lunes, 5 de mayo de 2014

Pienso en ti (cuando escribo)

Parecía un intento de encerrona cuando Santiago García-Clairac me preguntó, en medio de una charla que dábamos al alimón, si yo era una de esas escritoras que decía ¡oh! escribir para mí solo para mí y nada más que para mí, o si por el contrario era una de esas otras escritoras como Dios manda que tenían en cuenta a ese público suyo al que todo se lo debían sois un público maravilloso ¡guapos! ¡guapos! ¡guapos! Bueno, quizá la pregunta no fuera formulada en términos tan capciosos... ¡Qué demonios! ¡Sí lo fue! Y tengo testigos.
En cualquier caso, yo era del bando de los buenos y pude demostrarlo leyendo un post que había publicado aquí donde se veía lo muy en cuenta que tengo a mi público ¡guapos! ¡guapos! ¡reguapos! ¡os quiero! ¡no podía soñar con un público mejor!
Pero reconozco que me gusta António Lobo Antunes, del que dice Sergio del Molino (y como yo no podría decirlo mejor, lo copio):
"António Lobo Antunes es un caso de escritor-límite. No se molesta nada en ponérselo fácil al lector, no tiene la menor consideración con él. Parece como si no le importase si le acompaña a la siguiente página o se detiene en las primeras diez, mareado y confundido. Él compone como le parece y es el lector quien decide si hace el esfuerzo de seguirle el ritmo. Como un jazzman en las últimas que toca con los ojos cerrados sin importarle si hay alguien escuchándole."
He escrito una cosilla con los ojos cerrados. No sé qué tal quedó. A ratos pienso que es lo mejor que he escrito; a ratos pienso que es una mierda. Es para adultos. Con niños y jóvenes tengo más consideración, una especial consideración. Para mí que se la merecen.
Ahora quiero escribir otra cosa con los ojos abiertos. Para jóvenes quizá. Pensaré en ellos. Pero ¿en quién? ¿En mí cuando era (aún más) joven? ¿En esa categoría que describen los estudios sociológicos? ¿En Martín? ¿En Jorge? ¿En Nicolás? ¿En Sara? Porque cada uno es de su padre y de su madre, incluso en los casos -Martín, Jorge- en que su padre y su madre son los mismos. Y además hay mucho más Martín, mucho más Jorge, más Nicolás, más Sara, de lo que se ve. Lo sé -lo sabemos todos- porque no hay nadie -niño, adolescente, adulto- que vaya por el mundo, menos mal, mostrando todo su ser, ni siquiera Azarías. Para eso precisamente está la literatura, esa rendijilla que nos asoma a la parte oculta, ese rasguño en el cómodo barniz de la categoría que revela al individuo que se esconde detrás, ese ventilador que pone en evidencia la parte sobre la que se tambalea lo que aparentamos ser.
No crean que es fácil. Trabajar entre ventiladores tiene sus riesgos. Como te despistes, tú misma te enredas. Miren a Beyoncé.

Imagen de Horst P. Horst.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Al final de su texto, no me ha quedado claro si escribe para usted (no puedo tutear a una gran duquesa, sería una falta de respeto) o para sus lectores.
¿Quizás algo intermedio?

Se lo dice el negro de Dan Brown que, evidentemente, escribo para él.

La Oro dijo...

¡Yo también quiero ser negra y escribir para Dan Brown! ¿No tiene ganas de jubilarse y cederme el puesto? ¿Y compartirlo? Seguro que hay trabajo de sobra. Avíseme.
Yo escribir, escribo para mí y para mis lectores (y creo que en ese orden). Pero intento no olvidar que ese "mis lectores" es un puñado de seres únicos. Usted sin ir más lejos. Es un anónimo distinto a cualquier otro anónimo. Y me gusta no perder eso de vista porque cuando uno escribe pensando en un público concreto (los niños de 7 años, los adolescentes, los negros de Dan Brown), fijarse en exceso en los rasgos comunes de ese grupo, puede restarle profundidad.
Creo que no he sabido contarle esto muy bien. Pero estoy segura de que un negro de Dan Brown y lector de Begoña Oro sabrá interpretarme. Aunque igual esa sea otra generalización equivocada.
Y otra cosa, a mayor abundamiento de lo dicho en el post: escribo pensando en mis lectores especialmente cuando escribo para niños y para jóvenes. Lo contrario me parecería una falta de respeto hacia ellos. Lo que pasa es que como los adultos no me merecen tanto respeto, estoy empezando a pasar de ellos. Pero igual solo es una época.
Ya ve, tengo una poética llena de "por ahora", "ya veremos", "a veces sí", "a veces no". Se me cae por todos los lados. Es lo que tiene cuando, en el fondo, una quiere que la quieran todos, digo..., quiere que la lean todos.

Anónimo dijo...



Mmmmmmmm...Oro, Oro...
esteeeeeeee...
yo cuando escribo, pienso que no sé escribir.
Como para pensar si escribo pensando en otros...
uufffff...qué mareo de pensamientos.

A.G.

La Oro dijo...

Jajajaja, A.G.
Pues sí.
Seguramente la mayoría de los porqués y los cómos y los paraquién nos los inventamos después para responder preguntas en charlas y encuentros. Bastante tenemos con escribir, con lo vagos que somos vos y yo.

Anónimo dijo...

¡Seh! je je...

A.G.

Anónimo dijo...

Dice usted: "¿No tiene ganas de jubilarse y cederme el puesto? ¿Y compartirlo? Seguro que hay trabajo de sobra"

Le respondo: No se crea. Dan publica un libro cada varios años y además el trabajo obliga a infiltrarse en sociedades secretas... ahora entre los masones, ahora entre los illuminatis, es un sin vivir. Pero escribir, lo que se dice escribir, poco, muy poco. De todos modos, gracias por el ofrecimiento, Gran Duquesa.

El negro (aunque él prefiere el término de ghost writer) de Dan.