla recurrente: llega el 19 de noviembre y la única persona que tengo ante mí es la misma que viene haciéndome harto caso desde que nací, ese público incondicional y atolondrado: mi madre, haciendo sus labores.

sábado, 25 de octubre de 2014

Saltar al ruedo

Ahí me tienen retratada, en la biblioteca Cubit, ayer mismo, viendo los toros desde la barrera. Había ido a la kick-off de Nanowrimo; dicho en cristiano, al arranque del programa internacional de escritura que consiste en escribir una novela de 50.000 palabras en un mes, el de noviembre. Bueno, eso es dicho en cristiano sin alma. Lo del Nanowrimo es un proyecto alucinante que ha ido ganando adeptos año tras año, como el running. En el Nanowrimo de este año ya van por 400.000 inscritos. Como dicen en su página:
Debido al tiempo limitado para escribir, lo ÚNICO que importa en NaNoWriMo es la producción. Es cantidad sobre calidad. Este enfoque suicida te obliga a bajar tus expectativas, tomar riesgos y a escribir sobre la marcha. No te engañes: vas a escribir mucha basura y eso es algo positivo. Al obligarte a escribir tan intensamente te permites cometer errores. Te permites olvidarte de hacer interminables ajustes y ediciones, y sólo crear. Te permites construir sin derribar.
La cara que pongo en la foto es la que se me quedó al oír eso. Jorge Gonzalvo en la presentación dijo algo así como que tenías que desactivar tu corrector interior. Y yo, que escribo, corrijo, corrijo, escribo, corrijo, corrijo, corrijo, pensé: "¡OLÉ!".
Jorge, que debía de estar viendo la carita que ponía, dijo al final, delante de todo el público, algo así como:
—¿Por qué no te animas a hacerlo, Begoña? Serías la única autora consagrada, al menos en España, que lo ha hecho.
Ante lo que yo dije "¡¡SÍ!!" y luego pensé:
1. ¿Es "consagrada" una forma de decir "vieja con algún premio"? ¡Jorge Gonzalvo, es usted más viejo que yo!
2. Por algo será que ningún autor "consagrado" lo ha hecho.
Pero las razones que se me ocurren para no hacerlo no terminan de apagar el brillo de la meta, esa novela ya escrita de 50.000 palabras, aunque brillar, brilla poco, porque está sin pulir. Es un montón enorme de basura, pero me juego mi largo cuello a que entre ese montón de basura, habría muchas cosas de valor.
Otra de las cosas que dijeron en la presentación es que Nanowrimo es una comunidad. Hay hasta un hombre en una base de la Antártida apuntado al Nanowrimo. Un hombre en la soledad más absoluta escribiendo para no sentirse solo; el mundo al revés, vaya. Pero es que Nanowrimo te une a gente tan loca como tú, y luego hay foros donde llorar juntos y darse palmaditas... Para mí que esto es un poco como el camino de Santiago o la maratón de Nueva York, algo en lo que te embarcas sabiendo que lo vas a pasar regular tirando a mal, algo en lo que no estás solo del todo, algo que necesariamente te pone en forma, algo que tira de ti y te hace mejor, algo en lo que solo está comprometido tu propio orgullo (nadie lee al final tu novela), pero que, si logras terminar, te da un subidón que vale por cien chutes de heroína.
Anden, bajen conmigo al ruedo. No estarán solos. Somos un montón de espontáneos dispuestos a lidiar a esos enormes toros de la pereza y la distracción. Apúntense. Que ya sé que están muy liados. Yo también. Tengo muchas otras cosas que escribir y con unos plazos terribles, y un hijo, y... Además, será la única forma de vernos durante el mes de noviembre. A partir del día 1, desaparezco de los bancos del parque, de las calles, del blog, de tuiter, del wasap ("desconectarse de internet" y "esconder el móvil" son los primeros consejos que te dan)... Se admiten jóvenes a partir de 13 años, jubilados, autores consagrados, sinsagrados, desangrados, personas humanas dispuestas a superarse... Cambien el running por la escritura. Aunque sea por un mes.
 #tuhistoriaimporta
(Eso de #tuhistoriaimporta es el lema de Nanowrimo. Aquí, en este blog, que ustedamos al personal, se diría #suhistoriadeustedimporta.)

Imagen de Henri Cartier-Bresson

lunes, 20 de octubre de 2014

¿Puede un niño ser hipster?

Se masca la tragedia. Un exhipster, Víctor Lenore, ha publicado un libro antihipsters, Indies, hipsters y gafapastas. No sabe, o sí y es un suicida, que la gente con barba guarda todas las cuchillas que no ha utilizado durante meses o incluso años. De momento, he visto algún pequeño corte, pero ya llegará la sangre al río.
No serán los niños los que se revuelvan contra el señor Lenore y no porque no disfruten con una buena pelea. Oh, ya lo creo que disfrutan, y con un entusiasmo genuino. Pero es que los niños son taaaaan mainstream. Igual es porque no pueden dejarse barba, aún. Igual es porque la cultura es una construcción que lleva tiempo, y los resabios de la cultura, aún más. Igual es porque en el patio de recreo, cuantos más jueguen mejor y por eso es un rollo no tener la peonza o los abatons que tiene todo el mundo. Y la pasión por Violetta, el Real Madrid o Star Wars se lleva por encima de todo, sobre todo por encima de la espalda: en la mochila, aunque otros cuatro de clase la tengan igual.
Puede que algún hijo de hipster sea reconocible como hijo de tal porque sus padres lo luzcan con ese adorable gorrito pero, más allá del lucimiento postizo, en la esfera íntima, un niño es un niño y no puede tener barba. Y por eso en literatura infantil y juvenil nos libramos del hipsterismo.
Vale que no haya hijo de hipster que no tenga el libro, ¡no, mejor!, la aplicación para iPad del libro Yo mataré monstruos por ti, de Santi Balmes, el cantante de Love of Lesbian, y algunos álbumes más bien molones, de esos de Modernito Books, Blackie Books, Cocobooks o Some Other Alternative Books, pero yo os digo que he visto hijos de hipsters con libros de Susaeta, de Geronimo Stilton y con Barcos de Vapor.
Y la literatura juvenil, ¡ay! No hay literatura juvenil indie porque cualquiera con un poco del desdén consustancial al hipsterismo la desprecia olímpicamente para pasar a leer directamente a David Foster Wallace o a cualquier otro autor que se haya suicidado.
Frente al elitismo modernito de los hipsters, el elitismo que se da en la literatura infanil y juvenil es más bien un elitismo viejuno y vaguete, ese que lleva a bibliografías que recogen solo los clásicos del siglo pasado (literatura infantil alemana, norteamericana y nórdica, a poder ser) y algunos álbumes contemporáneos con ilustraciones muy guays. Libros largos, no, que esos, ay, esos da mucha pereza leerlos. Pero, en cualquier caso, es un elitismo presente, y no demasiado, en algunos mediadores. Yo nunca me lo he encontrado en niños y adolescentes, en definitiva, en los auténticos destinatarios de los libros. Y por eso, entre otras muchas cosas, porque tonterías las justas, me gusta escribir literatura infantil y juvenil.

PD: Ya me he puesto el casco, porque me sé merecedora de unas cuantas pedradas, y lanzadas por unos y otros. Mi primer libro juvenil, Pomelo y limón, lo ilustró Ricardo Cavolo. Y, por otro lado, practico cierto elitismo viejuno en mis colaboraciones del Heraldo Escolar, esas en las que me empeño en hablar de los clásicos de la LIJ. Pero es que nadie dijo que fuera fácil ser coherente. Lo fácil es escribir contra algo. Lo fácil es escribir cosas como este post. Hala, ahora a construir.

En la imagen: el gran Shel Silverstein, mi barbudo, que no hipster, favorito.

martes, 14 de octubre de 2014

De cama en cama

Estos días, por meter algo, estoy metiendo en mi cama a Un hombre enamorado. Antes me he acostado con Demonios familiares, con Lo que a nadie le importa, con Dos humanistas sabios... Hasta me he metido en la cama con Helado de yeti... Con quién se estarán acostando ustedes.
Pienso en esto hoy que es la primera de 365 noches en las que miles de personas tendrán la oportunidad de acostarse conmigo. A partir de hoy, en la mesilla de las habitaciones de los hoteles Eurostars, estaré yo esperando a ese viajero solitario, a esa pareja fogosa, a esa mujer que se quita los tacones en el pasillo antes incluso de abrir la puerta, a ese hombre que llega con un poco de tos, a aquel otro que abre el minibar y saca un botellín de whisky, al matrimonio que pone la tele nada más llegar... Es parte del premio, de mi premio Eurostars. Mi ¡Buenas noches, Miami! no solo se vende en librerías en la edición de RBA sino que espera junto a la cama a quienes ni lo esperan ni lo buscan, que posiblemente sea la mejor manera de encontrarse. Me gusta mucho, mucho, saber que esto va a suceder. Me gusta imaginar la lamparita y mi libro al lado, como un cepo que susurra Voulez-vous coucher avec moi ce soir?, y que, de vez en cuando, si el viajero se muestra indiferente o somnoliento, le insiste con un sinuoso "quichi quichi ya ya dada". Solo ahora me doy cuenta de qué buen título es ese, ¡Buenas noches, Miami! —gracias, don Felipe (lo digo —ya lo he contado alguna vez— porque fue él quien me lo dio)—, un título tan de mesita de noche.
Sé —cándida soy pero no tanto— que la mayoría de las veces los viajeros se llevarán en la maleta el gel y las zapatillas de felpa (y como se descuiden, el albornoz) y dejarán mi libro como se deja el peine de plástico o el gorro de ducha, pero son diez mil libros los que se editan para los hoteles así que... Seguro que alguna vez, alguna rara y preciosa vez, alguien se acostará conmigo, quizá sin grandes esperanzas, y yo le robaré un poco de sueño, y quizá le arranque una sonrisa, y puede que al final mi lector inesperado haga como yo, que me dejo los libros entre las sábanas en vez de volver a colocarlos en la mesilla, y a saber lo que pasará entre nosotros. Quizás al día siguiente, mi libro —qué suerte que es pequeño— encuentre hueco en su maleta, metido a última hora, sobre el pijama, junto al neceser, o quizá quede ahí, entre las sábanas, y una dubitativa gobernanta lo coja con dos dedos y se pregunte: "¿Y ahora qué hago? ¿Lo dejo de nuevo en la mesilla para el siguiente o lo tiro como hago con el jabón usado?". E, incapaz de decidir si un libro es un objeto personal, puede que acabe llevándoselo a casa, como quien se lleva las sobras de un banquete, y acabemos pasando un rato ella y yo juntas. Y todo eso, y mucho más, puede pasar a partir de esta noche. Fíjense qué vida más emocionante la mía.

En la imagen, cubierta de la edición no venal de ¡Buenas noches, Miami!, vaya, el camisón que me pongo para esperar a mis inesperados lectores.

sábado, 11 de octubre de 2014

Peste

El otro día mi madre me dio un táper con langostinos. Así es ella.
Ayer por la noche me los zampé.
Esta mañana me he levantado y al entrar al salón, se me han arrugado la nariz, la frente y las meninges. Había un olor nauseabundo. En la cocina era aún peor.
Ayer no saqué la basura.
Y todo por las carcasas de cinco langostinos que le sobraron a mi madre de una triste bandeja del Mercadona. No quiero ni imaginar la peste que queda tras una mariscada opípara (y aquí he dudado entre "opípara" y "ovípara" porque manda huevos). Pero no hace falta imaginarla: así huele el país.

Yo he bajado diligente la basura y he abierto las ventanas y he encendido una vela aromática y he escrito este post. Y en cuanto vuelva mi madre, le devuelvo el táper.

Sobre la imagen: Tenía a Richard Avedon durmiendo en el sofá y miren qué mona me ha sacado nada más llegar al salón.

viernes, 10 de octubre de 2014

El silencio de Teresa Romero

Y ahora dice el hermano que ella lo barruntaba. Que le dijo que no fuera a casa a verla, y claro, que eso era que “ella tenía la mosca detrás de la oreja”, seguro, pero que decírselo, no se lo dijo, como tampoco se lo dijo a los primeros que la atendieron, y eso también le extraña, al hermano. “Me extraña mucho, muchísimo”, si ella ya se lo barruntaba.
Pero de qué otra forma podría ser. ¿Tan difícil es de entender?
Tener una mosca detrás de la oreja es tener una cabeza llena de palabras que no dejan dormir, palabras oscuras que forman un lodo apestoso donde uno se hunde, palabras que se estancan y que hieden, y pese a todo, pese al insomnio y la pestilencia, es mejor así: palabras estancadas, apestosas, pudriéndose —pudriéndonos— encerradas. Y seguir fingiendo, fingiendo ante nosotros mismos que no pasa nada, que esta opresión en el pecho no es el miedo a la muerte. Y poner ahí delante, sobre el pecho, un escudo hecho de silencio. Porque, de lo contrario…
Como ese muro de contención, esa presa tan frágil que es la lengua, ay, como se abra esa compuerta no con el fragor de una cascada sino con el sonido quedo y temeroso de un regato —“podría tener ébola”—, entonces la realidad se tornará insoportable.
Porque sobre el temor más pantanoso siempre puede sobrevolar una libélula de esperanza, pero las libélulas vuelan peor sobre las certidumbres, sobre todo cuando están en aislamiento.

Imagen de Josef Koudelka.
(No sé por qué escribo esto en este blog, que no es un blog de actualidad. Quizá porque es un blog sobre palabras.)

jueves, 9 de octubre de 2014

Maurice Sendak, ese monstruo

¿TODAVÍA NO LEES? ESO ES QUE NO CONOCES A...
MAURICE SENDAK
Maurice Sendak es un monstruo de la literatura infantil. Dice el diccionario de la RAE que un monstruo es una “persona de extraordinarias cualidades para desempeñar una actividad determinada”, y Sendak tenía unas extraordinarias cualidades para ilustrar, para contar historias, para vivir y para ponerse del lado de los niños, pero no de los niñitos bobitos por los que os toman algunos adultitos. No, Sendak sabía que un niño era mucho más que eso. Dijo: “la infancia es profunda, rica, misteriosa, honda”. También dijo que los adultos se asustarían si supieran todo lo que saben los niños. ¿Tú qué crees?
Pero además Sendak fue un monstruo en otro sentido, el de “producción contra el orden regular de la naturaleza”. Decía el orden regular de cierta literatura infantil que no había que asustar a los niños y que los niños de los cuentos tenían que portarse de maravilla, pero Maurice Sendak dibujó unos monstruos que daban mucho miedo y, lo más monstruoso de todo, coronó a un niño travieso, un niño que está castigado sin cenar, como rey de los monstruos. (Reconoce que a veces, cuando te enfadas, tú también das miedo.) Todo eso lo hizo en un álbum titulado Donde viven los monstruos. Ningún niño debería llegar a adulto sin que alguien le hubiera leído este libro hasta el final, hasta ese momento en que se ordena el mundo y la cena aún está caliente.
Es una pena que Sendak ya haya muerto y no pueda regalarnos más historias. Pero es una alegría saber que este año Kalandraka va a volver a publicar no solo Donde viven los monstruos sino también La cocina de la noche y la preciosa Mini-biblioteca, una cajita que contiene cuatro libros muy pequeños de formato y muy grandes de contenido.

Este texto apareció publicado en Heraldo escolar allá por febrero de 2014, creo recordar.
En la imagen, Maurice Sendak, adivinado, en el anuario de Lafayette High School (Brooklyn, NY), 1946.
No sé ustedes, pero yo no me canso de escucharle en esta entrevista que pueden encontrar transcrita aquí. "I wish you all good things. Live your life, live your life, live your life."

viernes, 3 de octubre de 2014

¿Qué puede querer hacer un tigre con una cebra?

Espero que este post les sirva a ustedes de algo porque lo que es a mí, lo más seguro es que me sirva para perder mi trabajo. En fin, allá voy. ¿Quién dijo miedo?

"¿Qué puede querer hacer un tigre con una cebra?"
Piénsenlo cinco segundos. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Ya.
Bueno, lo he hecho mal. Les pongo en contexto. Lean primero este brevísimo texto, que no es mío, que es del gran Antonio Rubio:
Había una vez un tigre que se encontró con una cebra y quiso leer sus rayas. Pero como no sabía, le preguntó:
—¿Cómo se leen tus rayas, Cebra?
Y la Cebra le dijo:
—De arriba abajo,
como cae la lluvia en mayo.
—¿Y las tuyas, Tigre? —le preguntó la cebra.
Y el tigre contestó:
—De izquierda a derecha,
como hace punto la vieja.
El tigre se quedó mirando a la cebra, como si quisiera… ¡Leerla!
Pero la cebra salió corriendo para… ¡No ser leída! 
Y ahora: ¿qué otra cosa podría querer hacer el tigre con la cebra?
La pregunta la planteaba yo como autora de un texto didáctico. El objetivo de la pregunta, por si hace falta explicitarlo, era que los niños (de 7 años) volvieran sobre las dos últimas líneas y no se perdieran ese subtexto, eso que no está escrito, solo insinuado por los puntos suspensivos, pero que es la clave del chiste. Para que detectaran el mecanismo del humor empleado, vaya, que es el de la sustitución. En fin, yo, que al parecer soy más inocente que un cubo, les juro que solo había pensado en una posible respuesta: "comérsela". 
Pero no. Ahora ya tengo claro que la pregunta: "¿qué otra cosa podría querer hacer el tigre con la cebra?" tiene tres posibles respuestas:
a) comérsela
b) practicar sexo (salvaje, claro)
c) ninguna de las anteriores.  
Si ustedes pensaron en la b), ya están preparados para ser editores de libros de texto.
¿Que exagero?
Vean. Son comentarios hechos por una editora a la dichosa pregunta "¿Qué otra cosa podría querer hacer el tigre con la cebra?". (Lean primero el comentario de abajo, el morado, que es el de la editora.)

La verdad es que pensé que el comentario en cuestión era una broma, así que le hice el mismo caso que le hago a mi hijo cuando me dice que quiere tener televisión en su cuarto.
Pero en la siguiente revisión del documento (ya la quinta versión), me encontré este comentario a la pregunta de marras:

Y a ver, que si hago un esfuerzo, creo que puedo entenderlo, porque hay gente pa' tó y entre unos y otros, personas suficientes para mosquearse por absolutamente todo, y no hay más que pasar cinco minutos en tuiter o en la barra de un bar para comprobarlo. Y esa gente, casi toda esa gente, tiene hijos, y esos hijos, muchos de esos hijos, llevan libros de texto. Y en los archivos de las editoriales escolares debe de haber cartas de queja de padres, profes y directores que, puestas una encima de otra, superan la altura de la Torre Bankia o los gastos sin justificar de sus directivos. Y por eso la mejor recriminación que le puedes hacer a un editor de libros de texto es que es "políticamente correcto", porque es la única que no acaba en demanda, o en carta al director, o en veto comercial, porque heroísmos, los justos, que está muy malita la cosa. (Oro, ya podrías aplicarte tú esa copla.) Y supongo que por eso, los editores están obligados a ver más allá de la opción a) e imaginarse mentes calenturientas y tener la mirada más sucia que todos los machos de Los Serrano juntos porque, venga, hombre, cabras haciéndose autofelaciones se han visto, topos apareándose con recién nacidos, elefantes violando rinocerontes... Pero ¿qué animal en su sano instinto querría fornicar con su comida? (Es una pregunta retórica. Por favor, editores y David Lozano, absténgase de contestarla.)
Y eso te cuento, Arturo.

En la imagen, de Richard Avedon, editora con su mascota Mofi, llamando para decirme que hay algo en la unidad 6 que le huele mal, lo que, esta vez sí, me lleva a hacerme cierta pregunta, y como esto no es un libro de texto la formularé tal y como tiene que ser formulada:
¿qué coño hace una editora con una mofeta en la cama?

jueves, 2 de octubre de 2014

Manual de instrucciones para tratar con escritores

1. Si cree que un escritor prefiere que no le hable de su libro, se equivoca. Mientras usted habla de trompetas amarillas, del Tribunal Constitucional, de Alberto Isla, de lo último de Kundera o del cambio de armario, una sola cosa ocupa la mente del escritor: "a ver cuándo me dice algo de mi libro".
2. Si cree que un escritor quiere que usted le hable de su libro, se equivoca también, y la prueba es que en cuanto usted intente iniciar una conversación con él sobre su obra, el autor, si, pongamos, está en Zaragoza, señalará hacia la otra acera y dirá: "¡Mira, un urbano multando a un ciclista!", o: "¿Qué es eso que han abierto ahí? ¿El Rincón? ¿Un Martín Martín? ¡Ah, no! Es otro Bakery". O cualquier cosa similar. No es que el autor no desee conocer su opinión (nada desea más); es que le aterra la perspectiva de escuchar lo que usted pueda decir y no decir (v. punto 3).
3. Si usted lograra iniciar una conversación sobre un libro con su autor —enhorabuena—, sepa que el escritor oirá tanto lo que dice como lo que no dice. Si, por ejemplo, usted afirma sobre su libro: "Me ha gustado", el escritor verá junto a esa frase el hueco refulgente, como iluminado con luces de neón, de la palabra no pronunciada "mucho".
4. Ante un silencio pertinaz como una sequía, el escritor tendrá la certeza absoluta de que usted ha leído su libro y lo ha considerado el peor de toda su carrera; no, el peor escrito en su lengua; no, el peor libro de la Historia... pero que no se lo dice por delicadeza.
5. No se moleste en mentir ni en exagerar un entusiasmo que no siente. El escritor lee la verdad en su cara como impresa en Arial 48. Puede que en otros aspectos se haya caído del nido, pero en esto, ¡ah, en esto! Al escritor le cuesta pillar una mentira piadosa sobre su libro lo mismo que a un halcón avistar una vaca de Milka paciendo en una pradera.    
5. Hay listillos que creen haber dado con la solución ideal: no leen el libro para así no tener que emitir un veredicto que pudiera ser negativo (eso, o mentir). No se engañen: los escritores conocen este truco. Es más, un escritor nunca achacará la no lectura de su libro a la falta de tiempo, la ruina caracolera, la narcolepsia, el robo del libro por parte de una banda de albanokosovares, el puro desinterés o la prioridad de la crianza, el running, el Minecraft o la vida social. Si usted dice no haber leído el libro, el autor dará por hecho que está usted escudándose en esa ignominiosa estrategia, indigna hasta para un avestruz.
Supongo que es innecesario rematar esta lista de instrucciones con un consejo que cae por su propio peso: si usted conoce a un escritor que acaba de publicar un libro, solo le queda una opción... ¡huya! (O lea el libro y luego, si le ha gustado de verdad porque CÓMO NO LE VA A GUSTAR, escríbale un mensaje como el que me escribió a mí Marta, o tuits como los de Víctor Juan o un post como el de Antonia, o el de Vicente. [Edito 7/11/2014: O los dos posts (uno y dos) de Pepe.)

En la imagen, de Inge Morath con máscaras de Saul Steinberg: un grupito de amigos que se me presentó de esta guisa a la cena que organicé después de haberles regalado a cada uno un ejemplar de ¡Buenas noches, Miami! En realidad, había invitado a veintinueve personas. No sé por qué, veintidós no aparecieron. Les mando wasaps pero no me responden. Sin embargo, he visto que han estado conectados recientemente. A mí no me engañan. Sé que evitan hablarme de mi libro.

martes, 30 de septiembre de 2014

Mi Pepe

Se emociona hablando de libros, con título y nombre de autor, y hay que quitarle la palabra porque si no, no la suelta. Se emociona igual o más hablando de alumnos, con nombre y apellido, y en todos, absolutamente todos, deposita alguna expectativa. Se emociona hablando de Su Biblioteca, que es la biblioteca del centro pero que es mejor desde que él la hizo suya, y ahora mismo proyecta ampliarla al exterior. "Un chill out, ¿os imagináis? Los alumnos leyendo en hamacas cuando haga buen tiempo". Despotrica, porque también despotrica, contra la tontería y el esnobismo tanto como contra la falta de rigor, pero sabe a quién hay que pedírselo, y, ya puestos, pide también entusiasmo. Disfruta de forma genuina leyendo literatura infantil y juvenil, y le sorprende que alguien no lo haga. Sabe lo que es bueno pero nunca le he visto enarcar una ceja. Soporta a sus amigos escritores y les alienta a crear su obra. Lee y escribe, no solo en su blog, y anima a leer y a escribir, y hay hasta quienes recibieron sus cartas y han acabado montado una librería infantil. Nadie en un radio de 2 kilómetros se librará de su influjo lector. Si alguien pasa a su lado y Pepe no saca de él un lector, ningún otro lo hará.

Escribo esto mientras de fondo mi hijo canturrea una canción que acaba de inventar contra una de sus profesoras. (No es Carmen. Carmen, te queremos.) Lo escribo y sé que, aun después de hacerlo, faltan palabras para hablar de los buenos profesores, profesores como nuestra Carmen, como mi Juan, como nuestro Diego, como Pepa, como Toni, como mi Pepe, y sobran para hablar, o cantar, de los no tan buenos.
Este del que yo les hablaba, el bueno, es Pepe, mi Pepe, pero seguro que ustedes tienen su Pepe, un Pepe digno de un tag de booktubers (#MiPepe). Igual incluso son ustedes un Pepe cualquiera. En ese caso, gracias. (Y no crean que Pepe me ha invitado a comer, que ha sido más bien al revés, y tengo testigos.)
 En la imagen, mi Pepe leyendo a sus alumnos.

PD: Me pide mi hijo que le lea lo que he escrito. Cuando acabo me dice: "Pero di algo más de Carmen y de Diego, que se lo merecen". ¿Lo ven? Faltan palabras para hablar de los buenos profesores.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Roald Dahl, que estás en el cielo

No sé por qué apenas he colgado en este blog las colaboraciones que escribo para el Heraldo Escolar, una sección sobre literatura infantil y juvenil titulada "¿Todavía no lees? Eso es que no conoces a..." (pueden cotillearlas pinchando en la etiqueta Heraldo escolar). No sé por qué he pensado ahora en hacerlo. Las iré subiendo con una periodicidad estrictamente arbitraria, o sea, cuando me dé por ahí. No sé si sabré datar la fecha de su publicación. No guardo los recortes de Heraldo. Empiezo con la primera que escribí, dedicada, cómo no, a la Rocío Jurado de la LIJ: Roald Dahl, el más grande.
Durante algunas entradas, esto va a parecer un blog sobre LIJ con un doble destinatario: alumnos, en primera instancia, y profes. Pero no se fíen de las apariencias; este es el blog de la Oro, un blog ultrapersonal sin aspiraciones críticas ni catedráticas donde seguiré hablando de lo que me dé la realísima gana. Pero hoy, con todos ustedes...

¿TODAVÍA NO LEES? ESO ES QUE NO CONOCES A...
ROALD DAHL, EL NIÑO QUE PROBABA CHOCOLATE 
¿Sabías que…?
-De pequeño, Roald Dahl vivía cerca de una fábrica de chocolate. A veces, desde la fábrica, enviaban al colegio de Roald nuevos chocolates para que los niños los probaran. Años más tarde, Roald escribió Charlie y la fábrica de chocolate, que luego, como muchos de sus libros, se llevó al cine.
-Al principio, la vida de Roald Dahl se pareció más a la de un personaje de libro que a la de un escritor. Fue piloto de aviones y tuvo un accidente en el desierto, ¡igual que un personaje de El principito!
-El primer libro que escribió Roald Dahl se lo encargó Walt Disney y fue Los Gremlins (pregunta a tus padres o tu profe por ellos).
-Piensa en el peor adulto que conozcas, el más horrible… pues Roald Dahl se imaginó a uno aún peor. En sus historias siempre hay un personaje mayor malo malísimo. ¡Pero nunca gana!
-En Matilda, uno de los libros de Roald, una profesora pregunta a una niña: “¿Crees que todos los libros para niños deben tener pasajes cómicos?” y ella responde: “Sí. Los niños no son tan serios como las personas mayores y les gusta reírse.” Todos los libros de Roald Dahl tienen pasajes cómicos. Así que si un día te sientes algo chof, ¡coge un libro de Roald Dahl! Comprúebalo.
Estando una mañana haciendo el bobo
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
“¿Puedo pasar, Señora?”, preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando “¡Este me come de un bocado!”.
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
“Sigo teniendo un hambre aterradora...
¡Tendré que merendarme otra señora!” 
Este es el principio de uno de los Cuentos en verso para niños perversos. ¿Adivinas cuál?

En los escasos 1.700 caracteres con que cuento en esta sección, no me cupo decir que el fragmento citado es una fantástica traducción / versión de Miguel Azaola. Lo digo ahora.
¡Ah! Y no se pierdan la página oficial de Roald

En la imagen, de sus años mozos, Roald Dahl, mostrando a futuras generaciones de escritores cómo taparse la escasa o nula espesura capilar con una gorra, en el caso de Roald, con la gorra de plato del uniforme de la Royal Air Force.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Las cosas de Ana María Matute

Este post es solo un breve pasillo que lleva a las cosas de Ana María Matute. Lo escribo porque me daría pena que se las perdieran. No es que haya estado en su casa y se las haya birlado. Mucho mejor que eso: estuvieron mi vecino y su cámara, preparando un reportaje -este- que apareció en XL Semanal, haciendo fotos y escuchando a aquel "niño de los sabaditos" de la Matute. En el reportaje aparecen unas pocas fotos hechas en casa de la escritora pero, al final de este pasillo, les esperan seis más. Se hicieron al día siguiente, en otra localización.
Podría alargar este pasillo y comunicarlo con el de la casa de mi abuela, aquel por donde se enseñoreaba un gato, para hablar de esa retórica de la ausencia, de esa mirada cariñosa del fotógrafo que comunica las dos casas como una moqueta verde, pero mejor enrollo la alfombra. Al fin y al cabo, ya bastantes puertas a otras estancias les he abierto con tanto enlace cuando lo que deberíamos estar leyendo ahora son esos Demonios familiares.
Pasen, pasen. Por aquí.

En la imagen, de Fernando Sancho: La sirenita de Ana María Matute, uno de sus personajes favoritos, lo que dice mucho a favor de la tristeza, el silencio y las piernas.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Ganas de más

Los escritores vivimos acojonados. Bueno, yo no, que soy muy fina y muy espiritual. Yo vivo sin vivir en mí. Siempre a la espera de un dictamen: el del editor, el de un comité de edición de libros de texto (ríanse del Tribunal Supremo), el de un jurado, el de los críticos, el de los lectores...
Me empiezan a llegar ahora los primeros dictámentes lectores de ¡Buenas noches, Miami! Me dicen, y me alegran diciéndomelo, que se han reído. Me dicen que se les hizo corto, y me doy cuenta de que a mi "perdón por existir", debo añadir un sincerísimo y sentido "perdón por ser tan breve". No sé qué pasa pero la gente se ve entre palmeras y descapotables y al momento le da por decir Dame más o "quiero más de lo que tú me das", y yo, ajena a esa demanda, venga a destilar. Aun así, mi afición por los destilados no justifica lo que es un hecho: el libro es corto. Se hace corto.
Lo dijo primero, y con razón, El Cronista; lo dice en el Heraldo de hoy -qué honor- Sergio del Molino junto a otras cosas bonitas que no me resisto a copiar:
"Los escritores que merecen la pena entienden que lo tienen que apostar todo a la mirada, que su viaje no vale nada sin sus ojos. Lo sabe bien Begoña Oro, autora aragonesa que acaba de publicar un librito fantástico y casi adictivo (lo que es una pena, porque es muy breve y la adicción no se colma) titulado ¡Buenas noches, Miami! (RBA). (...) El relato es atractivo por la voz de Oro. (...) Es atractivo porque quien nos despierta curiosidad no es esa ciudad, que podría ser cualquier otra, sino esa mujer que se mueve por ella."
¿Se quedaron con mono? ¿Les desperté curiosidad? Y encima lo caro que es el libro para lo fino que es (lo digo en serio, yo siempre digo todo en serio). Estoy por invitar a quienes se quedaron con ganas de más a un café. Lo que pasa es que si gano 1,73 € por cada ejemplar vendido y quedamos en el Amorino, hago un pan como unas tortas. Casi mejor vienen a casa (si han llegado al final del libro, ya saben dónde vivo) y les invito. Avisen antes.
Si les cae lejos, acepten al menos estas sinceras disculpas. Sepan que el libro no pesa mucho, pero cada palabra contiene al menos otras siete que descarté. Solo espero que la lectura de mi libro sea más de quedarse con ganas que con las ganas, que son cosas bien distintas como probablemente tengan la desgracia de saber.

En la imagen, de Robert Frank, dos lectores en descapotable a los que también se les hizo corto el paseo. Pero, y lo que disfrutaron, ¿eh?

jueves, 18 de septiembre de 2014

Vilas y yo

$
"Es directo, apasionado, fresco, muy bueno."
No se refería a un yogur de mango, ni a Andrés Velencoso, ni a Live at the Apollo. Se refería a ¡Buenas noches, Miami! Y lo decía Vilas, Manuel Vilas, en un correo electrónico que me mandaba a mitad de lectura.
Entonces respiré, cosa que a menudo olvido hacer.
Mira que le había mandado el libro en pdf para que tomara una decisión informada pero, antes de leerlo, Vilas ya me había dicho que sí, que lo presentaría encantado. Hacía unos meses, Vilas y yo habíamos acabado encerrados juntos en un baño de un bar de Bujaraloz, pero eso Vilas no lo sabía. Lo que recordaba, y por lo que me dijo que sí, es que yo, hacía unos cuantos siglos, había dado clase a su hijo. Además Vilas, así me lo dijo, era un gran admirador de mi tío. Pero yo estaba temblando. Porque quería que si presentaba mi libro fuera porque le gustaba el libro, no porque le gustara mi tío.
Menos mal que le gustó (mi libro). Le gustó más que a mi padre.
El otro día, en la presentación, dijo cosas muy bonitas. Dijo que yo era "una narradora brillante", que escribía "con la difícil sencillez de los buenos narradores". Dijo que transmitía alegría y que mi libro "daba alegría de vivir". Dijo que mi mirada era "muy luminosa, y muy humana". Y dijo, y no sonaba cínico, que en épocas de crisis estaba muy bien que alguien mirara la vida así.
Me hizo gracia que dijera esto.
El mes pasado hice un interesantísimo curso de enseñanza de ELE (español como lengua extranjera). Al final del curso, por grupos, teníamos que preparar una clase. En mi grupo ideamos una clase de presentación basada en un fragmento del poema Yo soy así, de mi Gloria Fuertes. Al final, les pedíamos a los alumnos que escribieran su propio Yo soy así. Nosotros, que íbamos de profes, no hicimos el ejercicio. Hoy lo puedo hacer y sale así:
Soy tímida, y no lo parece.
Me cuesta escribir, y no lo parece
(pero los escritores y los lectores avispados sí se dan cuenta).
Soy humana, y sí lo parece.
Soy triste, y no lo parece. (Y me alegro.)
Soy así...
pero no me dejan.
Y ustedes, ¿cómo son?

Gracias, Vilas, y gracias a los muchos que no dejasteis que estuviera sola ante el peligro. Gracias a quienes trajisteis cámaras de fotos, escayolas, ganas de reír, flores y carteras llenas dispuestas a vaciarse (hubo incluso una booktuber que compró el libro, y eso que es carísimo y finísimo y no es fantástico ni va a tener adaptación cinematográfica pero ¡ey! ¡dijo Vilas que su ritmo era trepidante!).
Fue muy bonito, fue luminoso. Fue alegre.

En la imagen: Vilas y yo, un divino y una humana, un oscuro y una luminosa, together, ni tristes ni alegres, solemnes, camino del éxito. O de la salida. Es que nos hacemos un lío con el inglés.