Ay, madre. El árbol sin poner, las maletas a medio hacer, los regalos por envolver y yo sin felicitarles las fiestas. Sin siquiera avisarles de que vuelvo a casa, vuelvo, por Navidad. Sin darles la tabarra con aquello de que podemos vernos, debemos vernos, el 27 de diciembre, martes, en Zaragoza, en la librería París, a la una del mediodía, que es la misma hora a la que ayer fui al cine, después de comer, claro. Pero eso era en Dublín.
En la París no estaré yo sola. Estarán todos mis libros y estará Rasi, en persona, o en ardilla. Y el vecindario de La Pera 24, el de Misterios a domicilio. Se supone que Rasi va a repartir abrazos a todos los amigos, que son muchos, de la pandilla de la ardilla. Se supone que yo no, que yo escribo, firmo, dedico libros... porque, ya saben, uno o abraza o escribe. Pero es Navidad, mi hermana va a tener un bebé un día de estos, estoy tierna, igual me estiro, y estiro los brazos y luego los flexiono, que creo recordar que es como se abrazaba. Cortázar tenía que haber escrito unas instrucciones sobre eso.
En fin, haré lo que pueda. Y me hará muy feliz verles por allí.
Siempre nos quedará París. Siempre quise decirlo.
En la imagen: escritora en Navidad en apuros.
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