viernes, 30 de agosto de 2013

Se alquila vida

¿Ya están de vuelta? Feliz regreso a las vidas que, para bien o para mal, les pertenecen.
Y si van a mentir sobre sus vacaciones, no olviden los detalles.
Para recordárselo, allá va otra de las columnas que publiqué cuando aún nos quejábamos del calor.  

¿Las bicicletas? Lo que es para el verano es la ficción. No digo las novelas y las películas, que también. Digo la ficción personal. Unos meses para alquilar una identidad, para fingir lo que no se es. Fingir que uno es de playa, que es deportista, que los sobrinos son hijos, que el jardín es nuestro, que el amor (de verano) será para siempre…
Este verano mi hijo se ha dedicado a vivir la ficción de que tiene un perro. Durante unos días ha paseado a Pancho, ha dado de comer a Pancho, ha compartido pulgas y garrapatas con Pancho… como si fuera suyo. Perro y niño me miraban tan sonrientes que a punto he estado de cometer el error fatal de tachar el “como si”. Por suerte recordé a tiempo que los saltos de la ficción a la realidad acaban siempre en topetazos, y que es mejor dejarlo así, como un amor de verano. Fue por un detalle. Acariciaba yo al perro y mi hijo me abroncó: “No, mamá. Se hace así”. Empezó entonces a acariciar al animal con una torpeza sin igual. Yo no sabré mucho de perros, pero sí lo suficiente de caricias como para asegurar que aquello no podía gustar al perro, y que si Pancho lo soportaba era solo porque había decidido entregarse él también a la ficción temporal de tener un dueño niño que le quería hasta el garrapatismo. Los escritores lo saben: son los detalles los que traicionan la verosimilitud. Ese compulsivo sacudir de arena revela que no somos de mar, ese salir a correr con el móvil desvela que no somos deportistas… Pero mejor no sigo, que me estoy poniendo grave y me pidieron una postal liviana, porque es verano y tenemos el deber de fingir que la realidad es leve. La levedad solo es insoportable si uno es checo, o en la ficción, porque en la realidad… En realidad, ¡qué gusto la levedad! ¡Qué gusto la ficción!
 
Fotografía de Martin Parr.
Casualmente, el mismo 18/8/2013 en que esta columna apareció publicada en Heraldo, se publicó en Jot Down un interesantísimo artículo titulado Un detalle de mierda. Lo enlazo por si quieren seguir entrando en detalle.    

9 comentarios:

Isa Romero Cortijo dijo...

Es lo que tiene el verano: cierto exotismo que lo acaba convirtiendo en una vida aparte. Y parece que si no lo vivimos tal y como mandan las expectativas, debamos inventarlo.
En mi caso, es casi al contrario. Lo aprovecho siempre para trabajar, para escribir. Lástima que apenas se considere un trabajo y que durante el curso ya no tenga otra faena.
Me ha encantado tu artículo, como es habitual.

Besos,
Isa Romero Cortijo

Mai dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mai dijo...

Mi ficción fue elegir piso, muebles y sábanas para soñar.
Y un día me descubrí firmando un contrato de alquiler y ¡oh, sorpresa! La ficción se tornó realidad.
Ahora, ¿qué imagino?

Besos,

Mai

PS. Antes borré el comentario. Me equivoqué de cuenta :P

Begoña R. dijo...

¿De verdad "tenemos el deber de fingir" lo que no somos, de afirmar que la realidad es leve porque sea verano, de intentar hacer ver que estamos llenos de buenos deseos y de sentimientos de fraternidad porque sea Navidad, de...?

Más bien me parece que se "decide" fingir, sea por el motivo que sea (inseguridad, autoprotección, deseos de agradar, no querer quedarse relegado, etc.). Creerse que el fingimiento es algo impuesto me parece (si se me permite la expresión) un punto "victimista" y bastante cómodo. Opino que es como si dijéramos: "No podemos hacer otra cosa: la sociedad es así", e incluso como si pensáramos: "Me resulta más fácil seguir la corriente general". Ambas actitudes me parecen comprensibles, pero en absoluto impuestas desde fuera.

Añadiría que no me parece alentadora la perspectiva de unas vacaciones en las que haya que hacer el esfuerzo de crear un personaje que no se ajusta a nuestro verdadero yo: después de todo un año de esfuerzo por mantener (en muchos casos) el puesto de trabajo y/o de desempeñar nuestras muchas labores dignamente, crear una ficción que mantener a lo largo de un mes y a la que dotar de infinidad de detalles que la hagan creíble me parece agotador justo cuando disponemos de la (magnífica) oportunidad de descansar, desconectar y cuidarnos como nos merecemos.

No sé... Pienso que mi tono no es nada "políticamente correcto" para la levedad "propia" del verano; sin embargo, creo acertado plantear la cuestión de por qué "hay que" actuar como no nos sentimos simplemente "porque toca" hacerlo según no sé exactamente quién ni para qué...

Abrazos de corazón ;)

La Oro dijo...

Isa: Bien aprovechado, sí, señora. Para mí escribir es lo mejor que se puede hacer en verano. ¡Y ya lo creo que es trabajo! Muchas gracias.
Mai: Eso sí que es una pedazo realidad. ¿Que qué imaginas ahora? Se me ocurren un par de ideas, pero seguro que a ti también. ;-)
Begoña: Madréeeee, sí que te has puesto grave tú, sí. Mi hijo anda últimamente con un latiguillo que viene al caso y es: "ahí le has dao". Pero, puestas a ponernos graves, te diría: ¿y si lo insoportable es nuestro verdadero yo? Vivir una ficción no tiene por qué ser agotador. Puede ser fascinante. Mira Pessoa.

Begoña R. dijo...

Si lo insoportable es nuestro verdadero yo... entonces vivir una ficción me parece una buena forma (entre otras) de aliviar nuestro dolor y de seguir caminando... Sin embargo, no puedo evitar pensar que, por mucha ficción que vivamos, nuestro verdadero yo seguirá latente dentro de nosotros... También es cierto que concedernos un descanso de nosotros mismos puede ser realmente saludable :D

Estoy de acuerdo con tu visión de que vivir una ficción puede ser fascinante, e incluso apasionante, ...si hablamos en términos literarios. Todos sabemos que Pessoa era un gran poeta y una persona dotada de una gran profundidad (la cual le hizo sufrir no poco...) y de una imaginación y recursos admirables: que fuera capaz de crear tal variedad de heterónimos da muestra de ello. Con todo, cada uno de esos yoes mostraban en esencia una faceta del verdadero yo en diversos momentos de su vida y en relación a diferentes temas, por lo que no creo que ahí Pessoa estuviera fingiendo lo que transmitía, por muy ficticios que fueran los personajes a los que daba voz para ello.

En relación al fingimiento, propongo este fragmento de un poema del propio Pessoa que seguramente conocerás:

"El poeta es un fingidor.
Finge tan profundamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que de veras siente."



El fingimiento al que yo me refería como agotador me parece mucho más generalizado y, quizá, más doloroso, pues va contra nuestra propia naturaleza: fingir que nos gustan el mar y la playa cuando la arena nos molesta, afirmar que lo estamos pasando fenomenal de vacaciones cuando, en realidad, puede que estemos deseosos de que acaben, etc.


Bueno, Begoña: me callo, que sospecho que ya he hablado más que la querida autora de este post, y me parece totalmente fuera de todo decoro... :D

Abrazos.

Monsieur de R. dijo...

Quizá es al revés. Quizá la realidad es agosto y la ficción son los once meses restantes. Sólo en agosto salimos de la caverna platónica, vemos la realidad y, cegados por su fuerza, volvemos sumisos al interior para hibernar una larga ficción de once meses. Que ésta sea más prolongada que la realidad agosteña no la hace más cierta.
¡Bienvenidos a la caverna!

La Oro dijo...

Monsieur de R. Pues ahora que lo dice... Me lo imagino en Ibiza, dejándose servir, en una tumbona a la sombra, leyendo y comiendo, y le veo más Monsieur de R. que ante una programación didáctica. Pero eso será porque entre los nobles como nosotros, el trabajo no debería pasar de ser una ficción. Ay.
PD: Ya lo echaba de menos.

Monsieur de R. dijo...

¡Qué razón tenéis, Gran Duquesa!
Aunque, más que una ficción, debería ser una afición.
Volveremos más a menudo, pero vos también dejaos ver por la corte de los milagros.