sábado, 30 de mayo de 2015

Elsa

Habíamos presentado un libro, Mis (primeros) 400 libros, de Jordi Sierra i Fabra. Mi vecino había hecho una serie de fotos preciosas de aquel día. Las mandé.
"Y a mí que me gusta esa foto borrosa en la que tú, Elsa, dejas a Jordi cariacontecido a las puertas del hotel, negándole tu compañía en la suite, esa foto donde un hilo invisible une vuestras miradas (oh), esa foto que es casi como un fotograma de una película neorrealista italiana... :-)", le escribía yo en un correo.
Elsa, Elsa Aguiar, respondía: "Ya, toda yo tengo algo de película neorrealista italiana. Me pasa desde siempre :)"
La primera persona a la que vi utilizar un emoticono, la persona de la que aprendí qué demonios era eso, fue Elsa. Elsa fue la primera en muchas cosas. De su boca oí por primera vez, hace ya siglos, aquello de "nativo digital". Creo que el primero en decirlo fue Marc Prensky. Pero la segunda fue Elsa. No se limitaba a estar por delante. Andaba desesperada, yendo a buscar a los autores y empujándonos, como esas madres que dan varios pasos atrás para coger de la mano al hijo que se queda rezagado. ¿Quieren una lista de temas para actualizar la literatura infantil y juvenil? Ella la escribió. ¿Un curso de geolocalización para escritores, no para llegar a las presentaciones sin perdernos sino para pincharnos y que escribamos una novela geolocalizada? Ella lo hizo.
Claro que luego no le bastaba con cualquier novela por muy geolocalizada que estuviera. Elsa, como los neorrealistas italianos, quería una revolución ética y estética. En su imprescindible blog Editar en voz alta se lee con su voz:
"Basta de decir que la realidad es así. La realidad es amplia y compleja, y cada uno decide con qué partes de ella construye sus modelos. Lo demás es escurrir el bulto."
Elsa no escurría el bulto. Elsa era una lianta. Tenía que serlo. Lo decía aquí:
"Quizá para los tiempos que vienen, el editor, además de ser una esponja, debería tener una marcada dimensión “conseguidora”. Y para conseguir cosas, el editor, además de muy educado, tiene que ser un poco “liante”: alguien capaz de embarcarse y embarcar a todo el que haga falta en proyectos ilusionantes y prometedores, incluso algunos de resultado incierto. Por ahí va mi definición de la esencia del editor: un editor que, además de todo lo demás, sea alguien que hace que pasen cosas en el terreno de lo literario."
Elsa fue todo eso y más. Gracias, Elsa, por no escurrir el bulto, por hacer que pasaran tantas cosas, por hacer que nos diéramos cuenta.
Hoy nos has dejado a todos tristes, pero hay hilos invisibles, y no tan invisibles, que nos siguen uniendo a esa tu exigente, brillante y hermosa mirada.

Fotografía de Fernando Sancho. Aquí hay otra foto preciosa de ese mismo día donde aparece Elsa antes de despedirse, a mi lado, sonriendo, rodeada de buena gente. Me gusta recordarla así.

3 comentarios:

Mara Oliver dijo...

No la conocí personalmente, pero la leí muchas veces y de ella me quedo esa preciosa anécdota de Roalh Dahl y su editor, que le sugirió al autor que contase toda la novela otra vez y que convirtiese al niño en un ratón y, así, entre los dos nació Las Brujas. Se va una editora con vocación, con ganas, con mucha imaginación y la lengua libre. Es sin duda una gran pérdida y a todos los que tuviesteis la suerte de conocerla en persona os mando un gran abrazo, hoy el mundo es un poco más triste :(

Cristina dijo...

Joder. Como dice Mara, solo la conocía a través de su blog (magnífico) y me parecía una gran editora, de las que saben que editar no solo consiste en publicar. Sus entradas me impulsaron a seguir aprendiendo este oficio, eran instructivas y a la vez transmitían todo su entusiasmo por la profesión. Qué pena, de verdad. Un abrazo.

Anónimo dijo...

la sonrisa de Elsa era el mejor abrazo cuando te encontabas con ella.
El mejor abrazo y la mejor sonrisa.
Ya te echamos de menos.
A.G.