lunes, 29 de junio de 2015

Expulsada

¡Ay, qué disgusto! ¡Que me expulsan del hotel Real en Santander, y del Reconquista en Oviedo, y del Madrid Tower, por no mencionar los hoteles de Nueva York, París, México, Praga…! Con lo que me gustaba a mí esperar ahí a los viajeros con mi ¡Buenas noches, Miami! junto a la cama, susurrándoles Voulez-vous coucher avec moi ce soir...
Y ahora resulta que ya no soy la ganadora del Premio Eurostars Narrativa de Viajes, que Luis Pancorbo me ha destronado al ganar la nueva edición y en cuanto impriman su Año nuevo en Sudán, en las habitaciones de los hoteles Eurostars, el que dará tres incitantes palmaditas en la cama a los viajeros será él y mi ¡Buenas noches, Miami! desaparecerá de las mesillas de noche.
Como tenía dos compromisos ineludibles a 617 kilómetros del hotel Grand Marina, desgraciadamente me perdí el fiestorro que se hizo para celebrar que a reina muerta (la Oro), rey puesto (el Pancorbo) pero leo que fue todo tan bonito como recuerdo del año pasado, y leo –y esto es nuevo y me encanta– que Amancio López, presidente del grupo Hotusa, anunció que ampliarán el concurso con una categoría para escritores jóvenes. No sé si Amancio sabe que en nuestro gremio, la categoría de «joven escritor» llega hasta los 45 años. Espero que no y que obre en justa ignorancia porque me consta que hay escritores jóvenes-jóvenes con mucho que ver y contar. A ver, Amancio, querido, dame otro disgusto: define «escritor joven».
En fin, ya que no nos encontraremos en la mesilla del Hotel Panorama en París, siempre nos quedará la edición de ¡Buenas noches, Miami! publicada por RBA, de venta en las mejores librerías. Y ustedes, jóvenes escritores, no olviden meter la capacidad de asombro, la libreta y el bolígrafo en la mochila. Yo, como Josep Pla, les recomendaría un viaje a pie.
Suya siempre, con y sin corona,
Esta vieja gloria

En la imagen, esta vieja gloria, aferradita a la tiara, antes de descubrir que la vida es más ligera sin ella. Allá voy. Me largo a ver si pillo una Vespa y un Gregory Peck.

lunes, 22 de junio de 2015

Todo locos

Serrat dedicó una canción a los niños donde los llamaba "esos locos bajitos". Qué sabrá Serrat de la locura.
A quien no se le puede negar el disgusto de conocerla es a Leopoldo María Panero. Y, miren, resulta que él, que estaba todo loco, también asoció niños y locura. No es que dijera que los niños están locos, más bien que los locos están niños. Lean:
"La llamada locura no es sino una regresión a la infancia. A algún sitio ha de volverse, por cuanto el vacío no existe ni los viajes a ninguna parte (...). Las alucinaciones del loco son en el niño una forma natural de la percepción, por muy increíble que pueda parecer a alguien distinto de una madre avezada en el conocimiento de lo infantil".
Lo contaba en el prólogo al Peter Pan que él mismo tradujo. En ese mismo prólogo dice algo que va a gustar a algunos:
"Al cajón de sastre de la literatura infantil han ido a parar autores desesperados y profundamente misántropos como Jonathan Swift, escritos contra el género humano como los Gulliver's travels al mismo tiempo que obras tan esquizofrénicas como Alicia en el país de las maravillas o Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll, así como finalmente obras como las que aquí nos preocupan, el Peter Pan de James Matthew Barrie (...) La moda actual de la literatura infantil pone de relieve el carácter esquizofrénico de toda ella, hecho evidenciado por su inclusión en la literatura moderna de vanguardia (...). Y es que existen, creo, dos antecedentes claros de la literatura moderna o de vanguardia: estos son la literatura de terror y la literatura infantil."
Toma ya.
En fin, que no pretendo ir a ninguna parte con esto. Solo quería compartir esta curiosidad con ustedes. No es más que un descarte de una charla que daré sobre creatividad infantil. Al final no diré nada de esto porque tengo muy poco tiempo y cosas aún más interesantes, inspiradoras, motivacionales... –Fortasec– que decir que estas. Imagínense.
No, mejor no se lo imaginen.
Vengan a oírlo. El 9 de julio 8 de julio en Madrid, en el Festival El Chupete. Va a ser una locura. Habrá un Leopoldo. Otro. Abadía. Y toda esta alegre pandilla, y alguno más:
En la imagen de arriba del todo: Leopoldo María Panero de pequeño, con la locura de serie que lleva todo niño. La he sacado de aquí, donde podrán oír hablar con más justicia de este poeta.

Edito: Al final mi intervención en El Chupete será el 8 de julio y no el 9, como había anunciado en un principio. Pero vamos, yo que ustedes no me perdería el festival entero (8 y 9 de julio).

viernes, 19 de junio de 2015

Drama

Esperaba a mi hijo donde siempre, al final de la rampa a la izquierda. Siempre he pensado que en eso su colegio está mal diseñado. Los niños entran en clase con esfuerzo, subiendo una rampa. Salir es más fácil; tienen que bajar la rampa. Ya se imaginarán cómo lo hacen, salen como de toriles, y encima cuesta abajo. La Estafeta, al lado de esa rampa, es una pista de caracoles. Pero hoy los niños no corrían tanto.
Tardaron en salir.
Una niña bajó llorando. Luego otra, y otro niño.
Dos niños bajaron abrazados haciendo pucheros.
La madre a mi izquierda y yo nos miramos.
Bajaron más niños. Algunos lloraban, otros no.
En lo alto de la rampa, un profesor se subía a un banco y hacía gestos con las manos. El tronco de otra profesora emergía con dificultad y asfixia entre un bosque de niños abrazados.
¿Quieren saber qué sucedía? ¿Cuál era el drama?
Que era el último día de clase.
Se habla poco de la felicidad en los colegios cuando igual nos hace falta menos Mr. Wonderful y más educación.

Drama es también no saber de quién es la foto, con lo que me gusta acreditar estas cosas. Solo sé decirles que los niños son rusos, rusos de la URSS.

jueves, 11 de junio de 2015

La Feria del Libro en vivo e indirecto

¿Tiene nombre esta mujer, la del cartel de Fernando Vicente? Deberíamos dárselo, como a la Marianne. Dicen que a Marianne le pusieron Marianne por ser un nombre muy común en el XVIII, un nombre "del pueblo". Según eso y el INE, la del cartel tendría que llamarse Maricarmen. Aunque no sé yo.
Se llame Maricarmen, Emma o Leocadia, era difícil resistirse a recrearla en vivo. Al fin y al cabo, me teñí de morena solo para parecerme a ella.
Ahí me tienen. Así de feliz vuelvo de encontrarme con mis lectores en la Feria del Libro de Madrid. Así de feliz... y de enferma. Si abro un poco más la boca, la fotografía serviría para enseñar a estudiantes de Medicina las placas de una amigdalitis de libro. El año pasado la fiebre post-feria me duró dos semanas. A ver este. Será que voy sin defensas para las emociones emocionantes de sentimientos sentimentales que decía aquel. Tampoco sé si quiero inmunizarme.
No, no quiero inmunizarme. 
Dice el lema de la feria de este año: "El amor está en lo que tendemos / puentes, palabras". Visto lo visto, creo que las firmas también son tendibles, aunque a veces sean inentendibles. Ustedes ya me entienden. Gracias por tanto amor a ambos lados del mostrador. Chis pom.
(Perdonen. La fiebre...)

Fotografía: Fernando Sancho, porque ya puestos a hacer la gansada, se hace en plan profesional y Fernando lo mismo retrata a Christine Lagarde, a John Waters, a un puñado de adolescentes o a mí .
Atrezzo, peluquería y maquillaje: yomismaconmigomisma. Por cierto, ¿alguien sabe un producto milagroso que ayude a quitar la pintura negra de las cejas? Es que, por más que froto y froto, a mi lado Cara Delevingne parece Tilda Swinton.  

jueves, 4 de junio de 2015

Besar a un hombre con barba

Sé de un piano blanco varado en una cabina del garaje del Parque Roma. Cerca del piano, a veces, apoyados hay bastones, botas, esquís y crampones.
El piano tiene un acabado mate. No imaginen un piano satinado brillante, no piensen en el cursi del Richard Clayderman. Este piano del garaje es un piano que se sabe viejo.
Las arañas se pasean por sus teclas de marfil. Desdeñan los crampones, vulgares imitaciones de sí mismas. Las arañas se cuelan por la caja del piano y acarician sus cuerdas como si tocaran el arpa.
El piano perteneció a un joven tenor alemán. Lo tenía en Barcelona mientras vivió ahí. Lo necesitaba para ensayar. Luego se fue.
Dos días antes de dejar Barcelona, en una fiesta de unos vecinos peruanos, ya de paso una fiesta de despedida, el tenor conoció a una chica.
La chica era estudiante universitaria. Había ido a la fiesta con Gladys, que se encargaba de la limpieza en la residencia donde vivía la estudiante. Gladys y ella se habían hecho amigas. Aquel día, en la fiesta, hubo ceviche, cerveza y música, no de ópera, música latina. El tenor y la estudiante no bailaban. No habrían sabido cómo. Hablaron. La estudiante no sabía bailar cumbia pero sabía tocar el piano, y un poco de alemán.
El tenor le dijo a la estudiante que se volvía a Alemania. Quiso regalarle el piano.
Dos días después, en la estación de autobuses de Sants, la estudiante fue a recoger la llave del piso donde estaba el piano. Pensó más que sintió que tenía que darle un beso de despedida al tenor.
Él tenía barba.
Nunca he vuelto a besar a un hombre con barba.
Con lo fácil que parece ahora.
Hay un piano en el garaje. Y nadie lo toca.


Esto que acaban de leer es el texto que corresponde a la séptima de las 10 cosas que aprendí bajo tierra, que es "Que lo que no se usa, no sirve, pero existe". Si quieren leer las otras nueve cosas que aprendí en el garaje del Parque Roma, pueden leerlas en el último número de la revista Rolde, que habla de Buñuel, de Viola, de un maestro freinetiano en Las Hurdes a comienzos de los años 30, de Fernando Sancho... En realidad, mis textos no son más que el acompañamiento a las impresionantes fotografías de Fernando Sancho, del que es un honor seguir siendo pareja artística.
Dice Víctor Juan, que es el que nos lio en todo esto y el responsable de que haya quedado tan bonito, que mi texto es muy divertido. Y a mí que este punto en particular, el 7, me parece profundamente triste... Ríanse de mi existencia si quieren. Se darán con el callo de mi adolescencia. Además, a quién quiero engañar, me encanta que mis letras les hagan reír. O lo que sea.

Ahora que lo pienso, diez cosas ya forman una lista, ¿no?

miércoles, 3 de junio de 2015

El tío Lorenzo

El de la izquierda, el de la patilla, el tupé (ay) y la mano en el bolsillo, es Lorenzo Oro, mi tío Lorenzo. Mi tío fue árbitro de Segunda Regional y de más de un pueblo salió perseguido a pedradas, pero mi tío sobre todo fue, ha sido y será maestro. Para mí de niña era algo confuso tener un tío Lorenzo que diera clases en un colegio llamado "Tío Jorge" al que todos llamaban "don Lorenzo" en vacaciones, en Boltaña. Pero así fue. Porque mi tío ha sido director del colegio Tío Jorge, en el barrio del Arrabal (Zaragoza), durante 25 años y desde 1973 organiza en verano las colonias escolares de Boltaña (Huesca). ¿Vacaciones de maestro? Ja.
Por ley se tenía que haber jubilado hace dos años, pero hubo una movilización vecinal para impedirlo. Con eso les digo todo. Todos queremos a Lorenzo.
Este año ya se jubila, todo lo que puede jubilarse un hombre como él, y, con esa excusa, hoy mi querido Víctor Juan –maestro de maestros, maestro de museo– le dedica una preciosa entrevista en el Heraldo Escolar en la que mi tío acaba confesando que ya se ha acogido al programa de ‘voluntariado’ de educación. "Al fin y al cabo esta es mi vida y ni sé ni quiero vivirla de otra manera", dice Lorenzo.
A Lorenzo dediqué hace años una columna en el Heraldo Domingo que, por pudor, no colgué aquí. Pero me dijo Víctor Juan que la colgara con la excusa de su entrevista y yo a Víctor Juan le hago caso. Allá va:

LA APUESTA
“Llorará seguro, mamá”. Me lo dijo con la seguridad de quien certifica la muerte de una lagartija despanzurrada en la carretera. Se refería a su tío abuelo. “¿Qué te apuestas?”, añadió mi hijo envalentonado.
El tío había sido elegido pregonero de las fiestas. Dos folios de letra apretujada habían acabado convertidos en folio y medio en el ordenador. Letra grande. “Sácame tres copias, sobrina”, me pidió.
Ya solo de leer en voz baja sus propias palabras había llorado. No digamos en el ensayo. En representación de un pueblo entero: mi madre, mi hijo y yo. En la primera lectura, el tío logró contener las lágrimas durante la frase “Amigos y amigas”. No pasó de ahí. La segunda lectura alcanzó hasta “Amigos y amigas, ¿qué he hecho yo pa…”. En la tercera lectura aguantó el tipo hasta la tercera frase, que decía: “A este balcón me han traído los niños, los caballos y los rebaños, aunque no en este orden.” Es cierto que le tembló un poco la voz en “niños”, pero llorar llorar, lo que se dice llorar, no lo hizo hasta el “orden”. Mi hijo miraba ojiplático.
“Vamos, Lorenzo”, le susurraba yo dándole ánimos cada vez que se le aflautaba la voz y prorrumpía en sollozos. “¿Y lo bonito que es ver a un hombretón emocionarse así?”. “Sí sí…”, me respondía con escasa convicción mientras se sonaba ruidosamente la nariz.
“Ahora dime qué camisa me pongo”. Entre la de cuadros y la blanca de hilo, elegimos la blanca. “La compré para una boda ibicenca”, me contó. A mí me costó imaginar a mi tío, que es recio y más de cachirulo, en una fiesta así.
Llegamos al pueblo con un calor sofocante e iniciamos la ascensión. El pueblo es de esos que forjan alpinistas. Por suerte, cada dos pasos alguien nos daba la excusa para pararnos en mitad de la calle empedrada y jadear. “Hemos venido solo para escucharte”, decían a mi tío. “¡Enhorabuena! Ahora vamos a verte.” Yo le veía sudar bajo su camisa ibicenca. En la plaza del ayuntamiento, se pidió dos botellines de agua.
La plaza se fue llenando. Cuando ya no cabía ni un alma ni un cuerpo más, subió al balcón. Bailaron el palotiau, salió el alcalde y… “Amigos y amigas”. Y mi tío habló de los niños, y las colonias, y los curas, el herrero, el carpintero, la acampada en Jánovas, el campus con Juan Señor, el pavo, los veranos de la infancia en un pueblo cercano que ya no existe, el viaje a caballo…
Cuando las palabras se le quedaron aprisionadas en el pecho, el pueblo tapó sus sollozos con aplausos. Quizá por eso, cuando acabó el pregón, mi hijo aún preguntó cándidamente: “Pero entonces ¿he ganado la apuesta?”. Ustedes se lo imaginarán. Quienes estuvieron bajo el balcón del ayuntamiento de Boltaña lo saben.
Cosa tan bonita no se ve ni en los atardeceres ibicencos.

martes, 2 de junio de 2015

Leer en el museo


En el retrato del cartel, aparece un fragmento de un cuadro. En el cuadro, hay un rey, Alfonso V de Aragón, y una mesita. Sobre la mesita que no se ve en el cartel, hay un libro abierto, una corona y un yelmo. En la corona y en el yelmo también hay, grabados, libros; libros para gobernarse y gobernar, libros para protegerse. El rey empuña una espada y en el pomo de la espada también hay grabado un libro; libros para atacar y defenderse.  
El cuadro está en el Museo de Zaragoza, en la plaza de Los Sitios, y sirve ahora para anunciar la presentación-yincana más bonita que se ha programado en esta ciudad, ideada por Pepe Trívez. La presentación será en el propio museo y lo de "marco incomparable" se le queda corto.
Los que presentaremos, los que leeremos en el museo somos Andrés Chueca, David Guirao, Sandra Andrés, David Lozano, María Frisa, Pepe Serrano y yo, los siete. Ninguno se presenta ni se lee a sí mismo. Quienes esperamos que vengan, los invitados de lujo: chicos y chicas a partir de diez-once años. Seremos felices si vienen muchos adolescentes.
Sí, preadolescentes y adolescentes, al museo, de sala en sala, para que siete escritores, convenientemente agrupados en dúos cómicos, dúos terroríficos o tríos loquísimos, les presentemos nuestras obras, les hagamos reír, pensar, sentir. Una tarde de junio, la del miércoles 3, a las 17:30. Sí, repito, adolescentes, museos, lectura, junio. Impossible is Nothing.
Vente, Nicolás. Tráete a tus amigos. Yo voy a dar consejos para sobrevivir a los exámenes. Te garantizo que no os vais a aburrir.