El de la izquierda, el de la patilla, el tupé (ay) y la mano en el bolsillo, es Lorenzo Oro, mi tío Lorenzo. Mi tío fue árbitro de Segunda Regional y de más de un pueblo salió perseguido a pedradas, pero mi tío sobre todo fue, ha sido y será maestro. Para mí de niña era algo confuso tener un tío Lorenzo que diera clases en un colegio llamado "Tío Jorge" al que todos llamaban "don Lorenzo" en vacaciones, en Boltaña. Pero así fue. Porque mi tío ha sido director del colegio Tío Jorge, en el barrio del Arrabal (Zaragoza), durante 25 años y desde 1973
organiza en verano las colonias escolares de Boltaña (Huesca). ¿Vacaciones de maestro? Ja.
Por ley se tenía que haber jubilado hace dos años, pero hubo una movilización vecinal para impedirlo. Con eso les digo todo. Todos queremos a Lorenzo.
Este año ya se jubila, todo lo que puede jubilarse un hombre como él, y, con esa excusa, hoy mi querido Víctor Juan –maestro de maestros, maestro de museo– le dedica una preciosa entrevista en el Heraldo Escolar en la que mi tío acaba confesando que ya se ha acogido al programa de ‘voluntariado’ de educación. "Al fin y al cabo esta es mi vida y ni sé ni quiero vivirla de otra manera", dice Lorenzo.
A Lorenzo dediqué hace años una columna en el Heraldo Domingo que, por pudor, no colgué aquí. Pero me dijo Víctor Juan que la colgara con la excusa de su entrevista y yo a Víctor Juan le hago caso. Allá va:
LA APUESTA
“Llorará seguro, mamá”. Me lo dijo con la seguridad de quien certifica la muerte de una lagartija despanzurrada en la carretera. Se refería a su tío abuelo. “¿Qué te apuestas?”, añadió mi hijo envalentonado.
El tío había sido elegido pregonero de las fiestas. Dos folios de letra apretujada habían acabado convertidos en folio y medio en el ordenador. Letra grande. “Sácame tres copias, sobrina”, me pidió.
Ya solo de leer en voz baja sus propias palabras había llorado. No digamos en el ensayo. En representación de un pueblo entero: mi madre, mi hijo y yo. En la primera lectura, el tío logró contener las lágrimas durante la frase “Amigos y amigas”. No pasó de ahí. La segunda lectura alcanzó hasta “Amigos y amigas, ¿qué he hecho yo pa…”. En la tercera lectura aguantó el tipo hasta la tercera frase, que decía: “A este balcón me han traído los niños, los caballos y los rebaños, aunque no en este orden.” Es cierto que le tembló un poco la voz en “niños”, pero llorar llorar, lo que se dice llorar, no lo hizo hasta el “orden”. Mi hijo miraba ojiplático.
“Vamos, Lorenzo”, le susurraba yo dándole ánimos cada vez que se le aflautaba la voz y prorrumpía en sollozos. “¿Y lo bonito que es ver a un hombretón emocionarse así?”. “Sí sí…”, me respondía con escasa convicción mientras se sonaba ruidosamente la nariz.
“Ahora dime qué camisa me pongo”. Entre la de cuadros y la blanca de hilo, elegimos la blanca. “La compré para una boda ibicenca”, me contó. A mí me costó imaginar a mi tío, que es recio y más de cachirulo, en una fiesta así.
Llegamos al pueblo con un calor sofocante e iniciamos la ascensión. El pueblo es de esos que forjan alpinistas. Por suerte, cada dos pasos alguien nos daba la excusa para pararnos en mitad de la calle empedrada y jadear. “Hemos venido solo para escucharte”, decían a mi tío. “¡Enhorabuena! Ahora vamos a verte.” Yo le veía sudar bajo su camisa ibicenca. En la plaza del ayuntamiento, se pidió dos botellines de agua.
La plaza se fue llenando. Cuando ya no cabía ni un alma ni un cuerpo más, subió al balcón. Bailaron el palotiau, salió el alcalde y… “Amigos y amigas”. Y mi tío habló de los niños, y las colonias, y los curas, el herrero, el carpintero, la acampada en Jánovas, el campus con Juan Señor, el pavo, los veranos de la infancia en un pueblo cercano que ya no existe, el viaje a caballo…
Cuando las palabras se le quedaron aprisionadas en el pecho, el pueblo tapó sus sollozos con aplausos. Quizá por eso, cuando acabó el pregón, mi hijo aún preguntó cándidamente: “Pero entonces ¿he ganado la apuesta?”. Ustedes se lo imaginarán. Quienes estuvieron bajo el balcón del ayuntamiento de Boltaña lo saben.
Cosa tan bonita no se ve ni en los atardeceres ibicencos.
5 comentarios:
Qué bonito. Eso sí que es vocación. Personas así son las que me hacen mantener la esperanza en la humanidad.
Yo no conozco a tu tío pero de pequeña fui de campamento a Boltaña y tengo muy buenos recuerdos.
Buenas tardes,
He compartido con Lorenzo 14 años de mi vida al frente del APA CEIP Tío Jorge. Cuando decidí movilizar al cole, al barrio... para luchar por la continuidad de "mi jefe" lo hice movida por el corazón y el convencimiento de que era una decisión injusta. Lorenzo tenía que finalizar el proyecto de nuestro cole.
Sabía que proponerlo como "Rabalero de honor" al mérito profesional era algo "de justicia".¡Qué alegría y qué emoción ver llorar a Lorenzo! No se me olvidará nunca!
¡ 14 años con él dan para mucho!
Le he querido y le querré siempre!
Mi admiración y mi cariño.
Un saludo,
Isabel Royo
Soy lectora de tus libros,de tu blog y ex alumna de tu tío.Lo recuerdo como una persona extraordinariamente generosa.Me encanta lo que cuentas y como lo cuentas!.Felicifades Begoña!!
Qué alegría ver que poco a poco se va convirtiendo en una reunión de amigos y admiradores de Lorenzo, en un pequeño y merecidísimo homenaje. Muchas gracias, Elvira, Isabel, lectora anónima. ¡Y que vengan muchos más!
¡Qué gozada de hombre! Ojalá y hubiera más Lorenzos entusiasmando a nuestros chicos y avivándoles la curiosidad. Anoche escuchaba al gran Emilio Lledó que la educación es la base de todo. Pues a ver si nos aplicamos el cuento, destinamos más recursos y valoramos la profesión de maestro como se merece. ¡Debió de ser muy emocionante ese pregón! ¡Enhorabuena por tener un tío tan querido y tan especial! Un abrazo, Cecilia
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