miércoles, 24 de diciembre de 2014

Podríamos coger el ferry a Staten Island

¡El cochinillo en el horno y yo sin felicitarles! Déjenme que lo haga con una recomendación que me ha salido al paso, y es tan sencilla, tan bonita, que para qué voy a inventarme yo una peor. Es la recomendación de Rolande, la mujer de la foto. Tiene 80 años. Tiene distrofia multisistémica desde los 40. Vive en Nueva York. Y esto, que traduzco y reproduzco con permiso, es lo que escribe Rolande a un amigo:
"Me caí en casa cinco o seis veces. Fui a mi médica. Miraron mi escáner y una resonancia del cerebro. Y ¡NO TIENE BUENA PINTA! ¡LA ENFERMEDAD ME ESTÁ ATACANDO! (...) Pero, buenas noticias: la enfermedad no está atacando la materia gris del cerebro. Solo la materia blanca. Mi capacidad de razonar, recordar, hablar, calcular... sigue PERFECTA. ¡¡MI MEMORIA ESTÁ PERFECTA!!
Estoy deseando volver a verte. Podríamos coger el ferry a Staten Island y pasar el día en el agua. Podrías hacer bonitas fotos de Nueva York, los barcos, el paisaje... Qué romántico.. Y el ferry... El viaje es gratis. Contigo sería una bonita tarde en el río ¡¡y sin gastar un centavo!! Venga, hagámoslo... Vamos a crear bonitos recuerdos..."
Aquí, en esta Zaragoza más mía que nunca desde que tengo un plan de fuga para abandonarla, no podemos coger un ferry a Staten Island, pero podemos ir a ver atardecer al Parque del Canal o pasear por la Arboleda de Macanaz, o, por un euro, bajar otra vez por el tobogán de la plaza del Pilar. Hagámoslo. Vamos a llenar un año entero de lo que serán bonitos recuerdos. Somos memoria. Feliz Navidad. Feliz Año Nuevo.

Fotografía: Fernando Sancho

jueves, 18 de diciembre de 2014

Carta de un fabricante de sopa a Mafalda

Estimada doña Mafalda:
Soy Pepe García, marketing manager de SOPAS BTF-TTP (Bird That Flies - To The Pot). Me dirijo a usted en calidad de influencer. Sabemos que llega usted a un amplio target de clientes al que tememos transmita su recalcitrante sopofobia. Estamos convencidos de que si llama “asquerosidad inmunda” a la sopa, es porque aún no ha probado nuestros productos. Pero al mismo tiempo, somos también conscientes de que es usted una pequeña mujer incorruptible, y que sería capaz de acusarnos de intento de soborno si le enviáramos algún obsequio. Sabemos que tenemos esa batalla lost.
Por eso, permita que nos centremos en su hermano pequeño Guille, gran amante de la sopa con el que aspiramos a mantener una relación de engagement. En este sobre adjuntamos una muestra de nuestra última variedad de sopa minestrone. Expertos en branding nos han sugerido que le pongamos de nombre “Zopita” o “¡MÁZ ZOPITA!” o incluso “¡ZO-ZO-PITA!” en homenaje a esa tira donde su hermano reclamaba sopa ante su disgustada mirada.

Nos gustaría contar con la colaboración de little Guille para el spot publicitario que tenemos pensado grabar. A usted ya sabemos que no podemos pedirle nothing.
Únicamente le pedimos que piense. A usted que le gusta tanto pensar, piense que somos empresarios que damos trabajo a gente, que tenemos muchas bocas que alimentar. Piense también en Andy Warhol, piense en las latas de sopa Campbell que pintó. Piense en la Sopa Bella a la que se canta en Alicia en el País de las Maravillas. Piense que el arte, la cultura, lo sublime… no tiene por qué estar reñido con la sopa. Piense.

[Dado el gran número de tecnicismos que contiene esta carta, hemos pedido a Manolito, amigo de Mafalda y futuro empresario, que nos cuente lo que dice en cristiano, cosa que ha hecho gustosamente a cambio, claro, de una elevada suma de dinero. He aquí su traducción:]
Mafalda, que dejes de decir que no te gusta la sopa, leñe, que luego los niños te imitan y nos llevas a la ruina caracolera. Menos mal que tu hermano Guille en eso no ha salido a ti.
Adiós, muy buenas. 
En la imagen de arriba, marketing manager
En la de abajo, Manolito. 
Esta carta pertenece al archivo secreto que vio la luz el 18/12/2014 en Heraldo de Aragón.

martes, 16 de diciembre de 2014

EXCLUSIVA: Carta de Barbie a Mafalda

Odiada Mafalda:
No tengo ni idea de cómo has podido triunfar con esa cara de torta, esa naricilla garbancera, ese pelo fosco, esas patorras… Que a ver, que no quiero ser cruel, porque no todo el mundo puede nacer con la belleza mía o la de Ken, pero, hija, por lo menos, te podrías preocupar un poquito. Pero es que encima llevas ese corte de pelo paje crespado (¡un poco de sérum, mujer!), con ese lazo ridículo, y ese outfit tan poco fashion. ¿No te cansas de ir siempre igual? Con ese cuello babydoll, que pase, que ahora lo llevan las hipsters, pero el corte del vestido… Ese corte es fatal para alguien tan bajito. ¡Y esa es otra! ¡Los zapatos! ¿Es posible que solo tengas unas merceditas negras planas? Deja que te dé un consejo: ta-co-nes. Mírame a mí, que estoy todo el día de puntillas. Y creo que por eso te odio, porque yo me mato de hambre, de dolor de pies, de dolor de mandíbula de tanto fingir la sonrisa… y todo para que alguien me quiera. Y a ti, que comes lo que te da la gana, menos sopa, que vas de plano, que no eres precisamente la alegría de la huerta, ¡te quieren igual! (…)
[Heraldo Escolar prefiere no reproducir este fragmento porque la Barbie se fue calentando y acabó haciendo afirmaciones que menoscaban el honor de la reportajeada y que podrían acarrear consecuencias jurídicas.]
Y eso no es todo. Que una no es rencorosa, pero no olvido cuando pillaste a tu madre en bikini, llorando sobre la báscula porque había engordado. Y le dijiste: “Yo te diría que más de media humanidad no pudo engordar ni un gramo porque no tuvo qué comer. Pero vos necesitás consuelo, no quedar como una estúpida, ¿verdad?”
Por todo esto, porque todo el mundo te quiere sin que te esfuerces por ello, porque me haces sentir estúpida… y por… por… por cosas que sé que no sé…
TE ODIO, MAFALDA.
Barbie

[Normalmente publico, cuando me acuerdo, mis colaboraciones en Heraldo Escolar después de que aparezcan en papel. Esta vez lo hago al revés. Esta carta es solo una pequeña parte del superreportaje de investigación que se publicará mañana, 17 de diciembre. No se pierdan el resto de correspondencia secreta de Mafalda. Se van a quedar de pasta de boniato cuando descubran que este personaje no es tan querido como nos han hecho creer. Ya lo saben, mañana, en exclusiva, dentro de su Heraldo de Aragón, la correspondencia hater de Mafalda.]

sábado, 13 de diciembre de 2014

La estela de Joan Barril

Leo que ha muerto Joan Barril y corro a buscar Todos los puertos se llaman Helena. No lo encuentro y le pido a mi madre que lo busque en su casa, donde aún hay tantos libros de aquella época. Es un Gran Angular, le explico. Quiero encontrarlo porque quiero compartir aquí con ustedes algunas de las muchas frases que en su día subrayé. Fue hace ya muchos años, cuando lo edité. Bueno, "lo edité" es mucho decir. En aquel entonces yo era técnico editorial en SM, una mindundi privilegiada que miraba, callaba y escuchaba. Corregí las pruebas (era una traducción del catalán), puede que bajara a Producción a hacer el encargo para imprenta, puede que me enseñaran en Diseño algunas fotos para la cubierta, puede que redactara la cuarta de cubierta con aquel entusiasmo juvenil mío que sistemáticamente un editor más veterano rebajaba y pulía, o no, puede que esta vez la contra fuera una traducción de la contra catalana. Lo que sí recuerdo bien es lo mucho que disfruté y me emocioné con aquella novela juvenil. Trataba del viaje de un adolescente por el Rhin y el Danubio. Viajaba en gabarra con su madre y el novio de ella, y unos clavicordios, creo recordar. El chico llevaba un ordenador "y un módem" para comunicarse con su padre y nos parecía la repanocha de moderno. Y pasaban cosas, claro, cosas de toda la vida: aparecía una polizona, había una búsqueda, una pelea... Pero sobre todo, pasaba que el adolescente crecía. Como no tengo el libro, no sé si pudimos resistirnos a poner en la contra la palabra Bildungsroman. Desde que leí Todos los puertos se llaman Helena, quise hacer un crucero fluvial parecido. Un día lo haré, y entonces, cuando embarque, también recordaré a Joan Barril.
No puedo recordarlo personalmente. No lo llegué a conocer. No encuentro su libro, y mi madre tampoco. Sé que, además de aquel libro con el que ganó el premio Ramón Muntaner y el premio Crítica Serra d'Or, Joan Barril hizo muchas otras cosas, escribió muchas columnas, editó algunos libros que rondan por mi casa, tuvo muchos hijos, escribió letras para Serrat... pero es por aquel viaje europeo por lo que yo lo recuerdo y siempre lo recordaré, aunque él ya no esté. Así pasa también con los barcos, que pasan pero, en su ausencia, queda durante un tiempo su estela. Perdonen que me ponga cursi, pero esto es lo que hay: estelas en la mar. Y me apetecía recordarlo.

Imagen de Sebastião Salgado.

martes, 9 de diciembre de 2014

La Oro y su historial preamoroso (Croquetas en México)

Hay niños que se acercan al amor con la prudencia, la reverencia y el miedo con que se acerca uno a un misterio. Y va el mundo y se les ríe a la cara.
Ahí están todos esos adultos que preguntan al niño con media sonrisa: "¿Y qué? ¿Ya tienes novia?", y el niño detecta que hay algo en eso de estar enamorado que es motivo de burla, y reproduce ese comportamiento y se pitorrea del compañero que canta Desde cuándo te estaré esperando a su enamorada en el patio del recreo. Quizá sea porque esto del amor es tan tan tanto que hay que rebajarlo un poco para soportarlo.
La primera vez que en mi familia se rieron de mí por una historia (falsa) de noviecitos fue cuando A. empezó a escribirme. A. era mexicano. Sus padres habían venido a España por algo de trabajo relacionado con mi padre, y pasamos unos días con ellos, con A. y con J., su hermano. Recuerdo que éramos niños y que fuimos juntos al parque de atracciones y nos montamos en el Amor Exprés. Recuerdo que en el coche, A. me contó la que sin duda era la mayor aventura de su corta vida entonces, que era que le habían operado de apendicitis y me quiso enseñar la cicatriz y yo, que era boba, pudorosa y no tenía ni idea de dónde estaba ese apéndice, pensé mientras él se desabrochaba la cinturilla: "ay, madre, ¿hasta dónde se va a bajar este niño los pantalones?". Luego nos escribimos, y cada vez que recibía carta de A., mi hermana, que es más mala que arrancada, revoloteaba a mi alrededor cantando la canción de Candy Candy, que era una serie de anime (entonces decíamos que era de dibujos animados) con una prota casi tan cursi como yo que estaba enamorada de un A. (y sí, quizá esté dando ya demasiadas pistas). En fin, que ese fue mi primer novio que no fue novio mexicano.
Años más tarde, la primera persona a la que quise con la intensidad de querer que fuera también la última (¡ay!), se fue a vivir a México, a la colonia Cuauhtémoc, recuerdo, y el buzón de casa de mis padres volvió a llenarse de cartas con los bordes rojos, blancos y azules (sí, queridos niños, antes nos escribíamos a mano, perfumábamos las cartas y las metíamos en sobres como este, aunque algunos de los que llegaban de México, no sé si por mexicanidad, tenían los bordes verdes, blancos y rojos). En fin, que volví a correr al buzón para ser yo quien recogiera la correspondencia mexicana y ahorrarme las risitas de mi familia. (¡Ah!, pero el escarnio es un disfraz de la envidia.) A falta de mi enamorado, yo rastreaba cualquier referencia a México, porque era una referencia a él. Se me activó entonces un radar por todo lo mexicano que no he querido apagar.
México ha sido para mí amor y temblor, medido en grados Richter.
Quizá por eso cuando vi la vídeo-reseña de Croquetas y wasaps del booktuber mexicano Alberto Villarreal, esa que titula "Alberto y su historial amoroso", esa en la que se emociona (y yo con él) y habla de cómo mi libro habla de su vida amorosa y le da "cachetadas", que es lo máximo a lo que puede aspirar un escritor, cuando vi aquello, morí de amor. De amor y un poco de pena, porque mi libro, como yo, no estaba en México.
Nunca he estado en México, pero como ven por mi historial preamoroso, no ha habido país en el que haya deseado estar con más intensidad. Y por fin voy a estar. En cierto modo. SM México está a puntito de publicar Croquetas y wasaps. Parafraseándome a mí misma en el final de mi ¡Buenas noches, Miami!: no he estado en México, no. Pero ahora jóvenes del DF, de Mérida, de Guadalajara, chicas y chicos de Oaxaca, de Monterrey, de Querétaro... van a poder leer mi libro y conocer el historial amoroso de Clara, la protagonista de Croquetas y wasaps y, al saberme leída, será como recibir otra vez amor de México, que es para dar amor para lo que una escribe y es amor lo que recibe de vuelta cuando es leída (a veces).
Y algún día, ALGÚN DÍA, también yo iré a México.

En la imagen, de Garry Winogrand: yo, feliz, con mi primer amor mexicano.