viernes, 3 de marzo de 2017

La intensa

Hoy cambio de biblioteca porque hasta a las personas conformes nos gusta tentar a la vida con pequeños sobresaltos.
Esta biblioteca, la Central Library, es enorme y está llena de libros, sí, pero también de gente. Encuentro un sitio donde rematar la historia que ando escribiendo. Abro el ordenador, abro Word, abro internet (porque hasta a las personas disciplinadas nos gusta distraernos de vez en cuando) y me pongo a ello.
Al poco rato, se sienta enfrente un señor mayor. Tiene la piel como la corteza de un árbol centenario. Este sí que parece un poeta, o un mendigo, o las dos cosas. Se pone a leer el New York Times, que es una cosa muy de mendigo poeta en Dublín.
Yo sigo a lo mío, que es escribir, y zascandilear en internet, y mirar a ese chico ¿o es una chica? que está en diagonal a la derecha, y ver por qué página del New York Times va el mendigo poeta de enfrente, y controlar cuántos donuts le quedan por comer al de mi izquierda (sí, esta bibioteca es muy laxa), y admirar la barba diría que recién cortada del pelirrojo (lo juro; no es cliché) que estudia economía a la izquierda en diagonal, y mirar si los zapatos que lleva aquella señora junto a las revistas le hacen juego con su boina roja...
Pero nada de eso, ninguna de mis distracciones, parece ver el mendigo poeta porque cuando recojo el ordenador, me llama discretamente y me dice:
–Disculpe, ¿puedo hacerle una pregunta?
–Sí, claro.
–He estado mirándola y... ¿Podría decirme qué ha estado haciendo todo este rato?
Y yo resumo:
–Escribir.
–Escribir... –rumia el mendigo poeta–. ¿Escribir qué? ¿Un libro?
Y yo:
–Un libro.
Y el mendigo poeta:
–Ya decía yo. Es que notaba algo... Tenía usted una... intensidad. Disculpe, se lo preguntaba solo por curiosidad.
Y antes de irme, el mendigo poeta, que ve que la necesito, me desea buena suerte.

Ya ven, soy la intensa que escribe en las bibliotecas. Me reconocerán por eso, por mi intenseness.
Eso si no me pillan mirando al barbudo de enfrente.

En la imagen, de Patrick Redmond, Catherine Walker interpretando a Maeve Brennan en la obra The Talk of the Town, de Emma Donoghue.

1 comentario:

Mara dijo...

eso, escribe, escribe y la buena suerte siempre viene bien ;)
me pregunto si el mendigo poeta se colará en la historia de alguna manera, quizá solo su piel de corteza de árbol :) o su prespicacia, que intensa eres un rato.
Un abrazo y... escribe, escribe!!! :D