Pájaros, pájaros por todas partes.
Duermo en una almohada distinta de la acostumbrada que me clava los cañones de las plumas en el cuello.
Tengo una cartera nueva que se abre girando el ala de un pájaro.
Leo Una noche en la luna y me conmueve la mención a un cuadro de pájaros muertos.
Leo otro libro que sé desde el principio que tendrá cuadro de pájaro (vivo), El jilguero, sí.
Cuando lo acabo, llamo a mi vecino y le pido que me mande dos fotos en alta resolución para imprimirlas. Son imágenes de la Venta el Maestro pero ahora quiero sacarlas de ahí y colgarlas en una pared de mi casa porque son preciosas y porque para mí esta ya no es una jaqueca sino un recuerdo de (cito a Donna Tartt más contextualizada de lo que pudiera parecer) “el dolor inseparable de la alegría” y esta, sí, es "soledad que aísla a una criatura viva de la otra", pero soledad compartida.
Aprovecho para preguntar a mi vecino dónde estará el 16 de septiembre (si están en Zaragoza, guarden esa tarde en su agenda junto a mi nombre), y me dice que seguramente en Nueva York. Ave migratoria, él ya es un pájaro de América.
Voy a ver Poeta en Nueva York, el espectáculo de poesía (de Lorca), música (de Edith Salazar) y sobre todo danza (de Rafael Amargo, al que siempre acabo llamando —querencia de ilustradores— Pablo Amargo), y veo que si no volamos es solo porque tenemos las piernas demasiado largas, y que el taconeo es un ensayo de despegue. (Hay una bailarina pequeñita que casi casi vuela.)
A la vuelta de Amargo, me resisto a coger el metro y vagabundeo hasta llegar a la plaza Santa Ana. Me acerco por detrás a esa estatua que creía recordar de Antonio Machado y resulta que es de Federico García Lorca, al que aún llevo en la cabeza. Cuando lo rodeo y lo miro de frente, descubro que tiene entre las manos ¡oh! un pajarillo.
Encuentro este poema que me fascina de Karmelo C. Iribarren:
LA TRISTEZA
Un gorrión
muerto
en la acera:
Un truco de la tristeza
para decirnos que existe,
sin ponernos
muy muy tristes.
Pero todos los pájaros que encuentro, o son de mentira o están vivos. Hay uno que se me acerca.
¿Me estará queriendo decir algo la alegría?
Imagen: Autorretrato de Graciela Iturbide.
Edito (28/7/2014): ¡Pájaros, pájaros por todas partes! Hoy me han salido al paso dos pájaros más: uno, libre, en la calle, y otro, enjaulado, en la librería, El pájaro enjaulado de Van Gogh y Zabala. ¿Lo han visto? "Mi querido Theo: un pájaro enjaulado en primavera sabe muy bien que hay algo para lo que serviría. Siente con fuerza que debe hacer algo, pero no puede..." ¡Enciérrenlo en su estantería cuanto antes!
Siempre suya,
La Oro
4 comentarios:
Estuve hace poco en esa plaza y estuve, hace poco también, pero ahora el adverbio es "a punto" de subirme al pedestal de Lorca y pasarle un brazo por los hombros, pero al final solo me quedé a su lado para la típica foto de literato en modo turista. Me fijé en el pájaro de sus manos y mi amiga me preguntó si me parecía que era una paloma, porque, según me dijo ella, a Federico no le gustaban las palomas. A mí me pareció un gorrión. Ahora leo ahí que es una alondra o un ruiseñor.
Mira que es curioso, porque con el tiempo libre también me rondan pájaros en la cabeza, pero más allá de la paloma, el gorrión o la golondrina, no sé identificar ni uno.
Querido Matt, yo también tengo esa asignatura pendiente: distinguir un reyezuelo de un petirrojo, de un herrerillo, de un verdecillo, de un estornino... Saber adjudicarles un nombre (¡y qué nombres!) para durante un instante, el de nombrarlos, tenerlos en mano, como hacemos con las fotos, como hiciste tú con Lorca, atraparlo un momento contigo en esa foto. Y luego, que sigan volando.
(No sé tú, pero lo que es yo, no estoy tan segura de que sea mejor un pájaro en mano que ciento volando. Son tan bonitos los pájaros volando...)
Disfruta de tus pájaros en la cabeza. Dales alas.
Estoy por Holanda con El jilguero de Tart.
Lo empecé, casualidad, en Amsterdam.
No en un hotel sino en un hostalito amarillo con ruedas.
Admirador del secreto de Donna, que ya te contaré,
y admirador del dorado blog, un saludo permanente.
Pues sí, Sam Fisher, me tiene usted que contar. (Y perdón por el retraso en contestar.)
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