domingo, 1 de enero de 2012

Mi padre


[No sé si esto es lo mejor que he escrito, pero es lo que más orgullosa me siento de haber publicado. Apareció el 31 de diciembre de 2011 en el Heraldo, el mismo día en que mi padre salía en el especial de Año Nuevo.]

Hola, papá.
Perdonen que aproveche para saludar a mi padre. Es que está a unas páginas de mí, hablando con el bailarín Miguel Ángel Berna.
Es curioso esto de reunirnos aquí, en las páginas de Heraldo, en distintas secciones. Como en la realidad.
Mi padre y yo hemos convivido siempre en secciones, en cuartos diferentes, a varios abrazos de distancia. Hemos establecido una distancia de seguridad desde la que mirarnos de reojo, constantemente, mientras parece que hacemos nuestra vida, una intensa vida profesional. De tanto mirarnos de reojo, nos ha ido creciendo la distancia interpupilar y ahora tenemos los ojos separados como peces, como Julio Cortázar, como Jacqueline Kennedy.
Mi padre tiene apellido y textura de metal.
Mi padre tiene un mensaje en el contestador de su despacho grabado con su voz. Parece la voz de un robot y dice: “Luis Oro. Puede dejar un mensaje. Please, leave your message”. Piii. El pitido que sigue suena más humano que él.
A veces se diría que mi padre no tiene corazón.
Pero no es así. Igual que en los mandos a distancia hay un botón que enmudece el sonido de la tele (pero los diálogos están ahí), hay toda una generación que mantiene en sordina sus afectos. Incapaces de decir o hacer nada abiertamente afectuoso, van buscando excusas tontas para derramar el cariño. Parapetados tras un periódico, una maqueta de tren, una baraja o un ordenador, ponen la vida entera en una pregunta tonta sobre tu trabajo, ellos (suelen ser ellos) que han trabajado tanto. Preguntan por tu cuenta corriente para saber de ti. Porque “cuenta corriente” es cuéntame qué es de ti ahora y los números no son ambiguos. Hacen pasar el pudor por discreción pero no es que respeten tu intimidad, es que no soportan la desnudez. Y te dejan ese pudor en herencia. ¿Cómo dices “te quiero” a alguien que nunca te lo ha dicho?
Así. En una columna. Porque esto es esta columna: una incómoda declaración de amor a toda una generación que no sabe dejarse querer; impensable hacerla en persona.
Y es también una manualidad. Recórtenla. Donde pone “mi padre”, pongan el nombre o el lugar que ocupa en sus vidas ese ser querido que no invita a declarar ningún afecto. Igual es su padre y les sirve tal cual.
Piii. Déjenle un mensaje. Y tú, Luis Oro o como quiera que te llames, capta el mensaje.
Ah, y no me vengan con propósitos de Año Nuevo. Si son así, no cambien. Me muero del susto si mi padre me dice “te quiero”. Y los demás, no pretendan cambiarlos. Es imposible. Además, los queremos así. Aun así.

[En la imagen, Luis Oro, que es, entre otras cosas, mi padre. Foto de Pedro Etura.]

4 comentarios:

Anna López dijo...

Esta entrada bien podría aplicarse a mi padre, también. Desde luego, hay muchas formas de decir "te quiero".

Anónimo dijo...

uuuffff...
Cuéntanos!! ¿Te dijo algo después de leerlo? ¿sabes cómo reaccionó?
Qué bonito!

david mazagatos dijo...

genial :)

Anónimo dijo...

... Me alegró mucho conocerte y más aún leerte...
Bipolaridad, dices, en tu escritura.. ¡¡¡jajajaja!!! Auntenticidad, veo yo, jajajaja, lo encuentro genial, real, con carácter y valentía, humildad y sinceridad, y, uff cuántas cosas más.
¡Cuánta creatividad! Cuánto queda por conocer sobre ti y qué ganas de hacerlo.Interesantísima.(Me deslumbraste, simplemente llegaste a mi corazón...)
Informarte que la semillas que vuelan entre tus palabras han llegado al corazón de mi persona que lo transmite a demás seres y por ende a sus hijos, a los niños, a los cachorrillos. Me ilusiona difundir tu "tú", llena de ilusión, llena de vida, llena de... Rebosante de ti misma. No es peloteo, es sinceridad al expresarte lo que me has hecho sentir y lo que me has transmitido.
Un placer, "Super" Begoña...