miércoles, 29 de enero de 2014

PUTA

“PUTA", me llama A. O igual es un acrónimo. De Persona Utópica Textual y Apasionada, quizá.
Compréndanlo, le han obligado a leer mi libro. Él no quería. No lo habría elegido en la vida. Posiblemente yo tampoco lo habría elegido a él como lector. Posiblemente ninguna de las canciones que él escucha está en mi lista de reproducción, y viceversa. No nos merecemos el uno al otro, pero esa es la gran perversión de la lectura escolar: la falta de libertad.
Aun así, no reniego de esta práctica. De toda lectura obligatoria, surge un descubrimiento. A veces el descubrimiento tira por tierra un prejuicio (“vaya, contra todo pronóstico, me gustó el libro”); otras lo apuntala, y por el camino, cada libro, hasta los que no nos gustan, nos deja cosas.
Seguramente veré a A. y a C. Seguramente tendré un encuentro programado con ellos y sus compañeros de clase. Esta otra práctica, la de los encuentros con los lectores en el ámbito escolar, también está pervertida por la falta de libertad. No tiene nada que ver un encuentro de autor en un club de lectura donde van personas que han elegido acudir allí en lugar de darse un paseo en bici, con un encuentro concertado en el centro escolar, un secuestro en toda regla. Los alumnos no han elegido estar ahí, y el autor... Sobre el autor, decía Elvira Lindo a santo de esto de los encuentros: “a mí es que los niños me gustan de uno en uno, y no todos”. Sería un primoroso ejercicio de hipocresía quitarle la razón.
Así que tengo una hora, una hora para explicarle a A. que lo más duro de mi infancia, ya ven ustedes, fue ser la mediana y que mi hermana pequeña naciera solo quince meses después de mí, lo que me lleva a hacer todo tipo de tonterías en busca de afecto, incluso escribir. Tengo una hora para responder a C., que preguntaba “¿es que no sabe escribir normal la tía o qué?”, que claro que sé escribir normal, y que lo hago cuando elaboro la lista de la compra, pero que cuando escribo novelas, o cuentos, cuando intento hacer literatura no escribo normal; escribo bien. Tengo una hora para que A. y C. me escuchen y para intentar hacerles pensar. No les voy a hacer cambiar de idea. Mi libro les ha parecido un asco y tienen todo el derecho del mundo a opinar así. Pero me gustaría que al final de la sesión pensaran que igual hay algún libro, otro, que puede gustarles, y alguna cosa más. Y estoy dispuesta a dejarme la voz para hacerme oír, y a hacer el payaso, porque me gustan los canales de comunicación que abre la risa, y a hacer el ridículo, porque es una manera de que A. y C. vean que no hace falta estar arriba para sentirse a gusto, y estoy dispuesta a hablarles sin quitarme el corazón. Y acabaré agotada, como siempre. Pero es que solo tengo una hora, y además de A. y C., hay entre los ciento y pico chavales que me escuchan alguno al que le brillan los ojos, alguno que quiere ser escritor, alguna que, de ese mismo libro, dijo en tuiter:
La banda sonora de mis encuentros, esta, dice: “recibes lo que das”, y yo lo quiero todo. En ocasiones, lo he recibido todo, y por eso hay encuentros que están entre las cosas más bonitas que me han pasado en la vida, aunque yo también prefiera a los niños, a los jóvenes "de uno en uno".
Hasta pronto, A.
Hasta pronto, C.
Hasta pronto, M.

En las imágenes: intercambio de tuits entre A. y C y tuit de M. La única manipulación que he llevado a cabo ha sido ocultar sus nombres. Sus tuits son públicos y podría no haberlo hecho pero no quiero que A. y C. se ganen un castigo a costa de este cotilleo.
Y una cosita, A. y C., por si me leéis (permitidme que os tutee): no se anda llamando “puta” a las mujeres que hacen cosas que no os gustan. Es poco preciso, nada elegante y puede resultar ofensivo. Yo me río con esto, pero es que ya tengo unos años y me he hecho con una piel de elefante. Que a mí no me afecte, no significa que se pueda hacer. Ya sé que no me lo habéis dicho a mí, que no sabíais que lo leería. Aun así. De verdad, no llaméis puta a nadie. Ni gorda. Y, por favor, no dejéis de pinchar en el enlace de “gorda”.

viernes, 24 de enero de 2014

Poeta frustrada

Hay una imagen que me persigue para que la escriba.
Me despierto por la noche y no puedo parar de combinar palabras.
Descubro un signo de exclamación en un sol con rascacielos.
Me estoy volviendo poeta. Me lo noto.

Pero veo pájaros echando a volar junto a un patio de recreo lleno de niños, y...
Que hagan versos los vencejos.

Imagen de Sally Mann.

viernes, 17 de enero de 2014

He perdido un premio

Se suele contar más cuando se gana. Y entre exclamaciones: "¡He ganado el premio Patatín Patatán!". Pero cuando estuve en Estados Unidos, los mismos alumnos que viven inmersos en la cultura del éxito, esos chavales para los que el peor insulto es loser, no dejaban de preguntarme por mis fracasos: por los libros que me rechazaron o aquellos que no llegué a terminar. ¿Acaso resulta reconfortante o aleccionador conocer los fiascos ajenos? Espero que sí, y con esa esperanza lo cuento: he perdido el premio El Barco de Vapor.
Ni siquiera sé si es correcto decir que lo he perdido. No sé si se puede perder algo que no se tenía. Solo sé que me había presentado al premio El Barco de Vapor y que no lo he ganado. 
Leo aquí, en los comentarios, que ya han llamado al ganador. Me encantaría que fuera un autor desconocido. O una autora. Aunque, dado como está el patio, tampoco me importaría que lo ganara un buen escritor profesional y que ese premio le permitiera no tener que dejar de serlo.
Leo también que al premio El Barco de Vapor se habían presentado 244 originales y al Gran Angular, 143, o sea que hay 385 humanos a los que acompaño en el sentimiento.
A esos 385, besis.

En la imagen, de Dorothea Lange: yo, pensando: "¡Dios mío! ¿Cómo voy a sacar ahora tiempo para escribir otra novela si tengo que coger, y buscar, trabajitos como una loca? ¿Cómo voy a alimentar a mis pobres hijos?"
Ejem, Oro, tu propósito de Año Nuevo, tu único propósito, fue no quejarte. Y además tú solo tienes un hijo. Y tienes los tápers de tu madre.
Ah, bueno, pues... En la imagen, de Dorothea Lange: yo, pensando: "Cachis la mar. A ver qué hago ahora con la novela que presenté al premio. Tan especial que era esa historia..."
Querrás decir que "es".
"Tan especial que es..."

Actualización: unos pierden y otros ganan, y yo que me alegro (18/1/2014)
Aunque este no es un blog de actualidad literaria, no puedo reprimir las ganas de editar este post al enterarme por un blog que sí informa de verdad sobre la LIJ de una noticia que me parece maravillosa: Paloma Muiña, que se parece más a la imagen de Dorothea Lange que yo misma, al menos en número de churumbeles, ha ganado el premio Ala Delta (y Elena Alonso, el premio Alandar, pero es que con Elena Alonso no tengo el gusto). ¡¡Enhorabuena!! Y... ¿cómo lo haces, Paloma Muiña?

jueves, 16 de enero de 2014

Lo que significa ser joven

[Mil setecientos escasitos caracteres, que son los que me conceden en el Heraldo Escolar, tuve para hablar de dos pedazo novelas. Salieron publicados el 15 de enero de 2014 bajo el título "¿Todavía no lees? Eso es que no conoces a... THE SMITHS"]

Los Smiths fue un grupo de los 80. Si salen aquí no es porque sus canciones tengan esa tristeza de algunos poemas, que la tienen, sino porque casualmente aparecen en dos de las mejores novelas realistas juveniles de los últimos años: Las ventajas de ser un marginado, de Stephen Chbosky y Eleanor & Park, de Rainbow Rowell. Los Smiths no es la única cosa en la que coinciden. Además:
  • En las dos novelas pesan lo suyo los cachitos de hierro y cromo, o sea, los casetes, o sea, unas cosas que se metían en un aparato y oías música. Y es que –da igual que salga de un iPod, de una casete o de labios de un pastor que canturrea Bailero– la música tiene el poder de cambiar nuestro estado de ánimo, y compartirla, compartir la música que nos gusta, es Amor, o Amistad. 
  • Sus autores nacieron en Estados Unidos allá por los 70 y fueron adolescentes en los 80. No será casualidad que sus novelas se ambienten en esa época sin móviles, ni que ambas suenen tan auténticas. Liberados del esfuerzo de situar su novela en un contexto que ya no es el suyo, se centran en contar lo que de verdad importa. 
  • Y lo que de verdad importa es… compartir música. O sea, el amor. Como lector, no puedes dejar de amar tú también a los protagonistas, jóvenes inteligentes que a veces se sienten infinitos y a veces demasiado finitos. 
Si tienes menos de 14 años, guárdate la recomendación. Si eres profe, si además de decir: “Yo fui a EGB”, puedes decir: “Yo fui a BUP”, no la desdeñes. ¿Por qué? Tantearé la misma respuesta de Park ante su profesor de literatura. Él le había preguntado: “¿Por qué Romeo y Julieta ha sobrevivido?”. Park dijo: “¿Porque todo el mundo quiere recordar lo que significa ser joven? ¿Y estar enamorado?”.

En la imagen de la carátula: yo, recordando lo que significa ser joven y todo lo demás.

sábado, 11 de enero de 2014

El mejor regalo II

[Tras El mejor regalo I, prosigue el diálogo entre Lucía y servidora donde presumimos de los regalos que nos dejaron los reyes en la redacción del Heraldo Escolar.]

DE 12 a 14 AÑOS
Melchor: ’Napoleón puede esperar’, Ana Alcolea (ed. Pearson). Gaspar: ’44 poemas para leer con niños’, Mar Benegas (ed. Litera). Baltasar: ‘El regalo’, O. Henry, Ofra Amit (ed. SM).
—Vale, lo reconozco: Ana Alcolea es amiga. Pero sé que soy imparcial si digo que es una gran escritora. Qué bien que Melchor nos haya traído su ‘Napoleón puede esperar’ que es casi como leer dos libros en uno.
—Y todos los libros llenos de palabras y todos los calendarios llenos de días…
—Eso lo has leído en ’44 poemas para leer con niños’, ¿a que sí? Pero estos zagales de Secundaria ya no son unos niños…
—No sé lo que serán, pero sé que a algunos de esos 44 poemas les gustarán esos zagales.
—Será al revés.
—No, es así. Lo dice el decálogo del principio, el de “Cómo no leer un poema”: “Al poema no le gusta cualquier lector. A ese poema, en concreto, le gustaremos nosotros. Porque cada poema tiene sus lectores, especiales y únicos”. Y también dice: “Al poema no le gusta quedarse en el libro. Le gusta salir de él: que lo canten, que lo reciten, que lo recuerden”. Yo creo que tampoco le gusta que lo clasifiquen. En este libro hay poemas para todas las edades.
—Bueno, ahora no pretendas quitarlo de este lote, que es nuestro regalo para 1er ciclo de la ESO.
—Menudo buen lote. ¿Has leído ¡y visto! ‘El regalo’? Vaya zas en toda la boca a todo ese desenfreno consumista navideño. Yo solo te digo que si algún alumno se queja de los regalos, le tiro este libro a la cabeza.
—Mujer, tirárselo… Mejor se lo lees, ¿no?

DE 14 A 16 AÑOS
M: ’Herejía’, David Lozano (ed. SM). G: ‘El pirata y el boticario’, Robert Louis Stevenson, Henning Wagenbreth (ed. Libros del Zorro Rojo). B: ’Fabula regnum’, David Guirao (Zas Play).
—Lucía, la novela ‘Herejía’ te la puedes quedar tú, que yo ya la tengo.
—Es una novela histórica, y ambientada en Zaragoza, ¿no?
—Yo diría que es una novela de intriga en época de la Inquisición. Y también te diría que no empieces a leerla antes de cerrar la edición o te garantizo que no sale.
—¿Tanto engancha?
—Más. También sucede en otra época la de ‘El pirata y el boticario’, que trata de dos amigos que roban desde pequeñitos, y siguen haciéndolo de mayores, solo que uno en plan rufián y otro en plan fino.
—¿Seguro que es de otra época? Lo que está claro que es de otra época es lo que ha traído Baltasar. Pero no tengo claro que sea un libro…
—Vale, es un juego de cartas ambientado en época de dragones, pero ¿acaso no se leen también las instrucciones? ¿Y las imágenes? ¡Y son de David Guirao! Además, cuando juegas a ‘Fabula regnum’, haces lo mismo que cuando lees: te adentras en la leyenda.

DE 16 AÑOS A...
M: ’Fábulas morales’, Grassa Toro, Meritxell Duran (ed. A Buen Paso). G: ’La soledad del corredor de fondo’, Alan Sillitoe (ed. Impedimenta). B: ‘Marcovaldo’, Italo Calvino (ed. Libros del Zorro Rojo).
—¿Has visto lo que dice el protagonista de ‘La soledad del corredor de fondo’? “Soy un ser humano y tengo pensamientos y secretos y una maldita vida interior que él ni siquiera sabe que está ahí, y nunca lo sabrá porque es un estúpido.”
—Ejem, “él” es el director.
—Ya, jefa, pero es que eso es así. Yo también tengo pensamientos y secretos…
—Sí, pero ¿meterías en el aula a alguien que está venga a decir tacos y sueña con desafiar la autoridad?
—Depende. ¿A qué jugamos: carrera de fondo o de velocidad?
—¿Y qué me dices de esas ‘Fábulas morales’ de Grassa Toro? ¡Como les dé por pensar!
—O por soñar, o por amar… Piensa en el libro de ‘Marcovaldo’. ¡Ay como les dé por soñar!

En la imagen, de Maynard Owen Williams, cuatro lectores devorando las centrales del Heraldo Escolar.

jueves, 9 de enero de 2014

El mejor regalo I

[Reproduzco, a lo bestia, sin enlaces, sin la preciosa maquetación que se curró Lucía Serrano, la doble página que publicó ayer el Heraldo Escolar. No tengan en cuenta las ausencias sino la fe de tu igle... los maravillosos presentes. Hoy cuelgo la primera parte. Otro día, Secundaria y más.]

—Lo contentas que estamos en la redacción de Heraldo Escolar, ¿a que sí, Lucía?
—Sí, Begoña.
—¡Los Reyes nos han traído el mejor regalo! No, no es una bici, ni una tableta. Es… ¡un montón de libros!
—Begoña, te están mirando con cara de loca.
—Eso es porque todavía no han visto los libros que nos han regalado. ¿Se los enseñamos?
—¡Sí! Pero ¿cómo? ¿Ordenados por Reyes?
—¿Pero qué dices, Lucía? ¿Por Reyes?
—Sí, ¿no has visto que cada rey nos ha traído un tipo de libro distinto? Melchor, un libro de autor aragonés.
—¡Quiá, aragonés! Vaya cosa.
—Oye, no me seas aragonesa. Pues que sepas que en esta tierra hay autores que son de lo mejorcito del panorama nacional, que se los rifan en la capital, y hasta en Munich, en Shanghai y en Miami.
—A mí me lo vas a contar.
—Pues eso. Y Gaspar ha traído libros para compartir, para leer a trocitos, en voz alta y comentar entre todos, para fijarse bien, para crear...
—¿Y los de Baltasar, qué me dices? ¡Ha traído unos libros preciosos!
—Sí, de esos que no siempre entran en las aulas porque que si son delicados, que si son un poco más caros… Pero ¿no se merecen los alumnos y alumnas rodearse de libros bellos, descubrir (o recordar) que hay libros de papel que son objetos de lujo?
—Qué majo Baltasar, sí. Pero ¿y si los ordenamos por edades?
—Ya, sería práctico, pero hay libros que podrían valer para muchos cursos diferentes.
—¿Y qué te crees, que nuestros lectores no van a chafardear las otras secciones? ¡No son poco curiosos!
—Confío en ello.
—Y yo.

DE 3 A 6 AÑOS
Melchor: ‘Monstruo Rosa’, Olga de Dios (ed. Apila). Gaspar: ‘Letras de cuento’ y ‘Abefeario’, Miguel Ángel Pacheco y Javier Serrano (ed. Tatanka). Baltasar: ‘Cinco sentidos’ y ‘Sin título’, Hervé Tullet (ed. Kókinos).
—¿Has visto qué chulo el ‘Abefeario’ que dejó Gaspar? ¡Como para no aprender las letras!
—Sí, para mí es un “guapecedario”. Y en las ‘Letras de cuento’ hay una historia para cada letra, pero no una historia tontorrona, una de las buenas.
—Como la que nos trajo Melchor, la del ‘Monstruo Rosa’, de Olga de Dios.
—Pero Olga de Dios es de San Sebastián.
—Ya, pero el libro lo publica la editorial aragonesa Apila. El libro recibió el premio Apila, y luego le dieron otro premio en China.
—No me extraña que lo premiaran, Lucía, es que este monstruo es genial y te pinta una sonrisa en la cara.
—¡Y no solo eso! Si quieres, puedes terminar de pintarlo. La autora ha dejado huecos en el álbum para que pinten los lectores.
—Uno de los libros de Hervé Tullet que nos trajo Baltasar también parece a medio hacer, el de ‘Sin título’.
—Hervé es un genio. ¿Has visto el de ‘Cinco sentidos’?
—¿Visto? ¿Solo visto? También lo he olido, y lo he tocado, y oído y….
—Espero que no lo hayas chuperreteado.
—…
—¡Begoña!

DE 6 A 8 AÑOS
M: ‘Peponman’, Pepe Serrano (ed. Nalvay). G: ‘Olivia y las princesas’, Ian Falconer (ed. FCE). B: ‘¿Qué hay dentro?’, Okido (ed. Blume)
—¿Has visto qué hay dentro de ‘¿Qué hay dentro?’?
—Páginas normales y corrientes.
—Eso parecen, pero si las miras al trasluz, podrás descubrir un montón de cosas, como si fuera una radiografía.
—¡Hala, sí! ¿Y los otros libros? Vaya, ya lo pillo. Melchor ha traído un libro de superhéroes para los niños y Gaspar uno de princesas para las niñas: ‘Peponman’ y ‘Olivia y las princesas’.
—Te equivocas. Olivia será una niña, bueno, una cerdita, pero no entiende qué manía tienen todas las niñas con querer ser princesas, y encima princesas rosas. Si al menos fueran princesas indias…
—¿Y en ‘Peponman’ sale un niño que no quiere ser superhéroe?
—Al revés, sale un niño que quiere ser superhéroe, y varios superhéroes. Hasta sale Spiderman comiendo borrajas, y una niña y un gato y nubes con forma de dinosaurio y páginas de sumas y un rascacielos lleno de cerditos y un bocadillo de chorizo… Y todo con dibujos de Álvaro Ortiz. Además, si quieres, este cuento lo puedes oír contado por el propio autor. Tarda 16 minutos 40 segundos en hacerlo.
—Poco me parece.
—Normal, es que es tan entretenido que no tienes ganas de que se acabe.

DE 8 A 10 AÑOS
M: ‘Casi un millón de cuentos’, Daniel Nesquens y Pepe Serrano (ed. Edelvives). G: ‘Caminaditos’, María Cristina Ramos y Elisa Arguilé (ed. Cuatro Azules). B: ‘Faunástico’, Mikhail Yasnov y Sacha Poliakova (ed. Edelvives).
—Se nota que a Melchor le gusta Pepe Serrano porque, además de ‘Peponman’, ha traído ‘Casi un millón de cuentos’.
—Sí, pero es que además casi medio millón de esos desternillantes, divertidos, raros o casitristes cuentos los ha escrito Daniel Nesquens.—¿Nesquens? No me digas más. Me encanta Nesquens.
—Y a mí. Por cierto, ¿has visto que el libro que ha traído Gaspar lo ilustra Elisa Arguilé, esa artista que ha hecho tantos libros con Nesquens?
—Sí, ‘Caminaditos’. Es un libro precioso de poemas, y gracias a los dibujos de Elisa es también un viaje hacia la libertad del que uno sale algo desriñonado.
—No te entiendo.
—Eso es porque no te has fijado en los dibujos.
—Pues habrá que fijarse. Oye, y ahora que lo pienso, ¿Elisa no era aragonesa también?
—Eso dicen, aunque podría ser de Oz, o de Glubbdubdrib. De un sitio fantástico.
—Como el libro ‘Faunástico’ que ha traído Baltasar. ¿Has visto qué criaturas hay dentro? Aparecen en tres dimensiones. Podríamos abrir una página diferente cada día e inventarnos una historia sobre cada animal antes de leer el poema que lo acompaña.

DE 10 A 12 AÑOS
M: ’75 consejos para celebrar tu cumpleaños a lo grande’, María Frisa (ed. Alfaguara). G: ‘Romance’, Blexbolex (ed. Libros del Zorro Rojo). B: ‘Ver la luz’, Emma Giuliani (ed. Kókinos).
—¿Seguro que ‘Romance’ va en este lote y que lo trajo Gaspar? Es tan bonito que parece de Baltasar, y solo tiene dos palabras por página. ¿No será para más pequeños?
—O para mayores. Es un libro que puede inventarse a cualquier edad.
—¿Inventarse? Querrás decir “leerse”.
—No, inventarse. En este libro el verbo, los verbos, los pones tú. Y en ‘Ver la luz’ pones los colores. ¿Has visto que puedes ir desplegando parte de las hojas blancas y aparecen colores?
—Ese libro me tiene enamorada. Lo desplegaremos y lo pondremos aquí. Así haremos lo que dice el libro: “compartir los colores para aumentar la belleza”.
—¿Te imaginas uno así en cada aula añadiendo colores a ese verde hospital de las sillas y mesas? ¡Ay! Sería como si todos los días fuera tu cumpleaños.
—Tu cumpleaños… “un día que existe exclusivamente para que tú seas feliz”.
—Eso lo dice Sara en ’75 consejos para celebrar tu cumpleaños’, ¿verdad?
—Me has pillado. Por cierto, me parece que ahora mismo estamos siguiendo su consejo 36: “chuléate de tus regalos con todos tus amigos y conocidos”.

En la imagen, de Cecil Beaton, yo, con vestido de Adele Simpson, preparando las centrales del Escolar. Y no les pongo imagen del abrigo de Orga que me han traído los Reyes porque no quiero que mueran de envidia, que ya bastante verdes les habré dejado viendo todos estos libros.

martes, 7 de enero de 2014

El discurso del rey (mago)

Los escuché en directo, los discursos que dieron los Reyes Magos en Zaragoza y luego en Madrid, rodeada de tijeras, celo, lazos y papel de envolver. Si me llego a cortar con la tijera, no sangro.
Luego he buscado otros. La prensa no ha dedicado tanto espacio a estos discursos como al del otro rey, pero he podido saber de los discursos regios orientales en Salamanca, en Guadix, en Denia... y... En fin, yo que ustedes no me molestaba en pinchar en los enlaces; los pongo solo para dar una pátina de rigor periodísitico a esta entrada. Además, se lo advierto, todos los discursos son un plomo. Y eso me lleva a la primera pregunta:
1. ¿Por qué tienen que ser tan aburridos los discursos? ¿Es una característica intrínseca de ese molde textual?
Pero tengo más preguntas:
2. ¿Qué se proponen los Reyes Magos con esos discursos (además de aburrrir)? ¿Hacer la pelota al alcalde del turno? ¿Hacer propaganda a la ciudad de turno? ¿Se proponían algo cuando empezaron a emborronar esa hoja que empezaba con "queridos niños"? Espero que no se propusieran emocionar ni divertir, porque en ese caso son ellos los que merecen carbón.
3. ¿Es absolutamente necesario incluir las palabras "ilusión", "esperanza", "amor" y "sonrisas"? ¿No pueden ir junto a otro verbo que no sea "sembrar"? ¿Cómo resuenan en los oídos de los niños esas combinaciones "sembrar ilusión", "sembrar amor"...? ¿Les suenan tan hueco como a mí?
4. ¿Es necesario y pertinente lanzar en ese momento una monserga sobre lo importante que es comer de todo, lavarse los dientes, portarse bien (así, en general) y leer? Miren, Sus Majestades Magas, pocas personas puede haber más pesadas que yo con esto de la lectura, pero ¿es ese el momento?
5. ¿No pueden encargar el discurso a alguien profesional, quizás alguien relacionado con el teatro infantil, o sencillamente alguien que ame y conozca a los niños, alguien que sepa que hablar con un niño no es plagar el texto de diminutivos ("un mundo un poquito mejor"), ni tampoco es hablar más alto, como se hace con los extranjeros, ni con voz más aguda... que todas estas cosas son como el pellizcar de mofletes de una tía abuela, un intento fastidioso y vano de comunicación adulto-niño? ¿No puede hacer ese discurso alguien que sepa que para hablar con un niño no hace falta agacharse, pero que tampoco se puede emitir desde esa altura desde la que es imposible que nuestra mirada se cruce con la suya; que para hablar con un niño quizá lo mejor es sentarse, subir al niño a un taburete y a partir de ahí, mirarse a los ojos? ¿No puede hacer ese discurso alguien que sepa que a los niños les encanta reír; alguien que sepa, ya de paso, que arrancar una carcajada infantil colectiva está más cerca de la magia que cualquier cosa que pueda hacer Dynamo? ¿¿No son ustedes Reyes Magos??

Quiero unos Reyes Magos a los que admirar y, la verdad, Sus Majestades, los admiraba más cuando no abrían la boca. Si tienen algo que decir -primero pregúntense si tienen algo que decir-, que esté a la altura de su terciopelo y su armiño, y a la altura -enorme- de los niños.

En la imagen, de César Lucadamo, otra reflexión sobre la escala.