martes, 31 de diciembre de 2013

Lucys para el 2014

¡Anda que no habrán recibido a estas alturas felicitaciones! Graciosas, bonitas, cursis, originales, embajadoras de buenos recuerdos, talibanas de la alegría...
No iba a publicar aquí una felicitación de año nuevo (no porque no les desee lo mejor sino por no darles la tabarra) pero he encontrado algo, alguien, que quiero compartir con ustedes. Y ese, esa, va a ser mi deseo: Lucys Molinares para el 2014.
Dice Álex Grijelmo aquí que Lucy Molinar es a la vez
rigor y alegría, trabajo y baile,
convicciones y diálogos, firmeza y seducción
Y eso es justo lo que les deseo, todo eso: que lo practiquen, que lo reciban, que lo compartan, que lo apliquen...

Lucy Molinar es ministra de Educación en Panamá y si pinchan en el enlace, el de Educación, sabrán quién es ese otro personaje-del-año de la foto que obviamente no se llama Lucy. No digo más porque ahí se dice todo.
Besos. Y rigor y alegría, trabajo y baile...

sábado, 21 de diciembre de 2013

Loca Navidad

Estaba tan poco navideña que iba a ponerles una foto de Mr. Scrooge antes de que descubriera que los labios también pueden curvarse hacia arriba, escribir bien grande "PAPARRUCHAS" y quedarme más ancha que larga, lo que en mi caso tiene mucho mérito.
Pero hoy he leído en El País que un grupo de expertos ha considerado que mis Croquetas y wasaps merecen estar entre los 10 mejores libros juveniles del año, y me ha dado un subidón. Así somos los escritores, volubles como la donna aquella. Aun así, como no es tan fácil sacarme del modo "paparruchas" (no tengo derecho, no tengo perdón), he pensado: "ya vendrá el bajón, ya".
Pero entonces, ¡oh, entonces!, me he ido a la plaza del Pilar y he bajado por el tobogán gigante de trineos y... Creo que mis gritos se han oído desde la plaza de España. Que vengan bajones como esos.
Mientras bajaba, mi hijo me esperaba apoyado en la valla. "Mira esa loca", me ha dicho que ha comentado el que estaba a su lado. También me ha dicho: "yo no le he dicho que eras mi madre". Pero mientras subía por la cuesta, mi hijo me seguía con la mirada sonriendo.
Y eso precisamente les deseo: algo que les haga gritar de contento, una loca Navidad, en la cuarta acepción de locura que da la RAE ("exaltación del ánimo o de los ánimos, producida por algún afecto u otro incentivo").
Una loca Navidad,
"afectos u otros incentivos" que se la produzcan,
y seres queridos sensatos que les acompañen en su locura, fingiéndose avergonzados, orgullosos en el fondo.

En la imagen: Mr. Scrooge, el personaje de Canción de Navidad (versión de 1938), en un momento loco de felicidad familiar, realizando sus primeras prácticas de sonrisa.

domingo, 15 de diciembre de 2013

"¡Oh, es ella!" "Oui, c'est moi" (Regalos de cumpleaños)

Nunca me habían mirado así. Estoy segura de que Pitita Ridruejo no abrió tanto los ojos ante su primera aparición mariana como los abrió Álvaro al descubrirme como la autora de Ensalada de letras
"¡¿Lo has escrito tú?! ¡¿Has escrito tú ese libro?!", gritó incrédulo.
Yo estaba en Miami, en el colegio Coral Way K-8 aunque a mí no me sacaron en el Hola por ello como a otras. Mostraba a alumnos de doce años una presentación y en una diapositiva apareció la imagen de Ensalada de letras, un libro de texto de lecturas. Utilizaba ese libro para explicar cómo a veces escribo siguiendo ciertas reglas. Pero no pude seguir.
La charla se interrumpió con el grito de Álvaro. Yo balbuceé un "sí, sí, lo he escrito yo".
"No me lo puedo creer. No me lo puedo creer", decía Álvaro.
Álvaro es español pero desde hace un tiempo vive en Miami. Cuando aprendió a leer, a los seis años, Álvaro devoró la Ensalada de letras. "¡Me lo leí más de cinco veces!", me aseguraba. Y empezó a recitarme los nombres de todos los personajes que desfilan por el libro, que si doña Despistes, que si Superleo, que si el mago Chas... y me habló de cuentos que yo había escrito de los que yo misma no recordaba los detalles. "¿No es irónico encontrarnos ahora aquí?", decía Álvaro, y seguía exclamando y recordando y pellizcándose.
Le habría corregido. Le habría dicho que no era irónico, que era maravilloso. Era maravilloso descubrir que mi obra formaba parte de su vida. Le habría dicho que solo por ese encuentro había merecido la pena preparar el dichoso Power Point y hacer el viaje. Le habría dicho que es por eso por lo que escribo para niños, porque solo ellos abren los ojos así en lugar de entornarlos con esos párpados de adulto que los años van cargando de desconfianza y de cinismo y de "qué me vas a contar tú a mí", esas losas que pesan más que la grasa, el sueño y el cansancio. Pero no le dije nada. Solo pude sonreír.

Mis farmacéuticas favoritas me regalaron por mi cumpleaños -ni que fuera tan vieja- el libro Yo fui a EGB. En él hay un apartado dedicado a los libros de Senda, por cierto, escritos -pocos la saben- por Fernando Alonso, este, no el otro. Se dice en Yo fui a EGB:
De toda la cantidad de libros que pasaron por nuestras manos durante los ocho años de EGB hay unos pocos que nos marcaron para siempre por ser nuestras primeras lecturas con las que aprendimos a leer. Por muchos años que hayan pasado nos seguimos acordando perfectamente de sus personajes.
Como para no esforzarse en hacer bien esos libros. Como para subestimarlos.
Una vez un escritor, al contarle que estaba preparando un libro de texto de lecturas, me dijo: "ya, pero ¿cuándo vas a escribir un libro de verdad?". ¿Se refería a un libro por el que cobrar derechos de autor una vez al año (más quisiera yo)? ¿Un libro cuya cubierta señalar orgulloso porque tu nombre aparece ahí (tampoco estaría mal)? ¿Qué es un libro de verdad? Me gustaría que a esa pregunta le respondiera Álvaro.
Y ahora les dejo. Estoy haciendo un precioso libro de texto de lecturas. Cuando sea vieja, me haré una camiseta con la cubierta del libro y el letrero "LO ESCRIBÍ YO", y me echaré a la calle esperando a que alguien me regale una mirada como la que me regaló Álvaro ese 21 de noviembre, día de mi cumpleaños, en Coral Way K-8.

Imagen de Alfred Eisenstaedt. El de la izquierda luce la mismita mirada de Álvaro.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Házmelo lento

"Hice un curso sobre lectura rápida y leí Guerra y Paz en veinte minutos. Creo que decía algo de Rusia."
Lo dijo Woody Allen. Lo repito yo cada vez que me preguntan sobre el tema de la velocidad lectora.
Hay cosas, unas cuantas cosas, que es mejor hacer lentamente (sí, incluso eso en lo que ahora están pensando). Ahora que se aboga por slow cities, slow food..., yo reclamaría slow reading.
Entrar en un libro y salir transformado de su lectura requiere un tiempo. Lo malo de tomárselo es que la lista de lecturas en el perfil de goodreads no resulta ni la mitad de impresionante. Pero no es lo mismo un lector que un acumulador de lecturas, de la misma manera que no es lo mismo un viajero que un turista. Viajar no es coleccionar sellos en un pasaporte. Bajarse del autobús en Pisa, hacerse la foto sujetando la torre y volverse a subir al autobús es solo la prueba de que uno estuvo allí. Nada más que eso. Y con la lectura es igual.

Escribo esto rápido, a todo correr, ahora que no tengo tiempo para nada, ni siquiera para explicarme mejor. Lo escribo tras oír unas cuantas veces: "me leí tu libro en una tarde", cosa que me alegra porque sé que es una muestra sincera de entusiasmo y una prueba de que mi esfuerzo por hacerlo fácil ha dado resultado, pero esa frase es también una espinita que se me clava. Por suerte tengo este blog, que es a las espinitas clavadas lo mismo que una pinza. Hala, ya está. Qué alivio.
 
En la imagen, fast travellers fotografiados por Martin Parr, especialista en mostrar esas ridiculeces nuestras.