“Trabajar cansa”. Lo dijo un poeta, Cesare Pavese.
“Leer cuesta”. Lo digo yo, Begoña Oro, y seguro que tú también. No es lo único que cuesta. También cuesta la fama, y correr, y hacer un regalo con las propias manos, y tejer pulseras, y cocinar algo que no se apellide “Y listo” (pollo y listo, al microondas y listo, abre el flan y listo). Y sin embargo, qué bien se siente uno después de hacer, o comer, algunas de esas cosas que cuestan.
Total, que no vamos a dejar de leer solo porque cueste un poco de esfuerzo, ¿no? Si fuera por eso, nos pasaríamos los recreos mirando el cielo, guardando energía, hibernando como osos.
Leer cuesta, sí. Pero cuanto más lees, menos cuesta. Lo cuenta Alan Bennett en Una lectora nada común. La protagonista de ese libro es la reina de Inglaterra. La reina al principio no lee nada de nada. Y cuando se pone a ello le cuesta, claro, pero mira lo que se dice sobre una novela que la primera vez le pareció un tostón: “La novela que había encontrado lenta ahora le parecía de un dinamismo refrescante. Y se le ocurrió la idea de que leer era, entre otras cosas, un músculo que ella, al parecer, había desarrollado.” ¡Un músculo! Por eso, cuanto más lees, mejor lees.
Todo el mundo está desesperado por hacer que los niños y niñas, que los jóvenes, desarrollen ese músculo. Los desesperados a veces son lectores, y no les cabe en la cabeza que os perdáis algo tan maravilloso, y otras veces no son lectores. ¿Te parece extraño que gente que no lea quiera que los niños lean? No tanto. También hay padres que fuman, y seguro que prefieren que tú de mayor no fumes. Y es que hasta los no lectores se dan cuenta de que es mejor tener músculo lector que no tenerlo. Leer es importantísimo. Lo dice Víctor García de la Concha, que fue director de la Real Academia Española: “El arte de leer no es un capítulo más de la educación y, menos aún, de la enseñanza, sino la base de ambas.”
Pero ¿cómo se hace músculo lector? ¿Y cómo se te meten en el cuerpo las ganas de leer tan dentro que no haya quien te las saque en toda la vida?
Para hacer músculo lector, se ha hecho de todo. Se inventó la “animación a la lectura”, que a veces ha tenido más de jolgorio que de lectura, y que sí, hace músculo, pero a veces más otro músculo, el de la creatividad o el de la convivencia, que músculo lector. Pero también se han hecho cosas muy interesantes. Muchas están relacionadas con la escritura, porque igual piensas que no te gusta leer, pero ¿escribir? No me digas que no te gusta escribir. Y cuando escribes, también estás leyendo.
Pero lo que de verdad sirve para hacer músculo lector son los buenos textos o, mejor dicho, los textos bien seleccionados, los que te van a gustar a ti. No a todos nos gustan los mismos libros pero todos podemos encontrar historias, o artículos, o textos informativos que son tan interesantes, que nos dicen tantas cosas, cosas que tienen que ver con nosotros, que hacen que olvidemos que leer cuesta un poco. Ya lo decía un gran poeta, Pedro Salinas: “Se aprende a leer leyendo buenas lecturas, inteligentemente dirigido en ellas, avanzando gradualmente por la difícil escala.”
Desde que empezamos a publicar estas páginas [este artículo fue publicado en el especial número 1.000 del Heraldo escolar (9/4/2014)], hemos estado empeñados en que tú tengas un precioso músculo lector. Intentamos con todas nuestras fuerzas que estas líneas que lees sean de esas que se beben como si fueran agua. Y además hemos tenido varias secciones especiales para fomentar la lectura. Y dirás: “Pues vaya empeño. ¿Y no prefieren que, en vez de lector, sea deportista, o cantante, o astronauta?”. Puedes ser todo eso si quieres. No es incompatible con ser lector. Pero es que tenemos dos buenas razones para luchar por que te guste la lectura. Una generosa y otra egoísta. ¿La generosa? Queremos que seas feliz, y sabemos que la lectura puede darte felicidad. ¿La egoísta? Somos un periódico. ¿Cómo no vamos a querer que leas? ¿Sabes qué seríamos nosotros sin lectores? ¿Sabes que sería del Heraldo sin ti? Sin ti… Que te lo cante Amaral.
En la imagen, de Bruce Weber, jovencito a contracorriente haciendo músculo lector mientras sus amiguitos se entregan a otros vicios. No sé ustedes, pero yo me quedo con el del tatuaje.
2 comentarios:
Leerte cuesta muy poco. Casi nada. Pero llegar a tensar el músculo hasta hacer molla en el tatuaje de tu prosa, ay, es otra cosa.
¿No hay ninguna forma de premiar los comentarios? Debería. Si no fuera usted anónimo, le daba un abrazo. Se lo mando.
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