[Aviso: esta entrada vuelve peligrosamente a los orígenes de este blog, o sea: premios y princesas. Esta vez el premio no es el Gran Angular, pero la princesa es la misma. Lo aviso, claro, porque sé que les encanta cotillear y porque sigo con mi lema "a lo sesudo por lo baladí" y sé que les pierden las princesas.]
Ando buscando unas palabritas (me paso la vida buscando palabras, claro que ¿quién no?).
Esta vez son para un acto de la Asociación Española Contra el Cáncer, una entrega de premios que contará con la asistencia de nuestra presidenta de honor, la princesa, sí, la de Asturias, doña Letizia.
Digo "nuestra presidenta" porque formo parte de la asociación. Soy voluntaria. Y como voluntaria hablaré.
He estado dando vueltas a esto. "Voluntario". Voluntario es lo contrario de obligatorio. En realidad, lo que hacemos voluntariamente, ese cachito de vida que nos queda después de quitar las obligaciones y las necesidades, es lo que auténticamente nos hace ser quienes somos. No es lo mismo, en ese momento, encender la tele que apagar la luz, abrir un libro que abrir una botella o que abrir los brazos, colgar un cuadro que descolgar el teléfono o que colgarnos de internet, ir a un hospital que ir a un bar, subirse a una bici que subirse a una espalda, echar de menos que echar unos bailes...
¿Que qué tiene esto que ver con este blog, este blog que se supone que trata sobre literatura pero en el que se me cuela de todas todas la vida? (Ah, ¿pero no es lo mismo?)
Pues mucho. Basta con recordar las famosísimas palabras de Daniel Pennac. "El verbo leer no soporta el imperativo. Aversión que comparte con otros verbos: el verbo "amar"..., el verbo "soñar"..."
¿Lo ven? Las mejores cosas de la vida son voluntarias.
La literatura es voluntaria. Y cuando no lo es, está en peligro. Pero esto mejor que se lo cuente (no me canso de recomendarlo) Todorov.
Les dejo. Tengo que encontrar unas palabras. (Sí, y algo que ponerme.)
(Reglups.)