¿A qué piso va? Yo al sexto. Nos da tiempo a hablar un poco del tiempo.
Qué frío más atroz, qué suerte. Más años que vamos a vivir. Me lo dijo un científico majísimo y listísimo, Ginés Morata. Con decirle que le dieron el premio Príncipe de Asturias… Como le decía, me contó Ginés Morata que andaban investigando sobre las claves de la inmortalidad (él me lo dijo muy científicamente pero yo todo lo traduzco muy novelero, ya sabe), y que tenían evidencias muy científicas de que había tres cosas que podían hacernos casi casi inmortales. Igual él dijo que retrasaban el envejecimiento, pero es que los científicos son siempre tan prudentes, hablan siempre tan bajo… Científicos metidos a políticos me gustaría ver a mí… Pero sí, ya le cuento. Las tres cosas que nos pueden hacer casi tan viejos como Matusalén, que por cierto ¿sabía que llegó a tener 969 años?, pero para mí que se confundieron en la traducción… En fin, sí, las tres cosas que pueden hacer que vivamos hasta 400 años, dicen, son, son y son: pasar frío, pasar algo de hambre y no sé qué de las gónadas sexuales que no sabría explicarle. Pero vaya, que yo me quedé con la idea de que si hay alguien que tiene todos los boletos para ver pasar los siglos de los siglos (amén) es una monja diabética y disciplinada que viva en un convento de Teruel sin calefacción central.
Recuerdo que cuando Ginés Morata me contó todo esto, me sentí un poco estafada, porque lo dijo así como así, sin darle ni darse importancia, y a mí me habría gustado que se pusiera algo más épico, porque al fin y al cabo estaba revelándome el secreto de la eterna juventud, y ha habido gente que ha muerto y matado por eso. Y además pensé: “Y si eso se sabe, ¿por qué no lo cuentan? ¿Por qué no lo sabe todo el mundo?”
Justo, lo mismo que usted pensé yo: porque la Seguridad Social no iba a dar para tantos. Pero la verdad es que ahora se lo cuento yo también de esta forma tan poco épica, en este ascensor con aspecto de columna, porque en el fondo esto no nos va a cambiar la vida. Porque ¿acaso va a comer menos paella por esto que le he dicho? ¿Va a rechazar la oportunidad de darse una alegría al cuerpo? Como mucho, va a encontrar un poco de sentido a todo este frío que estamos pasando. Yo me digo que este frío tan anti-age es como una estancia en la clínica Buchinger, esa donde van los ricos a no beber y no comer, y que nos da bula para todo lo demás.
En fin, yo me bajo aquí. Que tenga un buen día, y una larga vida. O no tanto. Que aproveche entonces.
En la imagen: mi vecino diciéndome que él va más arriba (en realidad, creo que es una excusa), segundos antes de que yo le revele el secreto de la eterna juventud.
Esta columna apareció publicada un gélido 12 de febrero de 2012 en el Heraldo. Esa misma tarde me escribía Ginés Morata y me precisaba que la longevidad tenía más que ver con la impotencia que con la castidad. "La castidad no incrementa la longevidad", decía. Me complace darles esta noticia un 14 de febrero. Que tengan un buen día.
3 comentarios:
parafraseando un chiste malo: la impotencia no hace que vivas más, sólo se te hace más largo.
;)
Brrrrrrr, qué frío, ya hemos rejuvenecido por lo menos por lo menos... 5 meses!!! Un beso, S.
si fuese tu vecino sobornaría al técnico del ascensor para que lo bloquease entre pisos...es delicioso hablar con vos, hecho que no me ocurre casi todos los días, gracias por ser
(ahora voy a demostrar a este personal computer que no soy un robot, espero engañarlo)
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