domingo, 15 de febrero de 2015

Vida social de una escritora (outsider) de provincias

Cuando no estoy atroncada por la fiebre, leo Blitz, de David Trueba. Es un libro que me habla a mí, y eso que no soy paisajista treintañero ni intérprete alemana de más de sesenta años. Me siento incapaz de trabajar con este dolor así que cuando termino de leer Blitz, me dedico a buscar mi opinión en otras opiniones y topo con una entrevista donde David Trueba dice:
"No estoy enamorado y lo siento: es el mejor estado del ser humano."
Yo estoy igual.
Fantaseo con la idea de ir a la presentación de Blitz en mi ciudad, el viernes, en Los Portadores de Sueños. Podríamos conocernos y podríamos enamorarnos, David Trueba y yo. Parece un hombre bueno. Le regalaré un ejemplar de mi ¡Buenas noches, Miami!, meteré mi tarjeta dentro. Busco en Google "David Trueba Miami". Sí, él también estuvo en Miami. Pondré en la dedicatoria: "Para David, esta otra historia, nada japonesa, sobre el paso del tiempo". Podría meter el libro en un sobre, para que nadie lo viera. Me daría vergüenza. Me dará vergüenza seguro. No creo que lo haga en realidad. A la presentación irá toda la casta literaria aragonesa. Lo presenta Ismael Grasa; es David Trueba. Yo no pertenezco a ese mundo, o no me siento parte de él. Yo escribo literatura infantil y juvenil. Los escritores de literatura infantil y juvenil formamos nuestra propia casta.
A ellos, a esos otros escritores zaragozanos, los veo en las pocas presentaciones a las que puedo escaparme mientras dejo al niño colocado una o dos horas. Siempre salgo corriendo. Desde hace un tiempo, veo que me saludan levemente con la cabeza. Igual me conocen porque durante un tiempo heredé la columna de Félix Romeo en el Heraldo de Aragón. Ellos son sus huérfanos, los huérfanos de Félix Romeo. Al grupo se han ido sumando algunos jóvenes escritores. No todos publican en pequeñas editoriales.
Creo que los mayores no me recuerdan. Yo sí, y eso que he olvidado la mitad de mi vida. Yo apenas tenía dieciocho años entonces, pocos menos que mi amiga M.. M. intentaba que la medicación contra la locura no se le llevara de paso su genialidad, y yo me fingía loca, creyendo que así me acercaba a la genialidad. M. era descendiente de Luis Buñuel; ese fue nuestro pase de entrada al alegre grupo de Félix Romeo. Nos recuerdo como pequeñas mascotas, bailando (M. era bailarina) y admirándolos. La primera vez que fuimos tras ellos, estaba precisamente Ariadna Gil. Creo que entonces todavía no era mujer ni exmujer de David Trueba. No recuerdo para qué había ido a Zaragoza. Recuerdo que dijo lo mucho que le gustaban los cuentos de Ignacio Martínez de Pisón.
Aquella noche, en el Bambalinas -estábamos muy locas- M. y yo cogimos la agenda telefónica de Luis Alegre sin que él se diera cuenta y fuimos al baño con aquel grial. Ahí estaba todo, estaban todos: Penélope Cruz, Trueba (que entonces, para nosotras, solo era Fernando), Jorge Sanz cuando nadie se preguntaba ¿Qué fue de Jorge Sanz?... Salimos del baño y volvimos a dejar la agenda en el bolsillo de la chaqueta de Luis Alegre. Creo que M. memorizó el número de teléfono de alguien.
Una noche, otra, Luis Alegre y Félix Romeo nos hicieron ese chiste-apuesta tonto al que, con mi insultante candidez, no encontré maldita la gracia. "Me apuesto cien pesetas a que te toco las tetas sin mover las manos" (o algo así), y luego nos tocó las tetas, con las manos, y nos dio cien pesetas. Yo me sentí una fulanilla. Además, llevaba una peluca lisa, rubia y con flequillo. La había comprado en la sección de Oportunidades de El Corte Inglés. Quería fingirme extravagante. Me salía con bastante naturalidad, la extravagancia, digo.
Luego me fui a estudiar fuera, a Barcelona, y acabé trabajando en Madrid. Cuando volví a Zaragoza, lo hice como cantaban Sergio y Estíbaliz, "vestida de olvido". 
Ahora tengo buenos amigos escritores e ilustradores, del mundo de la literatura infantil y juvenil, sobre todo. Ahora hay letraheridos que se me acercan en la feria del libro y me traen sus libros autoeditados con la esperanza de que los lea. Hay escritoras jóvenes que dicen que han cumplido en este mundo porque las he mencionado en mi blog. Al tío que en tuiter me ofrece su servicio de publicaciones para autores noveles, le suelto una chulería digna de Esperanza Aguirre. Pero ya ven, yo, que a veces soy presentada como "una escritora de éxito", sigo exactamente en el mismo lugar de aquellos que se me acercan con palabras entrecortadas, aquellos a los que me he jurado mirar siempre con interés.
Solo soy una chica que quiere que David Trueba la lea.
¿Y ahora qué?

En la imagen, de Larry Fink: yo, en mi tierna juventud, trastabillando por el Bambalinas con mis primeros tacones en pos de los prohombres y las promujeres (¿las había, o solo había musas?) del mundo cultural zaragozano de finales del siglo XX.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

" Buenos amigos escritores e ilustradores"
Mirá vos...ahí me tenés, entre los segudos. Por si usted silva.
A.G.

La Oro dijo...

Muchas gracias, A.G. Lo mismo digo (pero yo escritora, claro).