sábado, 13 de diciembre de 2014

La estela de Joan Barril

Leo que ha muerto Joan Barril y corro a buscar Todos los puertos se llaman Helena. No lo encuentro y le pido a mi madre que lo busque en su casa, donde aún hay tantos libros de aquella época. Es un Gran Angular, le explico. Quiero encontrarlo porque quiero compartir aquí con ustedes algunas de las muchas frases que en su día subrayé. Fue hace ya muchos años, cuando lo edité. Bueno, "lo edité" es mucho decir. En aquel entonces yo era técnico editorial en SM, una mindundi privilegiada que miraba, callaba y escuchaba. Corregí las pruebas (era una traducción del catalán), puede que bajara a Producción a hacer el encargo para imprenta, puede que me enseñaran en Diseño algunas fotos para la cubierta, puede que redactara la cuarta de cubierta con aquel entusiasmo juvenil mío que sistemáticamente un editor más veterano rebajaba y pulía, o no, puede que esta vez la contra fuera una traducción de la contra catalana. Lo que sí recuerdo bien es lo mucho que disfruté y me emocioné con aquella novela juvenil. Trataba del viaje de un adolescente por el Rhin y el Danubio. Viajaba en gabarra con su madre y el novio de ella, y unos clavicordios, creo recordar. El chico llevaba un ordenador "y un módem" para comunicarse con su padre y nos parecía la repanocha de moderno. Y pasaban cosas, claro, cosas de toda la vida: aparecía una polizona, había una búsqueda, una pelea... Pero sobre todo, pasaba que el adolescente crecía. Como no tengo el libro, no sé si pudimos resistirnos a poner en la contra la palabra Bildungsroman. Desde que leí Todos los puertos se llaman Helena, quise hacer un crucero fluvial parecido. Un día lo haré, y entonces, cuando embarque, también recordaré a Joan Barril.
No puedo recordarlo personalmente. No lo llegué a conocer. No encuentro su libro, y mi madre tampoco. Sé que, además de aquel libro con el que ganó el premio Ramón Muntaner y el premio Crítica Serra d'Or, Joan Barril hizo muchas otras cosas, escribió muchas columnas, editó algunos libros que rondan por mi casa, tuvo muchos hijos, escribió letras para Serrat... pero es por aquel viaje europeo por lo que yo lo recuerdo y siempre lo recordaré, aunque él ya no esté. Así pasa también con los barcos, que pasan pero, en su ausencia, queda durante un tiempo su estela. Perdonen que me ponga cursi, pero esto es lo que hay: estelas en la mar. Y me apetecía recordarlo.

Imagen de Sebastião Salgado.

3 comentarios:

Marta Gómez dijo...

Esta mañana yo también he recordado aquel libro (un gran libro) y aquellos años.
Abrazos,

La Oro dijo...

¡Ey! Qué bueno que comentaste. ¡De mindundi a mindundi!
Aquellos maravillosos años... :)

Anónimo dijo...

Buen homenaje. No conocía ese libro. Lo buscaré en alguna biblioteca bien surtida.