miércoles, 29 de enero de 2014

PUTA

“PUTA", me llama A. O igual es un acrónimo. De Persona Utópica Textual y Apasionada, quizá.
Compréndanlo, le han obligado a leer mi libro. Él no quería. No lo habría elegido en la vida. Posiblemente yo tampoco lo habría elegido a él como lector. Posiblemente ninguna de las canciones que él escucha está en mi lista de reproducción, y viceversa. No nos merecemos el uno al otro, pero esa es la gran perversión de la lectura escolar: la falta de libertad.
Aun así, no reniego de esta práctica. De toda lectura obligatoria, surge un descubrimiento. A veces el descubrimiento tira por tierra un prejuicio (“vaya, contra todo pronóstico, me gustó el libro”); otras lo apuntala, y por el camino, cada libro, hasta los que no nos gustan, nos deja cosas.
Seguramente veré a A. y a C. Seguramente tendré un encuentro programado con ellos y sus compañeros de clase. Esta otra práctica, la de los encuentros con los lectores en el ámbito escolar, también está pervertida por la falta de libertad. No tiene nada que ver un encuentro de autor en un club de lectura donde van personas que han elegido acudir allí en lugar de darse un paseo en bici, con un encuentro concertado en el centro escolar, un secuestro en toda regla. Los alumnos no han elegido estar ahí, y el autor... Sobre el autor, decía Elvira Lindo a santo de esto de los encuentros: “a mí es que los niños me gustan de uno en uno, y no todos”. Sería un primoroso ejercicio de hipocresía quitarle la razón.
Así que tengo una hora, una hora para explicarle a A. que lo más duro de mi infancia, ya ven ustedes, fue ser la mediana y que mi hermana pequeña naciera solo quince meses después de mí, lo que me lleva a hacer todo tipo de tonterías en busca de afecto, incluso escribir. Tengo una hora para responder a C., que preguntaba “¿es que no sabe escribir normal la tía o qué?”, que claro que sé escribir normal, y que lo hago cuando elaboro la lista de la compra, pero que cuando escribo novelas, o cuentos, cuando intento hacer literatura no escribo normal; escribo bien. Tengo una hora para que A. y C. me escuchen y para intentar hacerles pensar. No les voy a hacer cambiar de idea. Mi libro les ha parecido un asco y tienen todo el derecho del mundo a opinar así. Pero me gustaría que al final de la sesión pensaran que igual hay algún libro, otro, que puede gustarles, y alguna cosa más. Y estoy dispuesta a dejarme la voz para hacerme oír, y a hacer el payaso, porque me gustan los canales de comunicación que abre la risa, y a hacer el ridículo, porque es una manera de que A. y C. vean que no hace falta estar arriba para sentirse a gusto, y estoy dispuesta a hablarles sin quitarme el corazón. Y acabaré agotada, como siempre. Pero es que solo tengo una hora, y además de A. y C., hay entre los ciento y pico chavales que me escuchan alguno al que le brillan los ojos, alguno que quiere ser escritor, alguna que, de ese mismo libro, dijo en tuiter:
La banda sonora de mis encuentros, esta, dice: “recibes lo que das”, y yo lo quiero todo. En ocasiones, lo he recibido todo, y por eso hay encuentros que están entre las cosas más bonitas que me han pasado en la vida, aunque yo también prefiera a los niños, a los jóvenes "de uno en uno".
Hasta pronto, A.
Hasta pronto, C.
Hasta pronto, M.

En las imágenes: intercambio de tuits entre A. y C y tuit de M. La única manipulación que he llevado a cabo ha sido ocultar sus nombres. Sus tuits son públicos y podría no haberlo hecho pero no quiero que A. y C. se ganen un castigo a costa de este cotilleo.
Y una cosita, A. y C., por si me leéis (permitidme que os tutee): no se anda llamando “puta” a las mujeres que hacen cosas que no os gustan. Es poco preciso, nada elegante y puede resultar ofensivo. Yo me río con esto, pero es que ya tengo unos años y me he hecho con una piel de elefante. Que a mí no me afecte, no significa que se pueda hacer. Ya sé que no me lo habéis dicho a mí, que no sabíais que lo leería. Aun así. De verdad, no llaméis puta a nadie. Ni gorda. Y, por favor, no dejéis de pinchar en el enlace de “gorda”.

8 comentarios:

Cristina dijo...

Hace tiempo que no comento por aquí, pero te sigo leyendo de vez en cuando :).

Me imagino la poca gracia que hace encontrar tuits como esos, aunque al mismo tiempo esa "sinceridad brutal", como la llamo yo, de los espacios en los que los usuarios creen que el autor no se enterará, también tiene cierto valor para conocer opiniones reales expresadas sin eufemismos. Y di que sí, el humor es la mejor arma para conectar con los demás. Seguro que más de un alumno se ha llevado una sorpresa al conocerte.

Genial el vídeo de "gorda". Lo comparto.

Marta Gómez dijo...

No se puede ser más elegante, ni más certera, ni más amena en la réplica. Bueno, algo que está bien de los años es que dan esa especie de pátina para que las cosas resbalen lo justo, hagan la justa gracia y... den para entradas redondas en un blog.

Mai dijo...

Qué triste es ver la falta de educación que se transmite en nuestra sociedad.
Porque esto viene de cuna... y luego, por desgracia, se transmite.
A mí me obligaron a leer muchos libros pero jamás insulté a sus autores. Muchos me gustaron y, por desgracia, jamás los pude conocer (bien habían muerto, bien mis maestros nunca los llevaron a clase)
Ojalá estuviese en la ESO o en bachiller y tuviera que leer tu libro, ojalá te llevaran a mi clase...
Aunque, sinceramente, me gustan más nuestros encuentros fugaces, en mitad de la multitud y con la certeza que te volveré a ver.

Recuerda: me falta una amiga en tu aventura de pomelos, limones, mandarinas y lunas. Y el chico tiene que tener afición a la fotografía.
Ah, no... que yo no obligo a escribir, como tampoco a leer ;)

Mil besos, Begoña.
Y feliz día (mientras te escribo, es el día del maestro) Porque de ti he aprendido mucho.

Begoña R. dijo...

Comparto totalmente la descripción que hace Marta sobre ti: eres una de las personas más elegantes que he conocido, y tus palabras y miradas dan buena cuenta de tu forma de ser :)

Hasta pronto, B.

Un abrazo.

Ángel dijo...

Sin duda tienes razón, de toda lectura obligatoria, surge un descubrimiento. Yo disfruté de uno de estos en uno de mis libros obligatorios de tercero de la ESO. “Pomelo y limón” se titulaba tal hallazgo. Me encantó. Por aquella época me gustaba leer aunque no era uno de mis pasatiempos favoritos. De hecho, si no lo hubiera leído obligatoriamente y no hubiera asistido al encuentro con su fantástica autora ahora seguramente estaría presionando frenéticamente los botones de una videoconsola en vez de estar tecleando este comentario.

Aquel encuentro, aquella novela y aquella autora no me cambió la vida, sino que me cambió a mí mismo. Yo era uno de esos al que le brillaban los ojos mientras esta escritora hablaba de cubiertas, personajes y eBooks. Desde aquel día, concretamente el 2 de febrero de 2012, vengo visitando este blog y leyendo más libros que acabando videojuegos, a los que el papel y la tinta han sustituido casi completamente.

Gracias, Begoña. Gracias por haberme ayudado a abrir las puertas del mundo que me haya atrevido a imaginar a través de la lectura.

La Oro dijo...

Rusta, tienes razón. A mí me encanta ver esas opiniones "en bruto", las buenas y las malas.
Marta, muchas gracias. Tú, que tanto sabes de elegancias y pátinas...
Mai, a mí también me gustan esos encuentros, y que me felicites el día del maestro. ¡Y que hagas despegar otra vez esa idea que de vez en cuando me revolotea! Ya sabes que te tomo la idea, y ahora consta con testigos.
Begoña R., gracias, ojalá. La elegancia, en un amplio sentido de la palabra, debería ser un imperativo si no legal, moral. Un fuerte abrazo.

La Oro dijo...

Ángel, tu comentario... Que me llamen "puta" todos los días si recibo a cambio comentarios como el tuyo. De verdad, supone tanto para mí que casi temo que sea un testimonio falso de un amigo o un familiar, porque es tan bonito que parece que no pueda ser verdad. Gracias a ti. Mañana mismo voy a ver a cientos de chicos como tú, y mañana será mejor gracias a ti. Gracias, gracias.

Alessandra Pereira Hermida dijo...

Es increíble el carácter de esta entrada; es increíble leer algo y notar que lo estás escuchando de la boca de una persona; es increíble como con unas simples palabras puedes transmitir tanto... FELICIDADES, porque eres una genial escritora: una genial escritora de novelas, entradas, tweets y, seguramente, de tus listas de la compra.
Un saludo y abrazos de parte de una persona que te admira.