jueves, 22 de mayo de 2014

Citas

Ya va siendo hora de que nos veamos, ¿no?
Llegado el momento, yo fingiré que no me muero de vergüenza. De todas las cosas que sé fingir, fingir que no soy tímida es una de las que mejor se me da. Tú puedes fingir que no lees este blog. O puedes decirme que lo lees. O decirlo en clave; basta con que introduzcas la palabra "chichinabo" en una frase cualquiera. ¡Identifícate, por favor! Me hará ilusión. Me hará mucha ilusión. Si nos hemos visto antes, recuérdame cómo te llamas. No es que tú no seas memorable; es que yo soy un desastre y mis conexiones neuronales, débiles. 
Te ofrezco varios puntos de encuentro:
  • En Zaragoza, en la Feria del Libro, el sábado 31 de mayo por la mañana (caseta librería Central). 
  • En Madrid, en la Feria del Libro, el sábado 7 de junio por la mañana tarde, de 19:30-21:00 (caseta SM) o el domingo 8 de junio (caseta Kirikú y la bruja). El sábado por la tarde mañana estoy en manos de la BLC. Tiemblo.
Antes, este sábado, 24 de mayo, podemos tomar un café con pastas a las seis de la tarde. El café lo pone la Casa del Libro de Zaragoza. Yo pongo sugerencias para leer a niños entre 0 y 6, o hasta 8, años. "Taller para padres '¿Qué leer a nuestros hijos?'", se llama la cosa. En honor a la verdad y al César, el formato fue una idea original de Pepe Trívez, uno de esos hombres invisibles e imprescindibles. Pepe me invitó a un café con cuentos con padres de Infantil de su colegio, luego una madre fue a la Casa del Libro a comprar ídems y habló con entusiasmo del café-tertulia (¡gracias!), y en la Casa del Libro tuvieron la buena idea de copiar la idea. Y ahí estaré. A ti que me lees, que aguantas los rollos que meto sobre literatura infantil, seguro que no te hace falta un taller así, pero si conoces a algún padre o madre despistado, avísale. Terminaremos a tiempo de ver ganar, de nuevo, al Atlético de Madrid.
¡Hasta pronto!

Edito (24/ 5/2014): Y durante casi casi una hora, lo vimos ganar. Enhorabuena, chicos.

Imagen de Herbert List.

domingo, 18 de mayo de 2014

Hoy quiero confesar...

El Atlético ha ganado la liga y en casa estamos contentos.
No es que yo sea particularmente futbolera pero si hay que ser de alguien, soy, por filiación inversa, del equipo de mi hijo.
El otro día me explicaba cómo funcionaba eso de que  cuando se juega fuera de casa, los goles valen más que cuando se marcan en casa: "Es que, mamá, no es lo mismo cuando está todo el mundo animándote y diciéndote: "venga, qué bien lo haces" que cuando están casi todos en contra", me contaba cual coacher. A este paso, todo lo que sabrá de moral, lo habrá aprendido en el fútbol. No me digan que esta forma de puntuar no es de un sentimentalismo enternecedor. A ver en qué otro sector se ha regulado con tanta consideración y exactitud la influencia del estado de ánimo sobre el desempeño.
Ya me gustaría a mí en lo mío. Lo digo porque se acaba la liga y se acaba también, dentro de poco, mi temporada de encuentros con lectores, una temporada, la de Croquetas World Tour, excepcionalmente buena, pero una temporada en la que, en principio, casi siempre tocaba jugar fuera de casa. Entiéndanme: el "fuera de casa" no es necesariamente fuera de Zaragoza. Fuera de casa juega el escritor que va a hablar con lectores que han leído su libro obligados y que han sido pastoreados hasta el salón de actos, o la biblioteca, o la sala multiusos para vérselas con quien escribió aquella lectura obligatoria. Un escritor solo juega "en casa" cuando las personas con quien se las ve acudieron al lugar del encuentro por su propio pie.
Los autores de literatura infantil y juvenil casi siempre jugamos fuera de casa. Y es duro, casi tan duro como dar clase, porque de entrada tenemos muchas cosas en contra, cosas que se resumen en una: lectores que no han elegido ser tus lectores. A veces además tenemos un espacio con columnas, o con una acústica imposible, o un examen en la hora siguiente, o la lluvia, o la primavera y ese deseo de estar en cualquier otro lugar, o 6, o 16 años, y unas ganas incontenibles de vivir y hablar y moverse, sobre todo cuando se está junto a 150 compañeros más... Pero tú llegas con tu maleta y te dices que, aunque lleves mil kilómetros encima y te hayas visto en la misma situación tres veces esa misma mañana, vas a salir al campo como por primera vez, que vas a correr como si no estuvieras cansada, que vas a pasar el balón porque lo bonito es cuando ellos lo tienen, que aunque aquel lleve un buen rato hablando como si el partido no fuera con él y allí nadie pite falta, vas a seguir dando juego porque los demás sí quieren jugar, o aún puedas lograr que quieran jugar... y así hasta acabar lesionada.
Y acabas lesionada.
Hoy quiero confesar que estoy algo cansada de llevar esa maleta que pesa tanto. Los encuentros, ya lo he contado alguna vez, cuando salen bien, son una de las fuentes de felicidad, emoción y crecimiento (mío, no se vayan a pensar) más grande que conozco. Es así, aunque suene tan cursi como lo de la Pantoja. Pero también suponen un coste personal que necesito rebajar. El curso que viene no haré tantos (me lo escribo aquí para cumplirlo, porque luego soy una blanda que digo a todo que sí). Tomo esta decisión por mí, claro, por ese individuo que me explica lo de los puntos y los goles, pero también, en gran parte, por los destinatarios de esos encuentros. No quiero hacer ni un solo encuentro activando el piloto automático, no quiero decir ni una gracia de la que yo misma no sea capaz de reírme. Por decirlo Pantoja style: yo ya no puedo, quiero llenarme... para poder seguir dando. Y además, quizá sobre todo, QUIERO ESCRIBIR. Y escribir lleva tiempo.
Dicho esto: GRACIAS GRACIAS GRACIAS a todos aquellos, profesores, profesoras (fueron muchas), delegados comerciales, que me llevaron la maleta, conectaron el micrófono, me pusieron ese agua que no llegué a beber, me invitaron a un café...; gracias a quienes se molestaron en buscar la banda sonora de mi novela e hicieron sonar a Jacques Brel, que decía "il faut oublier" y yo me olvidé al instante de que estaba fuera de casa; gracias a esas profesoras que no cribaron a los alumnos pero los colocaron estratégicamente o les sacaron tarjeta o, mejor aún, lograron que disfrutaran de algo que no pensaban disfrutar; gracias a quienes me regalaron flores, aceite, portalápices, membrillo, chocolate...; gracias, muchas gracias a esos docentes que hicieron trabajar a sus alumnos casi más que a mí, gracias a quienes me hicieron una presentación, croquetas, bailes, Power Points, magdalenas que luego cambié por preguntas, preguntas que cambié por respuestas...; gracias a quienes sonreían mientras yo balbuceaba... porque hicisteis que sintiera que estaba jugando en casa, y que no jugaba sola.

En la imagen, de Frank Horvart: yo, cansada, me aferro a Simeone y le susurro: "no puedo más", a lo que el Cholo me responde: "te vendrá bien descansar".

viernes, 16 de mayo de 2014

Puertas chinas (true story)

A mí Bujaraloz me sonaba a macarrones.
No sé si lo recuerdo bien porque era bastante niña. Fue un año que fuimos en coche hasta Inglaterra. Sucedió a la vuelta, después de un mes a base de patatas asadas, latas de sardinas y fish and chips. Mi padre, que contaba el número de camiones aparcados ante un restaurante como quien cuenta estrellas Michelin, decidió que en Bujaraloz pondríamos fin a nuestro ramadán británico. En el menú había macarrones. Pocas cosas me han sabido más ricas en la vida.
Hoy, bastantes años después, he tenido otra experiencia hostelera singular en Bujaraloz.
La experiencia en principio iba a ser un encuentro con lectores de Croquetas y de Pomelo en el instituto del pueblo, sección del instituto de Caspe. Pero llegué con tiempo. Un café con leche, me dije. Aparqué el coche y busqué una cafetería. Era día de mercado. Había cuatro puestos: uno de ropa, otro de fruta, otro de colchas y edredones, otro de ropa interior color carne. "¿Quieres algo, guapa?", me dijo la de la lencería nude. "No, gracias", dije.
Seguí andando en busca de una cafetería. No había nadie por la calle. Desde la acera, se oían las conversaciones dentro de las casas. "Qué bonita parece la vida en un pueblo cuando es primavera", me dije. Por fin, a lo lejos, lo vi. El sol hacía brillar doce sillas y tres mesas metálicas en la terraza vacía de un bar.
En el bar estaba Mariló, en la tele; dos hombres, uno a cada lado de la barra; y cuatro mujeres en una mesa. Una vez pasado el examen ocular de los parroquianos certificando mi foraneidad, pedí.
"Un café con leche, por favor. ¿Le importa que me lo tome fuera?"
Qué gusto el sol de la mañana calentándome la espalda, el silencio, el pueblo en primavera, Mariló encerrada en el bar.
Café terminado. Entro y dejo la taza vacía en la barra. Recorro un largo pasillo. Al fondo, muy al fondo, a la izquierda. Cierro la puerta. Corro el pestillo.

Descorro el pastillo. Abro la puerta. Abro la puerta. A-bro la mal-di-ta puer-ta.
¡¡¡¡Socorro, estoy encerrada!!!!! ¡¡¡¡Ábranme la puerta!!!!

Tranquila, Oro.
Triquitrí al picaporte. Forcejeo. Nada. Empujón y forcejeo. Nada. Tirar y forcejeo. Nada.
Bajo la tapa. Me siento en la taza. Busco en el bolso.
Saco la tarjeta de crédito y la paso por el cerrojo. Lo he visto en muchas películas. Nada. Saco el carné de identidad. Nada. Saco la tarjeta bizi. El carné de donante de órganos. El de la biblioteca. Nada.
Aporreo la puerta. Grito. Nada.
Espero. Nada.
Teléfono, Oro. Tienes el teléfono. Google: "bar Bujaraloz". Mil habitantes y mira si hay bares en Bujaraloz. Este, yo creo que es este. Me suena que se llamaba "Avenida". Llamar. Nadie coge. Nada.
Llamaré al instituto. Me están esperando. Voy a llegar tarde. Me rescatarán. Google: "instituto Bujaraloz". Llamar. "El número marcado no existe".
Sofía. Voy a llamar a Sofía, de SM. Fue la editorial la que concertó la visita. De hecho, si no estuvieran tan liados con la dichosa campaña de texto, ahora Sofía estaría conmigo y hace un buen rato que habría venido a comprobar si me había descompuesto, o muerto, o algo. Sí, Sofía llamará al instituto y conseguirá que me rescaten.
Sofía está ocupada o fuerta de cobertura.
¡¡¡¡Socorro!!!! ¡¡¡¡Ábranme la puerta!!!!
Oro, tranquila. Si tienes que pasar un rato, llevas un libro.
Ay, madre, que lo que llevas es Zeta, que lo mínimo que te puede pasar si sigues leyendo ese libro encerrada en un baño es que la escobilla empiece a hablarte.
¡¡¡¡SOCORROOOOO!!!!
Triquitrí al picaporte. Nada.
Me siento en la taza. Google de nuevo: "instituto Bujaraloz". Otro teléfono. "¿Cómo dice? ¡No se oye nada bien!" "¡Que si está CRISBEL!" "No trabaja aquí." "¿¡Que no trabaja ahí!?" "Es que este es el instituto de Caspe. No la oigo bien. Crisbel está en Maella. Es una sección..." "Mire, soy Begoña Oro, soy escritora. Me están esperando en el instituto de Bujaraloz. Estoy encerrada en el cuarto de baño de un bar del pueblo. Necesito que vengan a sacarme." "Oh. Ah. Uh. Sí, ¡ahora mismo llamo!"
Qué limpio está este baño. Se nota que está recién reformado. Aún he tenido suerte.
Triquitrí al picaporte. Nada.
¿Para qué está la familia? Wasap: "Estoy encerrada blablablá". Hermano: "Llamo al 112?" Mamá: "Dale un patadón con mucha fuerza". Yo: "No quiero destrozarla". Mamá: "Te digo que funciona". Yo, patadita. Yo, patada. Yo, patadón. Yo, wasap: "Pues aquí no". Mamá: "Al menos te oirán, da con fuerza." Hermana: "Desmonta la cerradura". Mamá: "Tu hermana no va como nosotras con el destornillador en el bolso".
Suena el teléfono. "¿Sí!" "Hola, Begoña. Soy Sofía. ¿Me has llamado?" "¡¡Sí!!, es que estoy encerrada en el baño de un bar de Bujaraloz y no puedo salir." "Jajajajajajajajaja". "¿Sofía?" "Jajajajajajajaja." "He llamado al instituto, al de Caspe, porque no encontraba el teléfono del de Bujaraloz." "Tranquila quejajajajajaja ahorajajajaja llamo."
Forcejeo y empujón. Picaporte y tarjeta. Patadón y aporreo. ¡¡¡¡¡Ábranme la puerta!!!!!
¿Pero no les extrañará en el bar que lleve aquí tanto tiempo?
¡Oigo ruido! ¡Alguien se acerca! "¡¡¡¡¡SOCORROOOOO!!!!!"

Un hombre abre la puerta.
Diría que es san Pedro, pero debe de ser el dueño del bar porque me dice:
-¿Se había quedado encerrada? Vaya, es que estas puertas... Me pasa también con esta de aquí. ¿Lo ve? [Triquitrí al picaporte.] Es que las hemos cambiado todas. Son puertas chinas. De los chinos. O los japoneses. No sé.

domingo, 11 de mayo de 2014

Pérez-Reverte, Mendoza, Marías y compañía

-Oro, tengo un proyecto precioso para ti. Quiero que nos hagas... ¡un libro de cocina!
-¿Yo? ¡Pero si no tengo ni pajolera idea de cocinar!
-Mujer, es un libro lo que te pido, y tú sabes escribir. Qué bien escribes, Oro. Eres la más grande.
-Pero me pides un libro de cocina. ¡Y yo cocino fatal! 
-A ver, Oro, cocinar, cocinamos todos.
-Hombre, la verdad... La crema de calabacín me sale bien rica, y los garbanzos me quedan de rechupete. Y el otro día, no veas qué bien empané los gallos, que mi hijo me dijo "qué rico te ha quedado, mamá".
-¿Lo ves? ¿Lo ves? Ya te vas animando, ¿a que sí?
-Mmm... Es que... Es que, mira, a mí no me gusta cocinar.
-Mujer, eso qué más da. Piensa en lo importante que es. ¡Es vital! Si no comes, te mueres. ¿Y tú sabes la de gente a la que le gusta eso de la cocina?
-Sí, las maris. Pero mi público es otro. ¡Anda voy a escribir yo para cuatro maris que no sabrán apreciar mi excelsa prosa!
-¿Cuatro? ¡Que no son cuatro! Estamos hablando de cientos de miles de ejemplares.
-De cientos de miles de maris.
-Que no, que ahora se está sofisticando ese mundo una barbaridad. Ya no son solo marujas. Mira Masterchef. Mira el Adrià, ¡objeto de museo! Además, dedicaremos una página entera del periódico a contarlo.
-Peor me lo pones. Y que se entere todo el mundo de que yo, que soy la más grande, he descendido al subgénero de los cocinillas.
-Pero tú lo dignificarás. Tras tu paso, ya no será un subgénero. Será un género tan grande como tú.
-Ya, pero...
-Haremos una colección preciosa.
-Ya, pero...
-Estarás con los mejores del mundo mundial, los más grandes. Nada de mindundis. Estoy yo, con eso te lo digo todo.
-Ya, pero...
-Y eso tú lo escribes en un pispás. ¿No ves que es para marujas?
-Pero no has dicho antes que...
-Te pagaremos bien.
-¿Se lo puedo dedicar a mi hijo?
-¡Por supuesto, querida!
-Entonces... ¡trato hecho!
-¡Brindemos!
-¡Chin chin! Qué ilusión le va a hacer a mi hijo...

¿Qué les parece?
Pues lo mismito me ha parecido a mí cuando he leído la presentación del relanzamiento (ahora con EL PAÍS) de la colección de literatura infantil "Mi primer..." dirigida por Arturo Pérez-Reverte (Mi primer Pérez-Reverte, Mi primer Vargas Llosa, Mi primer Eduardo Mendoza, Mi primer Javier Marías...). Una página entera, oigan, la 46; más dos de publicidad, la 34 y la 35. Lean, lean: "Un debut infantil para los grandes". A ver si es así o estoy yo acomplejada y paranoica, que no lo descarto.
Arturito, cariño, que va a parecer que te tengo tirria, pero nada de eso, que lo que yo siento por ti es admiración, respeto, envidia... Será por eso último. 

En la imagen, de Garry Winogrand, mi editor y yo brindando por mi nuevo libro de cocina.

sábado, 10 de mayo de 2014

Para que tú no llores, Federico

Con Lorca está llorando, me despaché a gusto sobre la polémica de García Lorca y el libro de Anaya. Pero me quedé con las ganas de hacer algo más: intentar hablar a los niños del poeta de la forma en que considero que él y los niños se merecen, o sea, de forma poética. Predicar con el ejemplo, vaya. El lugar perfecto para hacerlo era mi colaboración quincenal en el Heraldo escolar, una sección literaria en la que presento a los alumnos autores, colecciones, editoriales... El público es variopinto; pueden ser profesores y alumnos de muy distintos niveles así que hay que hacer textos que admitan muchas lecturas, textos accesibles a niños de 6 años y con boquetes abiertos a la interpretación para los mayores. A cambio de esta dificultad, partía con una gran ventaja sobre las autoras del libro de Anaya: tenía casi el triple de caracteres para explayarme y -fundamental- una jefa, Lucía Serrano, que es un sol y que me deja hacer lo que me da la gana (a eso también ayuda el hecho de no cobrar, pero no dije que todo fueran ventajas; ya lo decía Bill Cunningham: "la libertad es la cosa más cara del mundo"). La elipsis que elijo para contar el horror no es pues el silencio de la censura sino un recurso copiado del propio Federico, que desdeña hablar de lo feo y no hablando, habla. Es, intenta ser, el silencio del poeta. Y esto es lo que apareció publicado:

FEDERICO GARCÍA LORCA, CASTAÑUELAS DE PORCELANA
Federico García Lorca es uno de esos escritores que salen en los libros de texto, un clásico. No todos los clásicos han escrito para niños, pero Lorca sí: poemas, nanas, canciones, obras de teatro, teatro para títeres…
Dicen que las canciones que le cantaban de niño Dolores «La Colorina» y Anilla «La Juanera», que le cuidaban, despertaron su alma de poeta.
Los versos de Lorca son como castañuelas de porcelana. Delicados y bellos, llenos de música y de alegría. ¡Si hasta dan ganas de cantarlos y ponerse a saltar a la comba! Compruébalo en este fragmento de El retablillo de don Cristóbal:
CRISTÓBAL: Señora.
MADRE: Caballero / de pluma y tintero.
CRISTÓBAL: No tengo sombrero. / Usted sabrá / que me quiero casar.
MADRE: Yo tengo una hija, / ¿qué dinero me das?
CRISTÓBAL: Una onza de oro / de las que cagó el moro, / una onza de plata / de las que cagó la gata, / y un puñado de calderilla / de las que gastó su madre cuando era / chiquilla. 
Ya, que dices que eso no es muy delicado. Es que es una cancioncilla popular de las que a veces metía Lorca. Pero espera a leer el siguiente poema: Cazador. Fíjate en el hueco entre los versos y dime si se puede contar de una forma más delicada que un cazador ha matado unos pájaros:
¡Alto pinar!
Cuatro palomas por el aire van.
Cuatro palomas
vuelan y tornan.
Llevan heridas
sus cuatro sombras.

¡Bajo pinar!
Cuatro palomas en la tierra están.
Ya, que esto no te ha parecido muy alegre. Pero a veces la vida se pone así. Hay momentos en que la vida se vuelve de porcelana, se rompe fácilmente. Lorca vivió uno de esos, la guerra, y él, que volaba tan alto, ¡hasta Nueva York!, que alegraba el aire con sus versos, un día, aún joven…

¡bajo pinar! En la tierra está. En algún lugar.
Pero su obra sigue entre nosotros: en teatros, en libros, en la memoria de mucha gente. ¿Querrás llevar tú algunos de sus versos en tu cabeza? 

Y hasta aquí, esta pequeña aproximación literaria a Lorca. Si quieren una aproximación más histórica, muy bien adaptada para niños y con magníficas ilustraciones, les recomiendo el Federico García Lorca para niños de Ian Gibson y Javier Zabala.


En la imagen: Federico. Adiós, Federico, adiós.

lunes, 5 de mayo de 2014

Lorca está llorando

Venga, voy a meterme en un jardín, que andaba yo muy tranquilita. Pero es que no me puedo callar ante lo de Lorca, Machado y Anaya. Se habrán enterado, pero les resumo: Anaya incluye en su libro de Lengua de primero de Primaria publicado en 2011 una biografía de Federico García Lorca, la que pueden leer en la foto. Miles de niños lo leen hasta que un padre de Granada que estudiaba con su hija repara en el texto, se escandaliza y salta la polémica. La editorial viene a decir que era cosa del profesor ampliar, o no, la información pero, para quitarse de líos, promete retirar y destruir los libros. Por su parte Luis Naranjo, director general de Memoria Democrática, está estudiando qué medidas tomar. De momento dice que el texto es impresentable.
El texto es para niños de 6 años y, por lo que pueden ver en la foto, es -maqueta obliga- muy breve. El último párrafo es el de la polémica, pero permítanme que analice el texto de principio a fin con detenimiento. ¿Que quién soy yo para meterme en esto? Entre otras cosas, la coautora de muchos libros de Lengua (no de este) y de un libro de Historia para niños de 6 años. Allá voy:
"Federico García Lorca nació en un pueblecito de Granada." 
Bien. Creo que a Lorca le gustaría el diminutivo.
"Su primera obra de teatro se estrenó en Madrid."
No sé. Teniendo tan pocos caracteres... ¿Es tan importante el dato de Madrid? ¿No bastaría con mencionar que Lorca escribió teatro? También se podría haber hablado de su teatro para títeres; es un género netamente infantil y no hay tantos clásicos que lo hayan cultivado. Aunque esto se podría contar más adelante. Antes quizá yo habría empleado algunos caracteres en contar que la madre de Lorca fue maestra, porque es verdad, porque es algo que imprime carácter y porque es un dato que puede interesar a un niño de 6 años. O contar que estudió música, porque además tiene que ver con la frase siguiente que es:
"Lorca y su amigo Manuel de Falla organizaron el primer festival de canciones populares andaluzas".
Me falta "su amigo el músico". Es un dato que un niño de 6 años aún no sabe. Quizá me sobra el concepto de "festival de canciones populares andaluzas". ¿Se ha explicado en la unidad anterior? Porque si aún no se ha explicado que las canciones populares son, como los cuentos populares, como los chistes, esas que sabían los abuelos y los tatarabuelos... y que nadie sabe quién inventó; si aún no se ha contado esto, todo ese sintagma es un blablablá de categoría. Quizá se podría haber contado en ese momento que Lorca tuvo muchos amigos artistas: el pintor Dalí (suele mencionarse en Infantil), el músico Manuel de Falla, el poeta Juan Ramón Jiménez...
"Cuando apareció en las librerías su obra Romancero gitano, Lorca se convirtió en el poeta más popular de España."
Me parece estupendo que se cuele aquí este título, aunque no sepan con 6 años qué es un romancero, pero se entiende perfectamente que es el título de una obra importante de Lorca, y está lo gitano, que fue tan esencial en su obra. Lo que menos me convence es que se emplee la palabra "popular" que aparecía en el párrafo anterior, pero que aquí tiene otro sentido, o doble sentido ("famoso" y "del pueblo").
Sigo:
"Tras el éxito conseguido, Lorca decidió conocer otros países. La ciudad de Nueva York le impresionó tanto que publicó un libro de poemas sobre ella: Poeta en Nueva York."
Está muy bien hablar de esto después de la mención al Romancero gitano, y sería muy del gusto de Lorca, que se sintió algo encasillado. Además, ¡es tan bonito Poeta en Nueva York y ya solo el título puede evocar tantas cosas a un niño de 6 años harto de ver Central Park en series como Jessie! Quizá aquí se podría haber hablado de cómo Lorca colaboró con las misiones pedagógicas, esos viajes por pueblos de España llevando la cultura...
Llegados a este punto, supongo que muchos de mis lectores me habrán abandonado, por rollera, por pesada, por pejiguera. Fíjense la de dudas que me planteo ante cinco frases. Pero es que de eso se trata. Hacer un texto como este no es fácil. Lo sabemos los autores y editores de libro de texto, gente amante de la educación, el rigor y la inteligibilidad, y temerosa de quienes quieren destruir libros, que son muchos y muy distintos.  Por ellos me he batido el cobre en alguna ocasión y pienso seguir haciéndolo mientras lo considere oportuno.
Y ya llego al párrafo de la discordia: 
"Poco después de terminar su última obra de teatro, La casa de Bernarda Alba, Federico murió cerca de su pueblo, durante la guerra de España".
Bueno, sí, esta redacción no me acaba de convencer. Parece como si Lorca pensara: "voy a hacer mi última obra y luego me muero". Yo habría escrito algo tipo: "Lorca escribió muchas obras de teatro que se hicieron muy famosas, como Bodas de sangre [ey, cómo suena eso a oídos de un niño de 6 años, ¡a zombis!] o La casa de Bernarda Alba. Es una pena que no le diera tiempo a escribir más. Murió muy joven, por culpa de la guerra."O "lo mataron en la guerra". Pero sabiendo, claro, que un niño de 6 años no va a dejar pasar esta segunda frase sin más. Va a preguntar a su profe quién, cómo y por qué. Pero, en serio, ¿hace falta poner más en el libro? ¿Se puede explicar algo más en estos pocos caracteres que son un prolegómeno a la lectura de El lagarto está llorando?    
Siento si frustro sus expectativas no acabando este post con el ataque furibundo a ese texto que algunos juzgan tan "antidemocrático". Pero lo siento. No me sale. No es el momento. Aún no. Antes hay que hablar de otras cosas. Para Lorca, ante la falta de luz, lo que hacía falta era cultura. Y belleza. Los niños que leían ese libro que ahora se va a destruir, iluminaban sus vidas con El lagarto está llorando. Eso es lo que yo quiero que sepa un niño de Lorca. Creo que también es lo que querría Lorca.
Teniendo esas maravillosas poesías llenas de lunas, de abejitas de oro, de niñas, de aceitunas, de risas de plata nueva, de mariposas del aire, de juegos... ¡qué iba a querer Lorca que los niños de 6 años leyeran palabras tan feas como "exilio", "fusilamiento", "franquismo", "fascistas"! ¡Qué iba a querer que destruyeran libros ese hombre que exclamaba "¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir:‘amor, amor’"! ¡Vamos, hombre!

Pienso en ti (cuando escribo)

Parecía un intento de encerrona cuando Santiago García-Clairac me preguntó, en medio de una charla que dábamos al alimón, si yo era una de esas escritoras que decía ¡oh! escribir para mí solo para mí y nada más que para mí, o si por el contrario era una de esas otras escritoras como Dios manda que tenían en cuenta a ese público suyo al que todo se lo debían sois un público maravilloso ¡guapos! ¡guapos! ¡guapos! Bueno, quizá la pregunta no fuera formulada en términos tan capciosos... ¡Qué demonios! ¡Sí lo fue! Y tengo testigos.
En cualquier caso, yo era del bando de los buenos y pude demostrarlo leyendo un post que había publicado aquí donde se veía lo muy en cuenta que tengo a mi público ¡guapos! ¡guapos! ¡reguapos! ¡os quiero! ¡no podía soñar con un público mejor!
Pero reconozco que me gusta António Lobo Antunes, del que dice Sergio del Molino (y como yo no podría decirlo mejor, lo copio):
"António Lobo Antunes es un caso de escritor-límite. No se molesta nada en ponérselo fácil al lector, no tiene la menor consideración con él. Parece como si no le importase si le acompaña a la siguiente página o se detiene en las primeras diez, mareado y confundido. Él compone como le parece y es el lector quien decide si hace el esfuerzo de seguirle el ritmo. Como un jazzman en las últimas que toca con los ojos cerrados sin importarle si hay alguien escuchándole."
He escrito una cosilla con los ojos cerrados. No sé qué tal quedó. A ratos pienso que es lo mejor que he escrito; a ratos pienso que es una mierda. Es para adultos. Con niños y jóvenes tengo más consideración, una especial consideración. Para mí que se la merecen.
Ahora quiero escribir otra cosa con los ojos abiertos. Para jóvenes quizá. Pensaré en ellos. Pero ¿en quién? ¿En mí cuando era (aún más) joven? ¿En esa categoría que describen los estudios sociológicos? ¿En Martín? ¿En Jorge? ¿En Nicolás? ¿En Sara? Porque cada uno es de su padre y de su madre, incluso en los casos -Martín, Jorge- en que su padre y su madre son los mismos. Y además hay mucho más Martín, mucho más Jorge, más Nicolás, más Sara, de lo que se ve. Lo sé -lo sabemos todos- porque no hay nadie -niño, adolescente, adulto- que vaya por el mundo, menos mal, mostrando todo su ser, ni siquiera Azarías. Para eso precisamente está la literatura, esa rendijilla que nos asoma a la parte oculta, ese rasguño en el cómodo barniz de la categoría que revela al individuo que se esconde detrás, ese ventilador que pone en evidencia la parte sobre la que se tambalea lo que aparentamos ser.
No crean que es fácil. Trabajar entre ventiladores tiene sus riesgos. Como te despistes, tú misma te enredas. Miren a Beyoncé.

Imagen de Horst P. Horst.