domingo, 21 de septiembre de 2014

Ganas de más

Los escritores vivimos acojonados. Bueno, yo no, que soy muy fina y muy espiritual. Yo vivo sin vivir en mí. Siempre a la espera de un dictamen: el del editor, el de un comité de edición de libros de texto (ríanse del Tribunal Supremo), el de un jurado, el de los críticos, el de los lectores...
Me empiezan a llegar ahora los primeros dictámentes lectores de ¡Buenas noches, Miami! Me dicen, y me alegran diciéndomelo, que se han reído. Me dicen que se les hizo corto, y me doy cuenta de que a mi "perdón por existir", debo añadir un sincerísimo y sentido "perdón por ser tan breve". No sé qué pasa pero la gente se ve entre palmeras y descapotables y al momento le da por decir Dame más o "quiero más de lo que tú me das", y yo, ajena a esa demanda, venga a destilar. Aun así, mi afición por los destilados no justifica lo que es un hecho: el libro es corto. Se hace corto.
Lo dijo primero, y con razón, El Cronista; lo dice en el Heraldo de hoy -qué honor- Sergio del Molino junto a otras cosas bonitas que no me resisto a copiar:
"Los escritores que merecen la pena entienden que lo tienen que apostar todo a la mirada, que su viaje no vale nada sin sus ojos. Lo sabe bien Begoña Oro, autora aragonesa que acaba de publicar un librito fantástico y casi adictivo (lo que es una pena, porque es muy breve y la adicción no se colma) titulado ¡Buenas noches, Miami! (RBA). (...) El relato es atractivo por la voz de Oro. (...) Es atractivo porque quien nos despierta curiosidad no es esa ciudad, que podría ser cualquier otra, sino esa mujer que se mueve por ella."
¿Se quedaron con mono? ¿Les desperté curiosidad? Y encima lo caro que es el libro para lo fino que es (lo digo en serio, yo siempre digo todo en serio). Estoy por invitar a quienes se quedaron con ganas de más a un café. Lo que pasa es que si gano 1,73 € por cada ejemplar vendido y quedamos en el Amorino, hago un pan como unas tortas. Casi mejor vienen a casa (si han llegado al final del libro, ya saben dónde vivo) y les invito. Avisen antes.
Si les cae lejos, acepten al menos estas sinceras disculpas. Sepan que el libro no pesa mucho, pero cada palabra contiene al menos otras siete que descarté. Solo espero que la lectura de mi libro sea más de quedarse con ganas que con las ganas, que son cosas bien distintas como probablemente tengan la desgracia de saber.

En la imagen, de Robert Frank, dos lectores en descapotable a los que también se les hizo corto el paseo. Pero, y lo que disfrutaron, ¿eh?

5 comentarios:

C. (@el_croni) dijo...

Me pongo en la piel de la autora y pienso: ¡menudo comentario de lector, tan rácano, que hasta cabe en un tuit!
Cambio café por dedicatoria en la próxima firma en Madrid. :) (aunque tampoco se descarta café de compañía, pero sin invitación). Fue un gustazo leerlo y cambiar mi impresión de Miami (¡con lo que nos cuesta cambiar de opinión!), ciudad que visité de refilón hace unos años. Desde luego, me he convencido de que yo sí que NO HE ESTADO EN MIAMI. O sí he estado por fin, pero he necesitado leer tu aventura.

La Oro dijo...

No se preocupe, Cronista. Es un comentario lleno de exclamaciones y en este caso, eso es lo que importa.
Le tomo la palabra con el café. Luego no se me escaquee.

Mike Lightwood dijo...

Por si no tuviera ya suficientes ganas de leerlo, ahora esto. Ya te vale, Begoña. Ya te vale.

Anónimo dijo...

¿Se puede comprar en eso que los modernos llaman e-book?

La Oro dijo...

Lo siento, Mike. (Pero no mucho.)
Anónimo, ¿te puedes creer que no lo sé? Me temo que no.