Entraste un día en medio de una canción. Deberías saber ya que la música no espera por nadie. Tampoco por ti.
Abrumado, te fuiste a un discreto rincón de la barra y los viste bailar. Ya no lo recuerdas, pero esa visión posiblemente es la más certera que nunca tendrás de ellos. Desde esa esquina de la barra, aquella primera vez, viste el ahuecar de sus plumas, el nervioso aleteo, el planear carroñero, el furibundo zarpazo, oíste el lastimero piar, los alegres trinos, el monótono zureo, el inconfundible crotorar... Todo lo viste y oíste aquella vez. Lástima que no pudieras verte a ti mismo.
Todo lo viste y todo lo olvidaste -ya te he dicho- cuando empezaste a salir a bailar. Al principio con timidez, sin apenas mover los brazos. Revoloteaste alrededor de alguien. De repente tus ojos se cruzaron con los de un bailarín, le alzaste la copa y las cejas. Te encontraste con algún conocido, con algún amigo, le lanzaste un favorito como quien manda un beso. Te alegraste de encontrarlo. Te alegraste tanto que, cuando te sacó a bailar, te dejaste llevar. Diste una vuelta de su mano. Le miraste a los ojos un momento, meneaste las caderas. Volviste a la barra más animado. Alguien te llevó a un sitio donde nunca habrías llegado solo. Te hicieron reír. De repente sonó esa canción que te gustaba y te olvidaste de todo. Te hicieron corro. You are the dancing queen... Alguien te cogió de la mano, te hizo girar sobre un pie y los reflejos de la bola de espejos te cegaron y qué gusto da bailar, es el momento de tu vida, o como quiera que se traduzca eso. Aún seguías al ritmo de la pandereta cuando ya no había rastro de ella porque era otra la canción que sonaba, y esa no, no te hacía mover los pies, así que volviste a acodarte en la barra y miraste un rato, otro rato. Pensaste que igual volvería a sonar ese tema, pero no, ya no. Incluso hubo un día en que te quedaste de guardia, toda la noche despierto, para ver si tenías suerte y volvías a vivir el momento de tu vida. De vez en cuando sales a bailar, ríes, te enteras de cosas, disfrutas de la compañía. Pero siempre, en algún momento que no siempre coincide con una canción tristona, un momento que bien podría ser bailable, te alcanza como una epifanía la certeza de que estás solo. Rodeado de gente y solo. Lo que pasa es que esa certeza llega acompañada de otra certeza gemela: que todos los demás también están solos. Y eso es bastante parecido a la compañía. Y por eso vuelves.
En la imagen, de Larry Fink, tuitstar soltando una perla de humo. A su alrededor, tres seguidoras prestas a darle RT. Si quieren ver más fotos de la fiesta, no se pierdan la exposición Body and soul ahora en el museo Pablo Gargallo.
2 comentarios:
es así. y punto.
Susurrar, musitar, murmurar, barritar, berrear, guarrear. Me encantaría conocer todos los verbos de todos los sonidos. Me encanta el verbo crotorar y odio el verbo zurear desde antes de leer una novela de Javier Tomeo. "Y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."
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