Recibo un mensaje. "Asunto: Vecina", dice.
La última vez que recibí un mensaje parecido acabé enamorándome del remitente.
Lo abro con cuidado.
El mensaje es un viaje al pasado.
"Hola Begoña, soy L. C., la vecina de V., ¿te acuerdas de mí?
Estaba en una de las pocas librerías del barrio y he visto un libro tuyo y me he acordado de la biblioteca 9 y 3/4 con mucha ilusión."
Y entonces la recuerdo yo también, aquella biblioteca que monté en casa.
Hará más de quince años de aquello. Ya tenía la casa abarrotada de libros infantiles. Vivía en Madrid, en una urbanización llena de niños, L.C. y su hermana entre ellos. L. tendría entonces unos siete años.
Decidí abrir mi casa una vez a la semana para que los niños y niñas de la urbanización vinieran y se llevaran los libros en préstamo. Ese día poníamos la alfombra de los cuentos, leíamos, hacíamos tonterías... Elegimos el nombre de la biblioteca por votación popular. Hicimos carnés de socios. Qué bonito fue aquello, sí. Los mayores tomaban cervezas en el banco de la urbanización. Los niños trasteaban con los cuentos en el pequeño salón de casa. A veces dos niños querían coger el mismo libro y discutían. A menudo nos reíamos a carcajadas. Si hacía bueno, salíamos al jardín. No era nada silenciosa aquella biblioteca.
Seguramente el libro que L. ha visto es el primero de Misterios a domicilio, que es la historia de un vecindario, el de La Pera 24. Cómo me alegro de que los vecinos de La Pera 24 me hayan traído de vuelta a esta otra vecina de quien prefiero no calcular la edad actual. Para mí será siempre esa niña pizpireta de pelo largo a la que su padre tenía que llamar cien veces para que saliera de la piscina.
Dentro de poco, me iré a cenar con G., que vive al otro lado de la pared.
El mundo será ancho y ajeno, pero la vida de cada cual es un vecindario.
Gracias, L.C.
1 comentario:
Soy una romántica empedernida y me parece tan lindo eso de enamorarse de un remitente, es tan especial como la biblioteca 9 y 3/4. Cómo brillas, Oro.
mil besos!
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