Miren que hace frío del que hablar, pero mi hijo ayer decidió renovar el género de la conversación de ascensor. Y tenía que hacerlo precisamente con uno de los hombres más interesantes con el que hemos coincidido. Llevaba un libro de arte bajo el brazo.
Al entrar en el ascensor, mi hijo preguntó al desconocido:
-¿A qué piso va usted?
Así, con el "usted" incluido. Mi corazón de madre se esponjó.
El hombre iba al mismo piso que nosotros. Mi corazón de mujer dio un brinco.
Hubo un silencio. Y luego un:
-¿Te has tirado un cuesco?
La frase la pronunció mi hijo. Se la decía al hombre del libro de arte.
El hombre dijo que a lo que olía era a cable quemado, y era cierto.
-Sería un pedo de robot -argüí yo.
Llegamos a nuestra planta y el hombre llamó al piso del misterioso vecino nuevo.
Cuando entramos en casa, mi hijo, que ya sabe, sin que nadie se lo diga, cuándo tiene que empezar a tramar justificaciones, dijo:
-¡Mamá, era por romper el hielo!
Claro, si es que hace un frío...
No crean que no le reñí, no crean que encima le río las gracias al niño. Ya le reconvine, ya:
-¡Pero hombre! ¡Tendrías que haber dicho: "¿se ha tirado usted un cuesco?"!
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