lunes, 24 de octubre de 2011

La columna mágica


Tengo un hijo pequeño. No me he atrevido a decirle que ahora soy columnista. A saber qué iba a pensar de su madre.
El otro día leímos un cuento, un cuento precioso, en el que aparecía un dictador. (Sí, ya sé que “precioso” y “dictador” no pegan, pero así es la literatura; en la literatura se dan combinaciones más osadas que en la pasarela Cibeles.) El caso es que cuando llegamos a la palabra “dictador”, mi hijo me preguntó si un “dictador” era uno que hacía muchos dictados. Le dije que no. Pero le tenía que haber dicho que sí, que era uno que hacía dictados todo el día y que corregía con un boli muy gordo y muy rojo, rojo sangre. Es difícil ser madre. 
Después de eso, creo que si ahora le digo a mi hijo que soy “columnista”, él esperará que nuestro salón se convierta en el gran salón de la Lonja. No quisiera decepcionarle, pero menos aún querría hacer reformas en casa, y para pilares ya tenemos el Pilar. 
Creo que me limitaré a decir esto de que soy columnista a mi padre. Se pondrá contento. Leí un estudio en el que se preguntaba a los padres qué profesión querrían para sus hijos. Nadie quería que su hijo fuera escritor. Mi padre tampoco. Debe de ser difícil ser padre. 
Volviendo al cuento precioso de dictadores, quiero decir, hablando de padres, la historia se titulaba Jaime de Cristal, de Gianni Rodari. Trata sobre un niño transparente, un niño al que se le ven los pensamientos y los sentimientos. Esta incapacidad radical para el disimulo -se imaginarán- le causa no pocos problemas. Pero esos problemas son minucias comparados con los que se le vienen encima cuando llega un malvado dictador. Y pasa lo que pasa en esos casos: que los problemas dejan de ser como piedritas con las que uno tropieza de vez en cuando y se convierten en las columnas de la vida, o sea, lo que viene a ser un problema estructural. Jaime es incapaz de ocultar lo que opina (básicamente que el dictador es un hijo de su madre) y es encarcelado por pensarlo. Pero la cárcel también se vuelve de cristal, y brilla tanto que el dictador no puede dormir. El cuento acaba diciendo: “Incluso estando encarcelado, Jaime de Cristal era más poderoso que él [que el dictador], porque la verdad es más poderosa que cualquier otra cosa, más luminosa que el día, más terrible que un huracán”. Cuando terminamos de leer el cuento, mi hijo me preguntó sorprendido: “¿la verdad es terrible?”.
Ya lo dije: es difícil ser madre.
Claro que todo esto son minucias.
Sean estructuralmente felices

No se lo digan a mi hijo, pero ahora soy columnista del Heraldo de Aragón. Esta es la columna que se publicó ayer domingo y que estaba deseando compartir aquí, con ustedes.
Y ahora, alucinen. La columna la escribí y entregué el miércoles, 19 de octubre. En ella hablaba de lo único que sé: de mis cositas. Las escribo con la esperanza de que se parezcan a las suyas, las de todos ustedes. Mi única ambición es hacer compañía ("leemos para saber que no estamos solos", decía C.S. Lewis). Pero el 20 de octubre murió Gadafi y ETA anunció el cese definitivo de la lucha armada, y mi columna se convirtió en una columna de actualidad.
Me encanta escribir.

La ilustración, de Javier Aramburu, pertenece a la contracubierta del álbum Jaime de Cristal. Iba a comentarla, pero habla por sí sola. Mírenla.

viernes, 21 de octubre de 2011

Carta al crítico entre críticos de una adulta extremadamente estúpida


Querido Harold (Bloom):
Corrí a comprar tus Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades y flipé en colores. Ese compendio de fragmentos de Shakeaspeare, Rossetti, Hawthorne, lord Byron... me hizo pensar que yo era una adulta extremadamente estúpida. Solo te digo una cosa. Todos los niños son extremadamente inteligentes. Y mi hijo más. Pero te lo advierto, Harold: cuando nacen, no tienen dientes.
Un cordial saludo,
La Oro
PD1: Eché de menos a Michael Ende y a Roald Dahl en tu antología. Entre muchos otros.
PD2: Ah, y otra cosa. No todos los niños del mundo son anglosajones. Tampoco lo son todos los autores. (Por cierto, en el párrafo anterior, léase “Mijael Ende” y no “Maikel”. El señor Ende era alemán.)
Fin de la carta.

Sí, sé que muchos, como Harold, me van a mirar por encima del hombro al verme defender los potitos literarios, esas obras pensadas para los niños teniendo en cuenta cuál es su léxico, su nivel de competencia lectora, sus intereses... lecturas “adecuadas” al fin y al cabo. E incluso adaptaciones de los clásicos. Pero defiendo que triturar es todo un arte. Y que, como todo, se puede hacer bien o mal. La trituración literaria exige, entre otras cosas, el dominio de la lectura, de la escritura y el conocimiento cabal del lector y el respeto hacia él. Y eso es algo de lo que no todos los autores “de adultos” pueden presumir.
Listillo lector, le veo venir. No me malinterprete: ese “sin sal”, ese “sin azúcar”, ese “sin conservantes” de los potitos no tienen por qué ser cosas esenciales que se pierde el lector, sino obstáculos que no aparecen en el texto y que, de hacerlo, alejarían a los pequeños lectores de la experiencia literaria. La mayor parte de las veces esos obstáculos son gratuitos; puro exhibicionismo de los autores: “¡toma intertextualidad! ¿Ha visto qué listo soy?”. Por eso, porque no hacen exhibicionismo, y porque no tienen otra opción, los autores de literatura infantil son, de entre la fauna de escritores, los más humildes. Porque ellos no se exhiben. Se inhiben. Se privan de decir cosas de una forma en que sus lectores, los niños, no los puedan entender. Renuncian a alardear. Y, por el contrario, se esfuerzan en hacerse entender abriéndose paso a golpe de metáforas. Y de esos golpes, estalla el humor o surge, en el mejor de los casos, la poesía.


He dicho. Bueno, dije. Lo confieso: lo he vuelto a hacer. Vivo de las rentas. Este texto forma parte de ese mismo artículo que escribí hace tiempo. Pero cuando, después de lo Rubalcaba, me acordé de esta carta, me dio un subidón al pensar que Harold Bloom podría contestarme en mi humilde blog. Y además, ando de cabeza. Tengo que prepara mi kit de montañera para subir mañana el Turbón y tengo una novela -juvenil, Mr. Bloom- que está diciendo: "¡Escríbeme!". Es mi forma -tan necesaria en mi caso- de practicar la humildad.

En la fotografía, de Pascal Perich, Harold Bloom, que no se atreve a dar la cara.

sábado, 15 de octubre de 2011

Hoy seré mala

[Aviso: en este post se habla de gente venenosísima e interesantísima que no soy yo. No se vayan antes de descubrir a los malos.]
Debería estar escribiendo a una celebridad y sentarme a esperar su respuesta, pero hoy me he levantado con unos pelos como el de la foto y con la bondad subida, que no el buenismo. Hoy solo quiero hacer el bien.
Seguramente será porque ando preparando una charla sobre el superpoder de la lectura, que es capaz de cambiar el mundo (así, a lo grande) porque puede hacer que un niño (así, a lo pequeño) salte por encima de todas las vallas que le rodeaban al nacer y sea lo que quiera ser, y no solo lo que podría haber sido. "Reading for change". Amén.
Pero me he tomado un descansito y me he puesto a pasear por esos lugares que suelo rondar, blogs donde se habla con tanta gracia como mala baba de libros, escritores, editoriales..., blogs de gente que, como Mae West, cuando es buena, es buena, pero cuando es mala, es mucho mejor, blogs donde disfrutar como una enana de la maldad ajena: que si la Patrulla de salvación, que si Letras y escenas, que si Lector mal-herido (menores abstenerse; yo avisé)...
A cambio, me he encontrado a Elvira Lindo hablando sobre la literatura infantil y juvenil, y ¡hablando maravillas de Disney! "A veces hay que mirar las cosas con inocencia", dice. Ahora.
Todo esto me ha hecho pensar, claro. Y después de mucho pensar (cuatro minutos), he descubierto la piedra de toque, o la piedra filosofal, o la piedra angular, no sé, una piedra, de la moral: el problema está en la diversión. Habría que dar con la fórmula para hacer que ser bueno fuera tan divertido como ser malo.
Mientras intento dar con ella, endiosada como sigo, les doy tres mandamientos:
1. Si son buenos, sean malos. Si son malos, sean buenos. Hoy, para variar. Y luego quédense con lo que les haga sentir mejor. Igual se llevan una sorpresa.
2. Si practican el humor negro, pásense al blanco. Si son de humor negro, denle al blanco. En cualquier caso, practiquen el humor. Y no crean que este mandamiento tiene un paralelismo exacto con el anterior.
3. A mayor abundamiento del segundo mandamiento: lean Historia de un niñito bueno. Historia de un niñito malo, de Mark Twain. Ríanse. Elijan.

En la imagen, Alberto García-Alix, un fotógrafo malo malote (los tatuajes son un must en el disfraz de malo). Sí, sí, malote pero... si lo ven en este vídeo le oirán decir: "Si algo puedo yo dar... ¡hostia! Generosidad, tío, ¿no?... Joder, eso es lo más bonito del mundo: poder dar. Me gustaría ser mejor." Ya ven. Al final, hasta los malos quieren ser buenos. Será que sale más a cuenta.

martes, 11 de octubre de 2011

Querido...

Hace unos días escribí a Rubalcaba aquí. Horas después Rubalcaba me contestó en el propio blog.
Aún no salgo de mi asombro.
Vistos mis superpoderes, estoy pensándome a quién escribir ahora.
No se me escapa que si Rubalcaba me respondió fue en gran parte por aquello de que mi hijo tiene un peluche al que llama Rubalcaba. He ido a su cuarto a ver. Pero escribir a Pelunchones, Cochinote o Pupi no es lo mismo. Bueno, también está la cobaya, a la que llamó San Francisco. "Querido San Francisco". Mmmh... ¡No, mejor! "Querido Dios". ¿¿Y si Dios escribiera un comentario en mi blog?? ¡¡El primer milagro 2.0!!
Se me va, se me va... Oro, vuelve.
Mi lado frívolo apuesta por un "Dear George Clooney", mi lado sesudo por un "querido Roto", "querida Ana María (Matute)" o "querido doctor Massagué". Vale, sí. Ya tuve oportunidad de hablar con él hace poco aquí, pero -no quieran conocerme- yo en persona no valgo nada, no sé hablar, yo solo sé ser por escrito (¿tiene nombre esta discapacidad?).
Lo ideal sería encontrar a alguien sesudoladí.
¿Me ayudan? ¿A quién querrían que escribiera? ¿De quién querrían tener una respuesta? Anímense. No se me excusen en dificultades técnicas. Sí, me han contado que ha habido problemas para dejar comentarios en el blog, pero creo haberlo arreglado.
Ah, y -les veo venir- no me vengan con eso de que es que Rubalcaba estaba en campaña. ¡Todos estamos en campaña! ¿A quién no le gusta gustar? Que levante la mano. Y luego que tire la primera piedra.

¡Auch! Nesquens, eso ha dolido. Lo de la pedrada lo decía en sentido figurado.

En la imagen, yo, escribiendo la famosa carta sobre la espalda de una amistad peligrosa. Bueno, vale, es un fotograma de Las amistades peligrosas, basada en la maravillosa novela epistolar de Choderlos de Laclos. ¡Léanla! Y en esta edición, a ser posible. Pero que conste que me han dicho no menos de tres veces que me parezco a Uma Thurman. Dicho lo cual, repito: no quieran conocerme.

jueves, 6 de octubre de 2011

A Rubalcaba, que metió sus narices en mis asuntos


[Aviso: me acuesto con Rubalcaba cada noche, así que no pienso escribir esta carta con el tratamiento de usted.]
Querido Rubalcaba:
Se da la circunstancia de que, desde hace ya casi un año, mi hijo tiene un muñeco de peluche al que decidió unilateralmente llamar "Rubalcaba". "Hay que lavar a Rubalcaba", "qué suavecito es Rubalcaba" o "no puedo dormir sin Rubalcaba" son frases habituales en mi hogar. Se da además la casualidad de que mi padre, como tú, es químico. Dicho esto, comprenderás que te hable con cierta familiaridad y que te vea más como persona que como político (sí, a veces parecen categorías excluyentes).
Hoy te he visto en la prensa oliendo mi novela Pomelo y limón y te quería explicar algo: Rubalcaba, mi libro no huele. Hay otras cosas por las que podría interesarte. En él aparece una ministra, escoltas, una lucha por mantener la intimidad (de hecho, el libro es lo contrario de una campaña de publicidad; es una campaña de privacidad; aunque creo que ahora estás más en lo primero que en lo segundo, pero al tiempo). Y hay química, mucha química: oxitocina, dopamina... Amor, vaya. Y también hay una reflexión sobre el poder transformador de las palabras. "Los recuerdos están hechos de palabras, la vida está hecha de palabras. No puedes cambiar lo que te ha pasado, pero puedes escoger las palabras para contarlo", digo en Pomelo y limón. Mmh... Bien pensado, esto te puede resultar muy útil.
Y nada más. Que me hizo gracia verte metiendo las narices en mi libro, y verte así, en la propia foto, tan rodeado de fotógrafos. ¿Sabes? En el primer capítulo del libro que olisqueas, María, la protagonista, se siente acosada por los fotógrafos. "¿Por qué tienen que apuntarme con la cámara como si fuera un arma?", dice. "¿No ven que me siento encañonada? Me dan ganas de rendirme."
Hoy me he preguntado: ¿te darán ganas de rendirte a ti también?
Un cordial saludo de,
La Oro
PD: Si no te rindes, no olvides que has dicho que eres "un gran defensor de la industria editorial española y gran defensor de la lectura, especialmente en la educación”. ¡Y lo del IVA superreducido para el libro electrónico!

Escrito desde un Mac el día que murió Steve Jobs. Descanse en un lugar bello.
Fotografías de Eva Saiz y Javier Barbancho.