Mis Croquetas y wasaps eran finalistas a mejor novela nacional del año.
La de la foto soy yo a la salida de la fiesta.
Como ven, no llevo un premio en la mano. Llevo una sonrisa en la cara y un helado, porque eso es lo que me llevé, todo lo que da un helado, que no es poco: un rato de dicha, la sensación de que el tiempo se te escurre entre los dedos (ya sea en forma de churretones derretidos o de años que ya no cumplirás), frescura, mucha frescura, y alegría de vivir, o alegría de escribir, que en mi caso cada vez resulta más lo mismo.
Yo, que soy una ingenua, no sabía que antes del premio contactaban con el ganador para avisarle y que acudiera o mandara un bonito vídeo. Aun así, vistos los otros finalistas, no tenía muchas esperanzas de ganar. Ni me había preparado discurso, con lo que me gustan a mí los discursos. Además, esta entrega de premios no tenía nada que envidiar a la gala de los Goya: tampoco venía Wert, así que no había ante quien reclamar.
Las pocas esperanzas que pudiera albergar se esfumaron del todo cuando dieron el premio a mejor novela extranjera de saga a Reconexión. Comprenderán que entre abortos retroactivos de hijos llegados a la adolescencia, que es de lo que trata Reconexión, y adolescentes idiotizadas por el enamoramiento media un océano insalvable. "Cotrina", pensé entonces. Y así fue: ganó Cotrina, y no me extraña porque La canción secreta del mundo es un pedazo de novela y la mejor forma de quedarse sin uñas, sin falanges y sin dulces sueños, y además empieza con un saco de niños muertos y a partir de ahí es un no parar.
Cotrina no estaba, pero sí estaba, presumiendo de ser el más viejo de la sala, Jordi Sierra i Fabra, que ganó el premio a mejor novela nacional perteneciente a saga. Y también había editores. Pero sobre todo, en esa sala de FNAC Callao, había jóvenes, más de cien jóvenes que se muerden las uñas leyendo, que lo cuentan en sus blogs, jóvenes que han hecho, con iniciativas como la revista templaria, que la literatura juvenil tenga una entidad que no tenía hace unos años. Es también gracias a ellos que ahora -lo cito como síntoma- la sección juvenil de FNAC esté más cerca de adultos y de cómic que de infantil, en otra planta incluso. Pero esto empieza a parecer peloteo, y acabo de leer un artículo magnífico de Marta Sanz que va a regir mi vida a partir de ahora y que es un inhibidor de la adulación, así que si sois jóvenes y hacéis crítica de literatura juvenil, no os esponjéis todavía porque aún no he terminado con vosotros. Es importante lo que hacéis. Es muy importante para el género. Antes, hace no tantos años, no había crítica de literatura juvenil. Si hoy la literatura juvenil es mejor (¿lo es?), es en parte gracias a vosotros. Y a nosotros, los autores. Nosotros tenemos que escribir bien. Vosotros tenéis que leer bien. Y ahora, si no lo habéis hecho antes, pinchad en este enlace para leer el artículo de Marta Sanz. En literatura juvenil también necesitamos escritores impertinentes e intrépidos, y necesitamos lectores impertinentes e intrépidos, intrépidos como los templarios.
Imagen de Garry Winogrand.
1 comentario:
Begoña, he leído Croquetas y Wasaps y me ha gustado mucho, me ha encantado. También me ha gustado tu visita. Enhorabuena;)
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