miércoles, 19 de diciembre de 2012

Caviar con patatas


Me encanta el caviar. Pero siempre he sospechado, quizá por ese tacto suyo en boca tan como de casquería, que el caviar nos parecería una asquerosidad si flotara por kilos sobre nuestros ríos, al igual que las patatas nos parecerían una delicatessen si hubiera que extraerlas de esturiones. Sobre los libros albergo una sospecha similar. Claro que hay criterios objetivos para juzgar un libro (y, en concreto, para juzgar un libro infantil), pero me da a mí que muchas veces somos víctimas de un esnobismo miope que nos impide ver que algo es bueno cuando es abundante (o sus ventas lo son) y que da automáticamente por bueno algo solo por ser escaso o minoritario o tan independiente y tan guay que hay que llamarlo indie.
Allá cada cual con sus lecturas. El problema es cuando se tiene la responsabilidad de “dar de leer”, que es lo que sucede con niños y adolescentes. A los niños se les da de leer, y los hay que dan lo que pillan más a mano, como aquel que tiene prisa y no tiene tiempo o ganas de cocinar, y da dolor verlo. Pero también me parece una pena que a menudo, los que más saben de LIJ (literatura infantil y juvenil), se empeñen en embutir de caviar a paladares que no lo soportan, porque el gusto también se educa, y el camino de un lector está empedrado de poemas de Carlos Reviejo, libritos de Nacho y Laura, cuentos de Rodari, Stiltons, álbumes de Wolf Erlbruch, adaptaciones de clásicos, Junie B.s, casas mágicas del árbol, libros de Roald Dahl, capitanes Calzoncillos, Bat Pats, Harry Potters, distopías... Así mezclados, sin orden ni concierto, alimentando el apetito lector, quitando el miedo a los mamotretos, acrecentando la competencia lectora, siendo intercambiados con amigos como quien intercambia cromos… haciendo disfrutar de la lectura. Y no, no es tan fácil. Muchos lo intentan –todos-, pero solo unos pocos lo consiguen. Hay libros (buenos y malos) que gustan y hay otros libros (buenos y malos) que no. Es así. No sabemos exactamente por qué. Si lo supiéramos, los escritores escribiríamos esos libros y los editores los editarían.
Me gusta la forma desacomplejada en que muchos blogs y revistas de literatura juvenil abordan la crítica de los libros. A veces adolecen de un escaso bagaje pero son críticas desprejuiciadas, centradas en el libro y están hechas con pasión (aunque la pasión es un arma de doble filo, pero eso daría para otro post, o para siete posts). Por el contrario, me enerva la arrogancia de quienes descalifican en bloque tantos libros que sirven para hacer músculo lector e, insisto, para disfrutar. Como dice Juan Domingo Argüelles en Si quieres… lee, “leemos, sobre todo y más que nada, para aportar un elemento de placer, alegría o felicidad a nuestras vidas, por encima de los discursos más utilitarios y políticamente correctos. Tendríamos que desconfiar de todos los que hacen de la lectura una religión laica, y del libro un objeto sagrado” (si les interesa el tema, no dejen de leer este aperitivo o, ya puestos, el libro entero). Me parece tristísimo que la lectura, que debiera llevarnos a “responder mejor a nuestra vocación humana” que decía Todorov, nos lleve a hacernos más arrogantes. ¡Ay, la arrogancia intelectual!, esa enfermedad que se adquiere con el trato excesivo con los libros y que se cura con el trato con los humanos…
Si creen que estoy siendo demasiado virulenta con este asunto, seguramente tienen razón. Ya se sabe, no hay peor inquisidor que un converso, y yo, lo confieso, fui una universitaria arrogante. Sí, de hecho, la de la imagen soy yo, fotografiada por Helmut Newton, en mi época universitaria. Supongo que ahora entenderán lo de mi cuello.

7 comentarios:

Marta Gómez dijo...

Y ahora qué hago yo con esta sabia entrada... ¿La enmarco? ¿La imprimo en verjurado y tinta en color? ¿Me la intento estudiar de memoria? Cuánta sensatez, cuánta vida y cuánta verdad hay en estas palabras.

Cristina dijo...

Estoy totalmente de acuerdo contigo. Es verdad que entre los libros que venden mucho suele predominar el disfrute, pero también hay algunos con calidad y, en cualquier caso, al menos sirven para enganchar a la lectura a niños y jóvenes. No es justo que por vender se les tenga en mala consideración; a mi parecer el sueño de cualquier escritor es tener calidad y conseguir llegar a muchos lectores. Creo que la actitud de cierta élite de escritores solo sirve para que se encierren más en sí mismos y se alejen más del público general. Además, también hay que tener en cuenta que hay novelas minoritarias malas; no todo lo malo está en la lista de más vendidos (pero sí parece que es lo más fácil de criticar).

Óscar dijo...

Marta, yo pongo los marcos.

Mara Oliver dijo...

Me quedo con las patatas!!! ;) aunque de vez en cuando, cae un clásico o un consagrado de prosa sublime e historia adyacente... y ese es el problema, que últimamente busco que me cuenten una buena historia y, aunque no es bueno generalizar, muchas veces uno escribe muy bien, pero tiene muy poco que contar ;)
Y eso, que no me gusta Stilton, sin embargo, consiguió que mi ahijado se los leyese todos y los pidiese para navidades y yo feliz :) No ha vuelto a pasar, no le gustan ni las películas de Harry Potter, pero sigo intentando encontrar algo que le guste igual... y ahora, un grito de guerra de "antaño":
¡vivan las papas bravas! ;)
un abrazo!!!

Sam Fisher dijo...

Empecé con Enid Blyton siendo niño yo. Descubrí entonces que sólo había dos formas de no estar solo nunca. Una, leer. Cuando acabé todo lo que Enid tenía para mí, ya el veneno de la "elección" impregnaba mi pensamiento. Leí obras y autores que los que consideraba mis mentores despreciaron. Por cierto, obras ya autores que descansaban en las estanterías de la librería Perez del Tubo. Prescindí de las biografías para disfrutar de mi propia búsqueda. Así llegué a Tomás Salvador, Tagore, Hesse, pero también a Cernuda, a Baroja, a Aleixandre, a Benítez Reyes, a Fernando Royuela, a García Montero, a Begoña Oro, a otros. Ojalá empezara siempre la aventura de leer con un descubrimiento que alguien quisiera conocer sin prejuzgar.

Anónimo dijo...

Me despido, Begoña.
Te recomiendo esta entrada de Bertolo, la otra cara de la moneda: http://caballodetroya.megustaescribir.com/2012/06/06/farenheit-451-quien-prendio-fuego-al-fuego/
Buenas fiestas

La Oro dijo...

Marta, gracias. No olvido que compartí parte de esa vida y descubrí parte de esa verdad contigo.
Rusta, sí, es lo más fácil de criticar ¡y a veces también lo más difícil de defender! Me gusta cuando lo haces -criticar y defender- en tu blog.
Óscar, que sean de pan de oro. Gracias. :)
Mara, tienes mucha razón con lo de la necesidad de "historia". ¡¡¡Papas bravas recién hechas para ti!!!!
Sam Fisher, sí, los caminos del lector son inescrutables. (Eso de que me cites junto a Baroja o Cernuda... Voy a acabar reconociendo que eres un adulador.)
Anónima, gracias por la lectura. Me gustó. Me gusta Bértolo. Lo que sucede es que yo no concibo esto como una moneda -precisamente una moneda- de dos caras, o una sola (la otra es cruz), sino más bien como una esfera, una pelota, y no hay que elegir, sino rodar por donde uno más guste. Me gustaría que no te fueras. De vez en cuando, me gusta "hacer frente a la controversia", que diría el jefe de bomberos.
Mañana les deseo felices fiestas y maravillosos años y todo eso.