—Creo que en todas las ciudades y pueblos de Francia hay un Café de la Poste y un Café de la Paix —comento a mi vecino.
—Paix es paz, ¿no?
—El primero que abre un restaurante debe de pillar el nombre para que no se lo pise el siguiente. Es como "Casa Pepe" en España.
En Perpignan hay, por supuesto, un Café de la Poste y un Café de la Paix. Tomó un relaxing cup of café au lait en el Café de la Paix, leo la prensa local y miro alrededor. He desactivado los datos móviles del teléfono. Puedo escribir los mensajes que quiera pero tendré que esperar para enviarlos. Soy como una mujer con una carta incendiaria en el bolso, en ese momento en que aún puede mandarla o tirarla a la papelera. Para eso sirven (para eso servían) las cafeterías junto a la oficina de correos. Me equivoqué de cafetería. El limbo de las pasiones es el Café de la Poste. ¿Qué será de nuestra generación sin ese limbo? Estamos condenados; seremos víctimas de la rabia, las hormonas, la gracia y el botón de enter o "enviar". Hala, pum, lo piensas, lo escribes (lo escribes mientras lo piensas) y lo mandas, lo tuiteas, lo vomitas. ¿Nos hará la osadía más felices? ¿Nos hará la precipitación más infelices? ¿Nos librará el vómito precoz de aquellos cólicos y aquellas digestiones pesadas de nuestros abuelos? En cualquier caso, dolor de tripa, siempre dolor de tripa. Desde niños.
Después de ver la exposición de La paz imposible, de Don MacCullin, tomamos café, esta vez sí, en la terraza del Café de la Poste. Comienza a chispear y la anciana que hay a mi izquierda le pide al camarero:
—Ponga el toldo.
—No puedo. Hace demasiado viento.
—Pues entonces, pare la lluvia.
Me equivoqué otra vez de cafetería. Esa conversación no es del Café de la Poste; es del Café de la Paix. Parar la lluvia. La paz. El Café de la Paix es el santuario de San Expedito, el lugar de lo imposible y las causas urgentes.
Dicen que Don McCullin tomó la decisión de "vivir peligrosamente" en un café de París. Me pregunto si sería en el de la Poste o en el de la Paix.
Bueno, sí, me repito. Permítanme que use el blog como banco de pruebas.
Además, ya ven, me sacan un día de casa y me da para dos posts.
Por favor, que alguien me lleve de viaje y le hago un libro a la vuelta.
Mientras tanto, me consolaré pensando que estoy al lado de Huesca.
En la foto, de Georges Dambier, yo en el Café de la Paix convenciéndome a mí misma: "es inútil que lo saques, Begoña. Total, has desactivado el roaming".
1 comentario:
He oído que para el dolor de tripa debe de ir muy bien una infusión de manzanilla preparada y reposada con cariño, una manta que aporte calidez y una compañía acogedora... :)
Con respecto al viaje, ¿adónde decías que querías que te llevaran? Es para ir preparando el equipaje :D
Abrazos.
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