María Frisa escribió una serie de libros. Yo me reí al leerlos. Mi hijo se rio al leerlos, como se rio leyendo los de Pablo Diablo, a Roald Dahl... (cómo nos gustan los personajes subversivos –Guillermo el Travieso, Pablo Diablo, Pippi, los libros de Walliams, los de Roald Dahl...– cuando los ilustra Tony Ross, cuando los ilustra Quentin Blake).
No somos un par de abusones mi hijo y yo, más bien diría que al contrario. Ni machistas. Aunque mi hijo se sonrojó ante el librero cuando fui con él a pagar Todos deberíamos ser feministas. Igual ha leído demasiada Frisa.
En fin.
Un youtuber leyó un fragmento de un libro de María Frisa y no se rio. Igual se pensó que iban en serio, como los de After. Se lo tomó tan en serio que no le bastó con cerrar el libro y dejar de leerlo, o recomendar su no lectura o una lectura crítica, no. Él quiso prevenir al mundo de que si leían esos libros, los niños –esos pequeños moralistas, esos seres que conocen la ironía y el sarcasmo desde los 6 años (aunque parece que luego no todos lo recuerdan)– se volverían unos acosadores y unos machistas. Bueno, él asumió ¿machistamente? que estos libros solo los leían las niñas. El caso es que inició una campaña en las redes y mucha gente –gente que pude ser yo, como tan bien explica Lea Vélez– se subió "a los carros justicieros" sin haber leído el libro, sin saber muy bien dónde puñetas iban. Aunque este carro sí parecía tener bastante bien marcado el destino a la hoguera. Por el camino –qué ironía– acosaron a la autora.
Leo y escribo para niños; yo aún escribo para niños. Me encanta hacerlo. Siento en cada falange la enorme responsabilidad que conlleva. Me pienso cada palabra que les doy. Lo he contado más de una vez, a veces en torno a circunstancias que acabaron en la retirada de libros.
Hace más de medio año la que me retiré fui yo. Me retiré voluntariamente de las redes sociales. Entre otras cosas, porque me perturbaban tanto ruido y ese ambiente propicio para el linchamiento. Y así no se puede escribir. No se puede escribir con miedo. Acabaríamos escribiendo sobre niños a los que les huele el pis a vainilla, dibujando pajaritos, agradeciendo y no quejándonos cuando los benditos editores intentan anticiparse a la censura de los meapilas, comprando por kilos papel de fumar.
Me tomo el humor, la literatura infantil y a los niños muy en serio. Por eso he salido de mi cueva a decir esto. Por eso vuelvo a mi cueva. Porque quiero escribir responsable y libre, desde el silencio y sin más autocensura que la que me impongan mi coquetería y mi deseo de no hacer daño a la gente que quiero; como Iñaki Uriarte, pero para niños.
Por eso, porque vuelvo a la cueva, –lo siento– no responderé a los comentarios. Pero ustedes comenten y debatan lo que quieran, que esta es mi casa, pero mientras siga abierta, están todos invitados a opinar como les plazca, a favor o en contra. Faltaría más.
Recupero esta imagen donde aparecemos María Frisa (medio tapada por mi garra) y servidora muy bien rodeadas. Ese día –qué cosas– salíamos de una mesa redonda sobre si había libros para niños y libros para niñas. Debatimos, pensamos, nos hicieron pensar, nos reímos... esas cosas tan bonitas que a veces –sí, lo sé– también suceden en las redes.