Se llenan los periódicos de gente que ya no es lo que era, personas a las que se identifica por lo que un día fueron pero ya no son: exalcaldes, exmujeres de exalcaldes, extesoreros, exciclistas, exconsejeros, exnovias de hijos de expresidentes (y porque no hay ‘exhijos’)..., incluso –lo nunca visto– expapas.
Hace unos años estas noticias habrían ocupado algunos espacios más. De hacer caso a la antigua Ortografía de la Lengua Española, correría el aire entre esos “ex” y aquellos cargos o cargas. Pero desde diciembre de 2010, dice la Real Academia Española que nada debe separarlos, ni espacio ni guiones ni rayas. Lo que antes era un ex ministro, es ahora un exministro, además de ser un exmarido británico o una exdoctora alemana (los exismos tienden al cuadrado y al extranjero). El ‘ex’ se incorpora como prefijo y pasa a formar parte de la palabra, y uno ya no distingue entre la extensiones y el tiempo de paz, y parece que va a la peluquería a que le pongan un armisticio, y deja que le masajeen la cabeza.
Pasa uno a ser ahora lo que es y lo que ex, o lo que fue, y a unos se les nota más y a otros menos. Los hay que incluso se retrotraen en sus exismos hasta la tierna infancia. Al fin y al cabo, aunque en algunos casos cueste creerlo, todos somos exniños, aunque hay quienes ya talluditos sigan luciendo el increíble papo con el que escurren el bulto los chiquillos, la alegría con la que reparten las culpas, el instinto salvaje y salvacastigos del “yo no he sido”; eso, después de una larga etapa del “mío mío”. Al rincón de pensar.
Somos hoy lo que dejamos de ser ayer, pero también en el futuro dejaremos de ser lo que somos hoy. Me aferro al exismo para pensar que un día todos estos lodos se sedimentarán bajo tierra, que esta grisura será también pasado, que seremos exparados, exdesahuaciados, exdeudores y que tendremos motivos para ser exescépticos; que pasará el tiempo y el confeti volverá a ser solo un arco iris recortado a cachitos que hace sonreír a niños y exniños; que Suiza será el lugar donde pastan vacas moradas que dan chocolate y donde triscan ciervos entre montañas, invitando a tomarlos como modelo para gastar unos lápices de madera Alpino; que esta crisis quedará congelada y explicada en los libros de texto.
Solo espero que ese día llegue pronto y que podamos escribir cosas más leves, más felices, y que, al escribirlas, resulten acordes con los tiempos. Y, sobre todo, que hayamos aprendido algo por el camino. Porque de verdad que se pone una a pensar en las cosas que ya no tienen marcha atrás porque no tienen paso adelante, piensa por ejemplo en la imposibilidad física de ser un exsuicida, mira alrededor y le entran ganas de hacerse ya excolumnista.
En la imagen: eximperdible de Chema Madoz.
Este texto apareció publicado en Heraldo el 17 de febrero de 2012.
Perdonen el abandono. Tengo una horda de editoras persiguiéndome. Aun así, me distraigo de vez en cuando por aquí. No se lo digan a mis editoras.
4 comentarios:
Fantástico, como siempre. Genial el apunte "los exismos tienden al cuadrado y al extranjero". Y sí, ojalá pronto seamos ex de las miserias que tenemos ahora.
Ah, espero que esa horda de editoras signifique que Pomelo y limón pronto pasará a ser una "exúltima novela" :).
Gracias, Rusta.
La horda de editoras tiene más que ver con traducciones y libros de texto, pero sí, pronto "Pomelo y limón" será mi exúltima novela. Lo que pasa es que ando mordiéndome la lengua porque el día que empiece a hablar de ello, de mi nueva novela, no podré parar.
Vale, vale. Esperaré que llegue ese día :).
yo también lo espero con ganaaaas :)
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