lunes, 12 de septiembre de 2011

Cebo

A riesgo de ser pesada (mantras de mi vida: "a riesgo de ser pesada", "perdón" y "sin renunciar a la complejidad"), voy a insistir en que lean el artículo que he escrito para El Tiramilla. Háganlo aquí.
Un contrato ultramillonario de exclusividad me impide reproducirlo entero pero voy a copiar los primeros párrafos a modo de irresistible cebo, que dirían los pescadores; señuelo, que dirían los cetreros o teaser, que dirían los cursis. Allá va:
Mi vecino acaba de llegar de Estados Unidos de disparar a niños en Los Hamptons y en Nueva York.
Mi vecino ha fotografiado a Jaime Ostos en calzoncillos, a David Villa en pantalón corto, al obispo más joven de España en traje de noche y a Kate Winslet en sotana (o al revés; no sé, yo con los trajes largos negros me hago un lío). Pero ahora mi vecino hace sobre todo fotos de niños. (Sí, “disparar” en argot fotográfico es hacer fotos.)
–¿Qué tiene de especial fotografiar a niños? –le pregunto a mi vecino.
–Corres más –me responde él. Y me encanta la sencillez de su respuesta, y que no me haya soltado una perorata sobre la fotografía, y que si tan importante es fotografiar a niños como hacer fotografía documental o artística, y que si la fotografía es fotografía y que quienes son distintos son los fotografiados. Me encanta que simplemente haya asumido cierta especificidad y me la haya contado. Y aún añade–: Pero si estás dispuesto a correr, los niños te lo dan todo.
Yo pienso en qué tiene de especial escribir para niños y...
Y hasta aquí puedo leer. Después del cebo, ya saben, va el pez que se revuelve, esa estela fulgurante de plata luchando por su vida, en fin, la parte que merece la pena, y la parte que justifica la fotografía de Walter Miller, sobre una viga de acero, en plena obra, listo para disparar. Repito: aquí. (A riesgo de ser pesada.)

2 comentarios:

Mai dijo...

Vengo de allí. Como cazadora de luz en prácticas, me ha encantado. Al igual, que como lectora tuya :)

Rebeka October dijo...

Bonito artículo.

Nadie siente como los niños, son los mejores a la hora de juzgar si algo vale o no vale, y no tienen reparos en ocultar sus sentimientos.

La adolescencia es una etapa de tormentas y conflictos interiores, que de no ser plasmados en algún sitio, acabarían por asesinarnos...

Menos mal que yo tuve el papel y la palabra.

Se puede exprimir tanto de las situaciones cotidianas observando...