No sé qué es peor, la censura ajena o la autocensura. Para la libertad, digo. Para la salud, para el dinero y para el de los antivalores pestilentes, parece ser que lo mejor es la autocensura. Para el amor (también propio), la censura ajena.
Se puede elegir, ¡claro que se puede elegir! O silencio o martirio.
Para que luego digan que la libertad está amenazada.
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