viernes, 18 de julio de 2014

Subidón

Decía Camba que lo primero que tendrían que hacer con los Estados Unidos es bautizarlos, que eso de llamarlos "Estados Unidos de América" era como decir "el señor rubio que toma café en la primera mesa a la derecha del mostrador". Con "El musical participativo" pasa lo mismo. Lo primero que habría que hacer es buscarle un nombre de verdad. Cierto es que esa birria de nombre -"El musical participativo"- da una idea clara de su esencia: un espectáculo musical abierto a la participación de no profesionales. La iniciativa viene de largo. Empezó en el 95 con el Mesías de Händel y desde entonces, se han ido haciendo castings, formando miembros del coro y dando conciertos en un montón de ciudades españolas. Ayer actuaron en el Caixaforum de Madrid y repetirán el jueves que viene con el mismo repertorio, compuesto por canciones de musicales.
Al oírlos recordaba que en todas las películas nórdicas que he visto últimamente, había un coro. Normal. A falta de sol, ¿de dónde va a sacar uno la alegría? O se da a la música, a la lectura, al aguardiente o al asesinato.
Pero ¿qué necesidad? ¿Qué necesidad de beber o matar con el subidón que da cantar o escuchar un fragmento de Hello, Dolly!, Hairspray o Anything Goes? Que se lo digan al abuelillo que ayer bailaba como un loco desde un margen del concierto (el concierto es al aire libre, bajo el gigantesco porche del Caixaforum; los que pagaban entrada se sentaban y los que no, bailaban en los laterales). Por si no tuvieran bastante con lo que se ve desde la silla o el lateral -el coro, los solistas, la orquesta, el director-, siempre pueden darse la vuelta y observar el arrobo con que el público escucha a sus parientes. Esa hija que ve a su padre cantar y mover los brazos como un gato mientras canta Cats, esa abuela que ve a su nieta salir a bailar al son de Ragtime, toda esa gente a punto de romperse las palmas aplaudiendo, porque, sí, «todos deberíamos recibir una ovación al menos una vez en nuestra vida», y esa es una de las mejores cosas de este musical participativo: ver a personas como usted, como yo, como sus vecinos, recogiendo la ovación de su vida. Y no solos. Ríanse de la euforia colectiva de Alemania ganando el Mundial.
Ya ven lo ñoña que estoy. No me hagan mucho caso. También soy una conversa de los musicales, y ya saben que los conversos son los peores.

En la imagen, de Phil Stern, yo misma, con Irving Berlin a mi derecha y mi querido Cole Porter a mi izquierda (algún día, y este es un proyecto que arrastro hace años, haré una adaptación de las letras de Cole Porter). No me pregunten por el de la derecha del todo, que ese es el típico Mocito Feliz que se cuela en todas las fotos.

Ah. Otra cosa. Los del Caixaforum se están cubriendo de gloria (qué raro suena decirlo sin ironía) con la programación este verano. En Barcelona, los que puedan, no deberían perderse a Marta y Micó el 13 de agosto. Yo no lo haría.
  

4 comentarios:

La Oro dijo...

¡¡Me encanta!! Muchísimas gracias por el enlace, Anónimo.
Es como la versión ultracivilizada de las chirigotas de Cádiz. Será que quejarse con tan poca gravedad solo es posible cuando tus antepasados han elegido una tierra para vivir bastante bastante más cálida.
¡Gracias de nuevo!

Javier Ruescas dijo...

Estoy deseando ir a algún "sing along" de estos que se están poniendo (por fin) tan de moda en España. En Madrid se hacen en el Conde Duque, donde el salón del libro de LIJ (¿Casualidad? No lo creo, jujuju....). Pero me pillan fatal las fechas de este año, aun así, estaré pendiente para las siguientes oportunidades.

Un beso fuerte!
Javier

La Oro dijo...

¡Buaaaah! ¿Y por qué me entero de esto cuando las entradas del "sing along" de "Mamma mía" ya están agotadas? ¿¿Por quéeee??
Un beso con lágrimas.

Anónimo dijo...

Me encantas Oro, cuando dices...
"en la foto, yo misma..."jeje
te queda tan bien...
seh!

A.G.