Cada escritor tiene sus propias obsesiones. La mía, al parecer, son las croquetas.
Como toda buena obsesión, era inconsciente. Pero me es imposible seguir ignorándola. He logrado identificarla, he unido sus piezas y ya no necesito un psiquiatra. Estas son:
Croqueta 0: Mi madre hace las mejores croquetas del mundo. Antes las hacía mi abuela.
Croqueta 1: El primer encargo que recibí como escritora fue un libro de Lecturas para 1º de Primaria: Duendes. Las primeras lecturas eran terriblemente complicadas porque era uno de esos métodos que van introduciendo las letras poco a poco. Imagínense escribir un cuento sin la t, la b, la d... Además, cada vez que introducías una nueva letra, debías intentar meter varias palabras con esa letra. Les reproduzco la lectura que hice para la cr.
Hace muchos años, en un país llamado Crulandia, las croquetas tenían cremallera. Bastaba con abrir la cremallera para saber de qué estaban hechas: bacalao, jamón, pollo... Pero un día de julio estalló la revolución [pero cómo era yo de jovencita, ¡"de julio"!]. "¡Respeto al secreto!", decían las croquetas y se negaron a llevar cremallera. Ahora en Crulandia, como en todo el mundo, el contenido de las croquetas es un secreto. Solo al comerlas, sabrás de qué están rellenas.¿Respeto al secreto? ¡Es el resumen en tres palabras de Pomelo y limón, mi primera novela juvenil!
Croqueta 2: Hace años escribí las lecturas para unos cuadernos de vacaciones. Para ello inventé unos de mis personajes favoritos: los Croqueto, agentes secretos. Las historias de los Croqueto, un padre y una hija (no hay ni rastro de la madre) son del tipo que-te-tronchas.
Croqueta 3: En julio de 2011 escribí en este blog un post titulado "Mi tendencia al croquetismo". Ese post habla de niños, de croquetas, de la vida, de la muerte, y en él se cita una canción de Jacques Brel y una de Serrat. Olvidé que había escrito ese post.
Croqueta 4: Mi nueva novela se titula Croquetas. Iba a ser Croquetas a secas. Pero finalmente será Croquetas... y algo más que revelaré un día que me levante menos misteriosa.
Tenía el vago recuerdo de haber escrito algo sobre croquetas en mi blog, pero cuando el otro día lo busqué y lo releí, releí esa croqueta 3 a la luz de la croqueta 4, me quedé de pasta de boniato. Brel y Serrat, la vida y la muerte, los niños y las croquetas aparecen en mi nueva novela. Pero entonces no lo sabía. Entonces solo andaba escribiendo una novela tipo que-te-tronchas sobre una chica que también sale en Pomelo y limón y que no sabe decir adiós. A los vivos. Como ella mismo acaba diciendo: "Por encima de todo, hay que saber decir adiós a los vivos que no nos hacen felices y a los que no podemos hacer felices. Lo demás es hacer el imbécil. Lo demás son telarañas."
En la imagen: yo. Querría que pareciera que me estoy poniendo evocadora, pero creo que más parece que pregunto: "Espejito, espejito mágico, ¿quién es la más bella?". O aún más patético: "¿Quién es la más joven?". Así es. El espejo se me puso castizo y me cantó: "Anda y que te ondulen con la permanén y pa' suavizarte, Photochof te den", pero mi vecino, el fotógrafo, se empeña en sacarme natural como la vida misma.
Puede que, además de con las croquetas, tenga una pequeña obsesión con la edad.