Son varios los motivos de mi exilio irlandés. Uno es la publicación de este artículo. Me lo pidieron del Heraldo. Ellos: "Que vamos a hacer un anuario celebrando nuestros 150 años, que nos escribas 4.200 caracteres sobre la literatura infantil y juvenil en Aragón". Yo: "Que no, que lo haga otro, qué sé yo, Rosa Tabernero, de la universidad de Zaragoza, que yo solo soy (intento ser) una escritora, que no doy para más". Ellos: "Que no, que lo hagas tú"...
Para cuando me puse a escribir, con lo que me cuesta a mí llenar una página, tenía 6.660 caracteres, una cantidad endemoniadamente difícil de reducir a 4.200. Pero lo hice. Y ahora, meses después, ha salido publicado.
Claro, un artículo de estas características no puede sino granjearme enemistades porque no hay artista que se sienta tratado con justicia, y si no, es que no es artista. Pero si algún afectado por mi artículo quiere tirarme al paso del tranvía, tendrá que esperar a que pase el Luas. ¡Ja!
Amparada por la distancia, cuelgo aquí el dichoso artículo. Yo propuse como título alternativo ¿Qué más quieres, Tabernero?, pero, como era de esperar, acabó apareciendo bajo el título No es normal.
NO ES NORMAL
Los escritores de literatura infantil y juvenil (LIJ) vamos con nuestra maletita en misión pedagógica de colegio en colegio, de pueblo en ciudad, y volvemos a casa llenos de dibujos de niños, de portalápices de cerámica, de cansancio, y si la cosa se da bien, de felicidad. Para muchos, «casa» es un lugar en Aragón.
Me lo recordaron hace poco al juntarnos varios escritores de LIJ en Madrid. Andábamos quejándonos de nuestra invisibilidad (los medios nos ignoran, no hay crítica de literatura infantil…) cuando aproveché para presumir:
–Pues en Aragón –dije–, los miércoles el Heraldo Escolar dedica un espacio a la LIJ, y los jueves, Artes & Letras también.
Y eso que no fardé de los muchos días en que Antón Castro entrevista a un autor de lo nuestro, cuando no es él el entrevistado por haber publicado un álbum.
Comentó entonces un escritor madrileño:
–¡Pero es que lo de Aragón no es normal! ¡Está lleno de autores de LIJ!
No siempre fue así. Dice la Gran Enciclopedia Aragonesa acerca de «literatura infantil»: «No ha sido muy abundante (…) la dedicación de los escritores aragoneses a esta literatura». Romualdo Nogués, Miguel Buñuel en los 60, y poco más.
Durante los 80, los 90, un manuscrito infantil en un sobre con matasellos de Zaragoza apenas podía significar una cosa: Fernando Lalana. Bueno, si el sobre era grande y la letra preciosa, podía ser del genial artista Francisco Meléndez. Pero Meléndez fue un caso aparte, tan aparte que quiso apartarse de esto y de todo.
Lalana debía de sentirse tan solo que algunos de sus títulos los escribió a cuatro manos: con Puente, con Almárcegui, ahora con Videgaín… Durante un tiempo, Fernando Lalana lo ganó todo: el premio Gran Angular, el Barco de Vapor, el Nacional de LIJ, el Cervantes Chico… Y sigue. Pero ya no está solo en esto.
Hete aquí que en el año 2000, Ana Lartitegui y Sergio Lairla, artistas y residentes en Zaragoza, ganan el Premio de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil de México, y ese mismo premio, en el 2004, lo gana el oscense Javier Sáenz Castán. Y antes, en el 2002, José María Latorre gana el premio Gran Angular. Y mientras, Daniel Nesquens empieza y no para de escribir y los editores miran y remiran el remite, porque lo de Nesquens no parece ni aragonés ni holandés, ni siquiera de este mundo, pero sí, esos sobres del tal Nesquens vienen de Zaragoza y el Nesquens gana el premio Anaya, y el Barco de Vapor, y... Y Ana Alcolea, que viene de Torrero y de Noruega, que pule su obra con maestría nórdica y gusto veneciano, después de varias novelas juveniles, gana el premio Anaya en el 2011; y David Lozano, también zaragozano, recoge el premio Gran Angular de manos de los entonces Príncipes de Asturias y en México, en Argentina, los adolescentes hacen kilómetros de fila para conseguir su firma; y dice mi madre que diga lo mío, que sí, que también yo gano el premio Gran Angular, y el Hache, y que me traducen al coreano, al alemán, hasta al valenciano; y las ‘Fábulas morales para jóvenes’ de Grassa Toro, que manda sus cartas desde Chodes, son elegidas Mejor Libro del Banco del Libro; y el rodariano Pepe Serrano gana el Vila d’Ibi; por no hablar de que Isidro Ferrer y Elisa Arguilé dan categoría al Premio Nacional de Ilustración al ganarlo, y Antonio Santos, al quedar segundo, y Tàssies, de Barbastro, recibe el Internacional de Ilustración de SM, y Jesús Cisneros, el Lazarillo; que en esto de la literatura infantil hay dos tipos de autores, escritores e ilustradores, y de todo, y excelente, tenemos en Aragón; y eso que solo cito a los que tienen premio, porque a algo hay que aferrarse para que los ausentes, que los hay, no me manden a sus madres o un maleficio, como hizo el hada a la que no invitaron al bautizo.
Porque miren que he citado a gente y aún me dejo nombres (Cano, Alberto Gamón, David Guirao, Ana Lóbez, Roberto Malo… Apila, Nalvay, Comuniter…; me sigo dejando). Para que vean que, sí, lo de Aragón no es normal. Por eso Antón Castro dice que aquí vivimos una Edad de Oro de la literatura infantil y juvenil, cosa que Rosa Tabernero, de la universidad de Zaragoza, matiza –«de Plata, Edad de Plata»–, que ya se sabe cómo son los académicos. En fin, no sé a qué espera la Tabernero para llamar a esto Edad de Oro, ¿a que Félix Teira escriba otra novela juvenil?, ¿a que Nesquens caiga en la melancolía total?, ¿a que María Frisa, exitosísima autora de los famosos libros de 75 consejos…, sume mil consejos?, ¿a que la editorial sinPretensiones publique un libro con texto de Chus Juste? Vamos, Tabernero, ¿qué más quieres?
En la imagen: ilustradora aragonesa consternada por no haber aparecido en mi artículo comenta a escritor aragonés: "A mí no mi ha sacao", a lo que el escritor responde: "Para cuenta que a mí tampoco".
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