viernes, 21 de octubre de 2011

Carta al crítico entre críticos de una adulta extremadamente estúpida


Querido Harold (Bloom):
Corrí a comprar tus Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades y flipé en colores. Ese compendio de fragmentos de Shakeaspeare, Rossetti, Hawthorne, lord Byron... me hizo pensar que yo era una adulta extremadamente estúpida. Solo te digo una cosa. Todos los niños son extremadamente inteligentes. Y mi hijo más. Pero te lo advierto, Harold: cuando nacen, no tienen dientes.
Un cordial saludo,
La Oro
PD1: Eché de menos a Michael Ende y a Roald Dahl en tu antología. Entre muchos otros.
PD2: Ah, y otra cosa. No todos los niños del mundo son anglosajones. Tampoco lo son todos los autores. (Por cierto, en el párrafo anterior, léase “Mijael Ende” y no “Maikel”. El señor Ende era alemán.)
Fin de la carta.

Sí, sé que muchos, como Harold, me van a mirar por encima del hombro al verme defender los potitos literarios, esas obras pensadas para los niños teniendo en cuenta cuál es su léxico, su nivel de competencia lectora, sus intereses... lecturas “adecuadas” al fin y al cabo. E incluso adaptaciones de los clásicos. Pero defiendo que triturar es todo un arte. Y que, como todo, se puede hacer bien o mal. La trituración literaria exige, entre otras cosas, el dominio de la lectura, de la escritura y el conocimiento cabal del lector y el respeto hacia él. Y eso es algo de lo que no todos los autores “de adultos” pueden presumir.
Listillo lector, le veo venir. No me malinterprete: ese “sin sal”, ese “sin azúcar”, ese “sin conservantes” de los potitos no tienen por qué ser cosas esenciales que se pierde el lector, sino obstáculos que no aparecen en el texto y que, de hacerlo, alejarían a los pequeños lectores de la experiencia literaria. La mayor parte de las veces esos obstáculos son gratuitos; puro exhibicionismo de los autores: “¡toma intertextualidad! ¿Ha visto qué listo soy?”. Por eso, porque no hacen exhibicionismo, y porque no tienen otra opción, los autores de literatura infantil son, de entre la fauna de escritores, los más humildes. Porque ellos no se exhiben. Se inhiben. Se privan de decir cosas de una forma en que sus lectores, los niños, no los puedan entender. Renuncian a alardear. Y, por el contrario, se esfuerzan en hacerse entender abriéndose paso a golpe de metáforas. Y de esos golpes, estalla el humor o surge, en el mejor de los casos, la poesía.


He dicho. Bueno, dije. Lo confieso: lo he vuelto a hacer. Vivo de las rentas. Este texto forma parte de ese mismo artículo que escribí hace tiempo. Pero cuando, después de lo Rubalcaba, me acordé de esta carta, me dio un subidón al pensar que Harold Bloom podría contestarme en mi humilde blog. Y además, ando de cabeza. Tengo que prepara mi kit de montañera para subir mañana el Turbón y tengo una novela -juvenil, Mr. Bloom- que está diciendo: "¡Escríbeme!". Es mi forma -tan necesaria en mi caso- de practicar la humildad.

En la fotografía, de Pascal Perich, Harold Bloom, que no se atreve a dar la cara.

6 comentarios:

Mai dijo...

Desde mi punto de vista educativo (y no educativo, también) totalmente de acuerdo.

PD: Uno de mis trabajos para una asignatura es escribir un cuento infantil!!!

sfer dijo...

Nunca me ha caído bien Harold Bloom. Ni otros canónicos como F. R. Leavis.

En cambio, los potitos los encuentro deliciosos. Los descubrí no hace mucho, de la mano de una conocida de mi misma edad que se comía alguno para desayunar (de cerales) o de postre (de fruta). Como los libros infantiles, un buen potito es aquel que se disfruta a cualquier edad (cosa que, más o menos, ya dijo alguien famoso cuyo nombre no recuerdo...)

susanarosique dijo...

Dear Mrs. Oro, yo creo que ambos teneis razón. Entiendo que el sr. Bloom resume en el título su idea de que los niños pueden leer cualquier género y tema, siempre que, como planteas tú, no esté escrito para mayor lucimiento del autor (consecuencia: aburrimiento y desinterés) sino para seducir al lector. Otro asunto es ya el anglocentrismo, viven en un mapamundi reducido... En resumen, como dice una amiga mía (escritora): los libros para niños son libros que TAMBIÉN puede leer un niño. Y los mayores devoradores de álbumes ilustrados que conozco son adultos...¿será algo patológico, esto último? Un saludo, y enhorabuena por tu obra y tu blog, S.

La Oro dijo...

Mai, Sfer, Miss Rosique, mientras tenga comentaristas como vosotras, no echaré de menos la respuesta de Mr. Bloom. ¡Gracias!

Alba Úriz Malón dijo...

Ah, Bloom, él. El señor Harold. El que firmó un canon un tanto particular... Este mes me cae un poco mal, lo siento, pero es que en clase me estoy hartando de "sus" clásicos y estoy echando de menos "los" clásicos de todos.

¡Buenas noches! (buenas de verdad, sin insomnio -hazle ¡fus, fus! a ver si se va-) Y qué ricos los potitos.

Ana Alcolea dijo...

Genial, señora, como siempre. Ana A.