Este post es solo un breve pasillo que lleva a las cosas de Ana María Matute. Lo escribo porque me daría pena que se las perdieran. No es que haya estado en su casa y se las haya birlado. Mucho mejor que eso: estuvieron mi vecino y su cámara, preparando un reportaje -este- que apareció en XL Semanal, haciendo fotos y escuchando a aquel "niño de los sabaditos" de la Matute. En el reportaje aparecen unas pocas fotos hechas en casa de la escritora pero, al final de este pasillo, les esperan seis más. Se hicieron al día siguiente, en otra localización.
Podría alargar este pasillo y comunicarlo con el de la casa de mi abuela, aquel por donde se enseñoreaba un gato, para hablar de esa retórica de la ausencia, de esa mirada cariñosa del fotógrafo que comunica las dos casas como una moqueta verde, pero mejor enrollo la alfombra. Al fin y al cabo, ya bastantes puertas a otras estancias les he abierto con tanto enlace cuando lo que deberíamos estar leyendo ahora son esos Demonios familiares.
Pasen, pasen. Por aquí.
En la imagen, de Fernando Sancho: La sirenita de Ana María Matute, uno de sus personajes favoritos, lo que dice mucho a favor de la tristeza, el silencio y las piernas.
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