La historia es que mi madre ha empezado a leer El comensal antes que yo. Y eso que no se lo recomendé. Pero ella ha leído en la contra:
"En esta novela autobiográfica, Gabriela Ybarra trata de comprender su relación con la muerte y la familia a través del análisis de dos sucesos: el asesinato de su abuelo en 1977 a manos de la banda terrorista ETA y el fallecimiento de su madre en 2011 por un cáncer."Mi madre es vasca, entre otras cosas.
–Está bien –me dice cuando acaba. Es el "está bien" del "no me ha gustado" que conozco tan bien. Solo que esta vez acaba confesándolo–: Pero ese estilo... No sé, a mí no me gusta. Es... No sé. Como enumeraciones.
Leo mal el libro. Mi madre ya ha vuelto a España, ya no está conmigo, pero yo leo El comensal con mi madre encima. Soy incapaz de hacer la lectura sola. Hago la suya y la mía. Es como cuando voy al cine acompañada. Por eso me gusta ir al cine sola.
Aunque está a dos mil kilómetros, mi madre me acompaña en el banco donde termino de leer el libro. Levanto la vista y veo jugar a rugby a mi hijo. Esta vez no lo jaleo. El libro, tan parco, tan despojado, tan seco, me ha dejado clavada.
El niño y yo volvemos de Herbert Park pisando las hojas, que ya están cayendo. El suelo está mullido. Creo saber qué ha echado en falta mi madre en este libro: el amortiguamiento de la hojarasca.
La próxima vez encargo los libros en International Books.
Imagen de Eve Arnold. La de detrás es mi madre leyendo El comensal, ¿o es Elvira Navarro? La de delante me parece que es otra lectora.