martes, 30 de septiembre de 2014

Mi Pepe

Se emociona hablando de libros, con título y nombre de autor, y hay que quitarle la palabra porque si no, no la suelta. Se emociona igual o más hablando de alumnos, con nombre y apellido, y en todos, absolutamente todos, deposita alguna expectativa. Se emociona hablando de Su Biblioteca, que es la biblioteca del centro pero que es mejor desde que él la hizo suya, y ahora mismo proyecta ampliarla al exterior. "Un chill out, ¿os imagináis? Los alumnos leyendo en hamacas cuando haga buen tiempo". Despotrica, porque también despotrica, contra la tontería y el esnobismo tanto como contra la falta de rigor, pero sabe a quién hay que pedírselo, y, ya puestos, pide también entusiasmo. Disfruta de forma genuina leyendo literatura infantil y juvenil, y le sorprende que alguien no lo haga. Sabe lo que es bueno pero nunca le he visto enarcar una ceja. Soporta a sus amigos escritores y les alienta a crear su obra. Lee y escribe, no solo en su blog, y anima a leer y a escribir, y hay hasta quienes recibieron sus cartas y han acabado montado una librería infantil. Nadie en un radio de 2 kilómetros se librará de su influjo lector. Si alguien pasa a su lado y Pepe no saca de él un lector, ningún otro lo hará.

Escribo esto mientras de fondo mi hijo canturrea una canción que acaba de inventar contra una de sus profesoras. (No es Carmen. Carmen, te queremos.) Lo escribo y sé que, aun después de hacerlo, faltan palabras para hablar de los buenos profesores, profesores como nuestra Carmen, como mi Juan, como nuestro Diego, como Pepa, como Toni, como mi Pepe, y sobran para hablar, o cantar, de los no tan buenos.
Este del que yo les hablaba, el bueno, es Pepe, mi Pepe, pero seguro que ustedes tienen su Pepe, un Pepe digno de un tag de booktubers (#MiPepe). Igual incluso son ustedes un Pepe cualquiera. En ese caso, gracias. (Y no crean que Pepe me ha invitado a comer, que ha sido más bien al revés, y tengo testigos.)
 En la imagen, mi Pepe leyendo a sus alumnos.

PD: Me pide mi hijo que le lea lo que he escrito. Cuando acabo me dice: "Pero di algo más de Carmen y de Diego, que se lo merecen". ¿Lo ven? Faltan palabras para hablar de los buenos profesores.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Roald Dahl, que estás en el cielo

No sé por qué apenas he colgado en este blog las colaboraciones que escribo para el Heraldo Escolar, una sección sobre literatura infantil y juvenil titulada "¿Todavía no lees? Eso es que no conoces a..." (pueden cotillearlas pinchando en la etiqueta Heraldo escolar). No sé por qué he pensado ahora en hacerlo. Las iré subiendo con una periodicidad estrictamente arbitraria, o sea, cuando me dé por ahí. No sé si sabré datar la fecha de su publicación. No guardo los recortes de Heraldo. Empiezo con la primera que escribí, dedicada, cómo no, a la Rocío Jurado de la LIJ: Roald Dahl, el más grande.
Durante algunas entradas, esto va a parecer un blog sobre LIJ con un doble destinatario: alumnos, en primera instancia, y profes. Pero no se fíen de las apariencias; este es el blog de la Oro, un blog ultrapersonal sin aspiraciones críticas ni catedráticas donde seguiré hablando de lo que me dé la realísima gana. Pero hoy, con todos ustedes...

¿TODAVÍA NO LEES? ESO ES QUE NO CONOCES A...
ROALD DAHL, EL NIÑO QUE PROBABA CHOCOLATE 
¿Sabías que…?
-De pequeño, Roald Dahl vivía cerca de una fábrica de chocolate. A veces, desde la fábrica, enviaban al colegio de Roald nuevos chocolates para que los niños los probaran. Años más tarde, Roald escribió Charlie y la fábrica de chocolate, que luego, como muchos de sus libros, se llevó al cine.
-Al principio, la vida de Roald Dahl se pareció más a la de un personaje de libro que a la de un escritor. Fue piloto de aviones y tuvo un accidente en el desierto, ¡igual que un personaje de El principito!
-El primer libro que escribió Roald Dahl se lo encargó Walt Disney y fue Los Gremlins (pregunta a tus padres o tu profe por ellos).
-Piensa en el peor adulto que conozcas, el más horrible… pues Roald Dahl se imaginó a uno aún peor. En sus historias siempre hay un personaje mayor malo malísimo. ¡Pero nunca gana!
-En Matilda, uno de los libros de Roald, una profesora pregunta a una niña: “¿Crees que todos los libros para niños deben tener pasajes cómicos?” y ella responde: “Sí. Los niños no son tan serios como las personas mayores y les gusta reírse.” Todos los libros de Roald Dahl tienen pasajes cómicos. Así que si un día te sientes algo chof, ¡coge un libro de Roald Dahl! Comprúebalo.
Estando una mañana haciendo el bobo
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
“¿Puedo pasar, Señora?”, preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando “¡Este me come de un bocado!”.
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
“Sigo teniendo un hambre aterradora...
¡Tendré que merendarme otra señora!” 
Este es el principio de uno de los Cuentos en verso para niños perversos. ¿Adivinas cuál?

En los escasos 1.700 caracteres con que cuento en esta sección, no me cupo decir que el fragmento citado es una fantástica traducción / versión de Miguel Azaola. Lo digo ahora.
¡Ah! Y no se pierdan la página oficial de Roald

En la imagen, de sus años mozos, Roald Dahl, mostrando a futuras generaciones de escritores cómo taparse la escasa o nula espesura capilar con una gorra, en el caso de Roald, con la gorra de plato del uniforme de la Royal Air Force.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Las cosas de Ana María Matute

Este post es solo un breve pasillo que lleva a las cosas de Ana María Matute. Lo escribo porque me daría pena que se las perdieran. No es que haya estado en su casa y se las haya birlado. Mucho mejor que eso: estuvieron mi vecino y su cámara, preparando un reportaje -este- que apareció en XL Semanal, haciendo fotos y escuchando a aquel "niño de los sabaditos" de la Matute. En el reportaje aparecen unas pocas fotos hechas en casa de la escritora pero, al final de este pasillo, les esperan seis más. Se hicieron al día siguiente, en otra localización.
Podría alargar este pasillo y comunicarlo con el de la casa de mi abuela, aquel por donde se enseñoreaba un gato, para hablar de esa retórica de la ausencia, de esa mirada cariñosa del fotógrafo que comunica las dos casas como una moqueta verde, pero mejor enrollo la alfombra. Al fin y al cabo, ya bastantes puertas a otras estancias les he abierto con tanto enlace cuando lo que deberíamos estar leyendo ahora son esos Demonios familiares.
Pasen, pasen. Por aquí.

En la imagen, de Fernando Sancho: La sirenita de Ana María Matute, uno de sus personajes favoritos, lo que dice mucho a favor de la tristeza, el silencio y las piernas.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Ganas de más

Los escritores vivimos acojonados. Bueno, yo no, que soy muy fina y muy espiritual. Yo vivo sin vivir en mí. Siempre a la espera de un dictamen: el del editor, el de un comité de edición de libros de texto (ríanse del Tribunal Supremo), el de un jurado, el de los críticos, el de los lectores...
Me empiezan a llegar ahora los primeros dictámentes lectores de ¡Buenas noches, Miami! Me dicen, y me alegran diciéndomelo, que se han reído. Me dicen que se les hizo corto, y me doy cuenta de que a mi "perdón por existir", debo añadir un sincerísimo y sentido "perdón por ser tan breve". No sé qué pasa pero la gente se ve entre palmeras y descapotables y al momento le da por decir Dame más o "quiero más de lo que tú me das", y yo, ajena a esa demanda, venga a destilar. Aun así, mi afición por los destilados no justifica lo que es un hecho: el libro es corto. Se hace corto.
Lo dijo primero, y con razón, El Cronista; lo dice en el Heraldo de hoy -qué honor- Sergio del Molino junto a otras cosas bonitas que no me resisto a copiar:
"Los escritores que merecen la pena entienden que lo tienen que apostar todo a la mirada, que su viaje no vale nada sin sus ojos. Lo sabe bien Begoña Oro, autora aragonesa que acaba de publicar un librito fantástico y casi adictivo (lo que es una pena, porque es muy breve y la adicción no se colma) titulado ¡Buenas noches, Miami! (RBA). (...) El relato es atractivo por la voz de Oro. (...) Es atractivo porque quien nos despierta curiosidad no es esa ciudad, que podría ser cualquier otra, sino esa mujer que se mueve por ella."
¿Se quedaron con mono? ¿Les desperté curiosidad? Y encima lo caro que es el libro para lo fino que es (lo digo en serio, yo siempre digo todo en serio). Estoy por invitar a quienes se quedaron con ganas de más a un café. Lo que pasa es que si gano 1,73 € por cada ejemplar vendido y quedamos en el Amorino, hago un pan como unas tortas. Casi mejor vienen a casa (si han llegado al final del libro, ya saben dónde vivo) y les invito. Avisen antes.
Si les cae lejos, acepten al menos estas sinceras disculpas. Sepan que el libro no pesa mucho, pero cada palabra contiene al menos otras siete que descarté. Solo espero que la lectura de mi libro sea más de quedarse con ganas que con las ganas, que son cosas bien distintas como probablemente tengan la desgracia de saber.

En la imagen, de Robert Frank, dos lectores en descapotable a los que también se les hizo corto el paseo. Pero, y lo que disfrutaron, ¿eh?

jueves, 18 de septiembre de 2014

Vilas y yo

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"Es directo, apasionado, fresco, muy bueno."
No se refería a un yogur de mango, ni a Andrés Velencoso, ni a Live at the Apollo. Se refería a ¡Buenas noches, Miami! Y lo decía Vilas, Manuel Vilas, en un correo electrónico que me mandaba a mitad de lectura.
Entonces respiré, cosa que a menudo olvido hacer.
Mira que le había mandado el libro en pdf para que tomara una decisión informada pero, antes de leerlo, Vilas ya me había dicho que sí, que lo presentaría encantado. Hacía unos meses, Vilas y yo habíamos acabado encerrados juntos en un baño de un bar de Bujaraloz, pero eso Vilas no lo sabía. Lo que recordaba, y por lo que me dijo que sí, es que yo, hacía unos cuantos siglos, había dado clase a su hijo. Además Vilas, así me lo dijo, era un gran admirador de mi tío. Pero yo estaba temblando. Porque quería que si presentaba mi libro fuera porque le gustaba el libro, no porque le gustara mi tío.
Menos mal que le gustó (mi libro). Le gustó más que a mi padre.
El otro día, en la presentación, dijo cosas muy bonitas. Dijo que yo era "una narradora brillante", que escribía "con la difícil sencillez de los buenos narradores". Dijo que transmitía alegría y que mi libro "daba alegría de vivir". Dijo que mi mirada era "muy luminosa, y muy humana". Y dijo, y no sonaba cínico, que en épocas de crisis estaba muy bien que alguien mirara la vida así.
Me hizo gracia que dijera esto.
El mes pasado hice un interesantísimo curso de enseñanza de ELE (español como lengua extranjera). Al final del curso, por grupos, teníamos que preparar una clase. En mi grupo ideamos una clase de presentación basada en un fragmento del poema Yo soy así, de mi Gloria Fuertes. Al final, les pedíamos a los alumnos que escribieran su propio Yo soy así. Nosotros, que íbamos de profes, no hicimos el ejercicio. Hoy lo puedo hacer y sale así:
Soy tímida, y no lo parece.
Me cuesta escribir, y no lo parece
(pero los escritores y los lectores avispados sí se dan cuenta).
Soy humana, y sí lo parece.
Soy triste, y no lo parece. (Y me alegro.)
Soy así...
pero no me dejan.
Y ustedes, ¿cómo son?

Gracias, Vilas, y gracias a los muchos que no dejasteis que estuviera sola ante el peligro. Gracias a quienes trajisteis cámaras de fotos, escayolas, ganas de reír, flores y carteras llenas dispuestas a vaciarse (hubo incluso una booktuber que compró el libro, y eso que es carísimo y finísimo y no es fantástico ni va a tener adaptación cinematográfica pero ¡ey! ¡dijo Vilas que su ritmo era trepidante!).
Fue muy bonito, fue luminoso. Fue alegre.

En la imagen: Vilas y yo, un divino y una humana, un oscuro y una luminosa, together, ni tristes ni alegres, solemnes, camino del éxito. O de la salida. Es que nos hacemos un lío con el inglés.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Hace falta valor

Hoy iba a hacerme booktuber. Sí, ya saben, de esos que graban reseñas de libros en vídeo y las cuelgan en internet. Pero es que resulta que acababa de lavarme la cabeza y no es plan. A ver si va a parecer que cuido mi imagen y luego me critican. Mejor me espero unos días a tener el pelo grasiento, no vaya a dar la impresión de que además me interesa la belleza, la moda o cualquier otra cosa; que no, que no, que no, que a mí SOLO me interesan los libros. Sí, mejor me espero porque además lo último que he leído ha sido Ciudades de papel, de John, quiero decir, John Green y claro, va a parecer que leo lo mismo que todo el mundo. No, mejor me esperaré a terminarme El ciclista de Chernóbil, ahora que lo han reeditado, o haré una reseña sobre el libro de Vinyoli. Aunque no sé, porque Vinyoli está muerto, y pensaba hablar bien de él, y claro, luego si alguien escribe un artículo criticándome solo podrá salir en mi defensa a través de una ouija y no tengo yo paciencia para eso, que soy muy de lo rápido.

Miren, no. Mejor lo dejo. No me siento cómoda. Esto iba a ser una respuesta al Retrato del reseñista adolescente, el artículo sobre booktubers de Ana Garralón publicado en Letras Libres. En un principio pensé hacerlo en el mismo tono irónico que emplea ella. “Irónico pero inofensivo, creo”, dice. Y en ese “creo” lleva la misma duda que me surge a mí. La ironía es un tobogán que desliza fácilmente hacia, , la condescendencia o la ofensa. De hecho, ¿no sonaba ya esa parrafada mía anterior bastante impertinente y marisabidilla?
Ana Garralón sabe latín de literatura infantil y juvenil, sobre todo de infantil. Admiro enormemente su labor. Suelo aprender mucho de sus artículos y a menudo estoy de acuerdo con sus opiniones, pero no puedo estar de acuerdo con su Retrato del reseñista adolescente.
Dice Ana Garralón que “muchos booktubers confiesan haber sido poco lectores cuando comenzaron”. Si eso es así, si la actividad en YouTube de un joven le ha llevado a hacerse más lector de lo que era, a mí no me parecería reprochable sino maravilloso.
Dice también, y suena a reproche, que “no tienen ningún pudor en mezclar en sus canales de YouTube vídeos de recomendaciones de libros con consejos de belleza, moda y salud”. ¿Y? ¿No es fantástico? ¿No es maravilloso que los libros se integren con el resto de sus intereses? ¿Solo deberían interesarse por los libros? ¿Y deberían hacerlo en secreto, en silencio, sin hacer "vida social"?
Dice, y suena a queja, que “no son pocos los comentadores que cuidan su propia imagen y en muchos casos uno puede observar cambios en relación a su vestuario, peluquería y maquillaje.” De nuevo, ¿y? Qué quieren que les diga, yo lo encuentro muy de agradecer. ¿Deberían aparecer feos, sucios, cochambrosos? Algo parecido opino sobre su trabajo de edición. “Su gran desenvoltura frente a la cámara y el trabajo invertido en la edición de sus vídeos contrastan con la poca labor de edición de sus reflexiones.” Dejando aparte un momento el tema de las reflexiones, me parece muy loable que se preocupen de los aspectos formales del vídeo y que inviertan tiempo en ello.
Y vuelvo ahora a lo de la “edición de sus reflexiones”. Dedica Ana Garralón parte de su artículo a comentar la poca variedad de los libros reseñados por los booktubers y la escasa profundidad de sus críticas. Pero esto, que en algún caso puede ser cierto, dicho así, en general, es una falacia como la de que todos los libros que se venden bien son malos y viceversa. Booktubers hay muchos, y los hay más y menos leídos, más y menos formados, sólidos, eclécticos...Y quiero creer que su "radio de entendimiento", ese que Ana Garralón presupone tan corto, crece día a día, lectura a lectura.
“Lo que antes se escuchaba tímidamente en los corrillos de los círculos de lectura, ahora está para siempre en la red. Multitudinarias visitas a vídeos lo confirman, comentarios que alcanzan la cifra de setecientos, canales con más de veinte mil suscriptores, editoriales corriendo detrás de ellos. No importa si el arte de la retórica está ausente”, parece lamentar Ana Garralón. Yo, en fin, lo celebro. No la ausencia del arte de la retórica, que sería discutible, sino todo lo anterior, lo de las visitas, los comentarios, los suscriptores, las editoriales...
En fin, esto me está quedando larguísimo y como bien dice Ana Garralón, “internet es el reino de lo rápido, lo corto y lo emocional”, así que terminaré. Emocionalmente, claro.
A mí me gustan más los blogs de reseñas que esto de booktube. Por una razón muy tonta. En un blog, en cualquier texto escrito, puedo hacer una lectura en diagonal, darle al ratoncico para abajo y valorar si me resulta interesante o no el texto antes de dedicarle una lectura atenta o distraída o no dedicarle ni un segundo; en un vídeo no puedo hacer eso. No me gusta no tener ese control. Entonces, ¿para qué me meto a defender esta historia? Por lo que defiendo a los booktubers, que muchas veces fueron o son también bloggers, no es porque a menudo hayan hablado muy bien de mis novelas, sino porque les debo pequeños momentos de felicidad. Y no me refiero solo a cuando hacen una crítica buena de mi libro, no. Es que a veces me he reído un montón viéndolos, y la risa está cara. Además, sé que no soy la única. Sé que los booktubers hacen lectores, y lo hacen sin darse importancia, haciendo risas. Es una forma distinta a la de los críticos.
Tuiteaba Ana Garralón el artículo diciendo: "Booktubers, ¿nuevos críticos? Tenemos algunas dudas". Pero es que los booktubers no pretenden ser algo distinto de lo que son, no pretenden ser sesudos críticos literarios, no pretenden ocupar el lugar de The New York Review of Books, no aspiran a crear un canon literario. No creo que los booktubers se consideren críticos. Creo que los booktubers, y que me corrijan si me equivoco, lo que pretenden es algo tan sano, tan poco pretencioso, tan generoso como compartir sus lecturas, contagiar sus entusiasmos, pasarlo bien, hacer que los demás lo pasen bien… Ratitos de felicidad, vaya, que se dice pronto. Quizá tampoco desdeñen cierta notoriedad, sí, cierto reconocimiento. ¡Qué menos! Lo hacen gratis. Su único pago son las manitas arriba, los comentarios, las suscripciones...  Esos pequeños reconocimientos son una forma de amor, y a ver quién es el guapo que renuncia a ser querido. Hace falta mucho valor para eso, para renunciar a ser querido. Y ese es el valor que le concedo al artículo de Ana Garralón: el valor de la renuncia a ser querida. Al menos por los booktubers.

En la imagen, de Richard Avedon, jovencita youtuber poniéndose toda guapa antes de grabar. 

viernes, 12 de septiembre de 2014

Una invitación y una excusatio non petita

Ustedes probablemente crean que no hago otra cosa que dar la lata con mi último libro, pero qué va. Estoy trabajando como un animal de carga en la segunda parte de 12 colores, este maravilloso libro con el que igual aprenden a leer este año sus hijos, sus alumnos, sus nietos o sus sobrinos.

Un besito a mis editoras, que me estarán escuchando.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Derrotas a mí (onces de septiembre)

En algún cajón de mi casa, entre horquillas, pendientes sueltos y bolígrafos, debe de rondar un anillo. En la cara interior está grabada la fecha del 11 de septiembre junto al nombre de un marido que tuve.
Mucho antes de que me casara, otro 11 de septiembre cayó Barcelona ante el asedio de las tropas borbónicas. Luego, otro 11 de septiembre, cayeron las Torres Gemelas. Luego cayó mi matrimonio. Y lo cuento así porque lo que es yo, no encuentro la forma de desgajar la Historia de la humanidad de la historia de una y este es un blog sobre todo de minúsculas.
"Historia de una derrota", "Recuerdo de una derrota", dicen hoy los titulares de algunas noticias sobre la Diada.
Pero hoy, que es 11 de septiembre, hoy también sale mi nuevo libro, ¡Buenas noches, Miami!, y luce en la cubierta rascacielos a prueba de huracanes y un título que es una frase robada a un Borbón.
Derrotas a mí.
¡Ja!
Para que vean el poco miedito que tengo, el libro se presenta en Zaragoza el día 16 de septiembre a las 20h en la librería Cálamo y lo hace el gran Vilas. Sí, Manuel Vilas, aquel que, a decir de Javier Calvo, es "probablemente el escritor más peligroso que hay ahora mismo en España".
Por supuesto, ustedes, lectores y lectoras de este blog, son mis primeros invitados.

En la imagen: a la derecha, el librero Paco Goyanes, en la famosa escalera de Cálamo, precisamente en el escalón que lleva el nombre de Manuel Vilas; en el centro, Manuel Vilas, el escritor más peligroso que hay ahora mismo en España; a la izquierda, servidora, ante el peligro. Y bueno, sí, puede que algo de miedito tenga. ¡¡No me dejen sola!!

viernes, 5 de septiembre de 2014

Miserias

Ayer, en la fiesta del premio RBA de novela negra, sobró queso y sushi. Ibérico, no. Cava, ginebra y mojitos, no sé, porque no me quedé hasta el final, y eso que estuve hasta casi las dos (a.m.).
En todo ese tiempo (la fiesta empezó a las ocho de la tarde) vi con estos dos ojitos que se achican a escritores tirar de lonchas de ibérico y, con la excusa de que estaban pegadas unas a otras, meterse 125 gramos de jamón de golpe en la boca.
Vi escritores modernos devorando jamón, editoras vestidas de bibliotecarias sexys, un president y un alcalde, un editor con copa y gafas, periodistas que son escritores, varios miembros del jurado elegantosos, un exministro, mejor dicho, filósofo que defiende la elegancia... y oí. Oí las cosas no siempre elegantes que nos contamos los escritores cuando nos juntamos en nuestras fiestas de escritores.
Hace poco leí ese relato de Benedetti en que se encuentran dos hombres en un bar y uno de ellos resulta ser escritor:
"Al parecer, el flaco era escritor, el otro, un señor cualquiera. No bien supo que el flaco era literato, el señor cualquiera, empezó a elogiar la condición de artista, eso que llamaba el sencillo privilegio de poder escribir."
Recuerdo esto ahora porque, sí, la fiesta estuvo muy bien, pero faltaron señores cualesquiera. Faltaron hombres y mujeres que ante la afirmación: "Me dedico a escribir", dijeran "ah" y "oh" y "uh". Tomen nota, organizadores de saraos literarios. Tanto como el ibérico, los escritores necesitamos más señores y señoras cualesquiera ante los que crecernos, ante los que hablar incluso de libros.
El problema de una fiesta sin señores cualesquiera, el problema de una fiesta llena de flacos y hasta enflaquecidos escritores es que conocemos y hablamos de nuestras miserias, y que nos peleamos por el jamón.
 En la imagen, de Larry Fink, de espaldas, con escotazo, Itziar de Francisco, responsable de prensa de RBA en Madrid, contempla preocupada cómo empiezan a escasear las existencias de jamón. 

lunes, 1 de septiembre de 2014

Mi último libro y mi último ex

 
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Promocionar una novela es como hablar con entusiasmo de un ex; adolece de la mismita extemporaneidad. Los escritores en la sala me comprenderán. ¿A que esto de la promoción editorial está mal organizado?
El problema está en los tiempos. Uno acaba de escribir la novela o lo que sea que haya escrito y se muere de ganas de contarlo al mundo, como al comienzo de un enamoramiento. Podría estar horas, días, semanas enteras hablando de su obra, de esa obra. Pero en ese momento, uno tiene que callar y esperar.
Supongo que pasará algo parecido con las películas, los discos... Con los libros lo normal es que, para cuando la obra, con suerte, se publique, después de meses e incluso años de espera a ser leída, aceptada, encajonada en un programa editorial siempre lleno y finalmente publicada, para entonces, digo, el escritor ya está a otra cosa, mariposa, y lo que le late es otro libro, el que tiene entre manos. Pero toca hablar de aquella obra que ya es como un ex, algo que formó parte de tu vida pero que ya no la ocupa como antes. Y lo normal con los ex, es encontrar cierto solaz en hablar de ellos, sí, pero en hablar mal. No siempre es fácil hablar bien de un ex. Los separados en la sala me comprenderán.
Pero yo tengo mucha suerte con mi vecino, que es mi último ex, y con mi último libro, ¡Buenas noches, Miami! De ninguno de los dos me cuesta hablar bien. Al contrario. Además, libro y ex tienen mucho que ver. Mi ex, que es fotógrafo, va a menudo a Miami y la fotografía de cubierta de ¡Buenas noches, Miami!, ese mágico skyline de la ciudad, la hizo y cedió generosamente él. Me hizo una ilusión tremenda que en RBA les pareciera apropiada y que hayamos acabado publicando algo juntos después de tantos proyectos virtuales conjuntos, que si la Venta El Maestro , que si whoooosh, que si Un cordial saludo. Pero no es solo la cubierta. El libro entero está dedicado a él: “¡A Fernando Sancho!”. Qué menos. Cuando gané el premio Eurostars con el libro, Picos Laguna publicó una columna preciosa en el Heraldo en la que decía entre otras cosas:
“Vivir de lo que uno quiere es complicado y muchos se quedan en el camino o ni siquiera lo intentan por falta de aliento, de apoyos; de quienes apuesten por su vocación y le acompañen en su personalidad”. 
Qué razón tiene Picos, qué necesario es ese acompañamiento. Si alguien me ha acompañado en esto, si alguien ha hecho que me creyera de verdad que puedo ser escritora, si alguien ha soportado e incluso alentado el engreimiento inherente a quien debe considerarse digno de ser leído, ese es mi vecino, mi último ex. Y ha sido muy generoso al hacerlo, porque él también sabe demasiado bien lo complicado que es vivir de lo que uno quiere, aun estando sobrado de talento. En fin, podría decir muchas cosas buenas de mi vecino. Pero no teman. No les daré más el tostón con mi último ex.
No puedo prometerles lo mismo sobre mi último libro.
Quedan 10 días para que llegue a las librerías.