lunes, 21 de marzo de 2011

Plazos

Estoy escribiendo una enciclopedia para niños. Un trabajo fascinante si no fuera por los plazos.
A menudo, cuando escribo por encargo (que es casi siempre) estoy sometida a los plazos. Los plazos, por definición, son cortos tirando a imposibles, y odiosos. Pero también son necesarios. Lo sé porque he sido editora. Aunque entonces me parecían igual de odiosos que ahora.
Plazo, fecha tope, en inglés es "deadline" (línea de muerte). Me lo recordaba Gustavo Puerta el día que le entregué -en plazo- un artículo sobre Harry Potter y el veneno. [Digresión: Y qué divertido fue escribir ese artículo. Y qué peligrosa soy desde entonces, una Borgia en potencia.]
Lo cierto es que, aunque todos los plazos tienen algo de agónico, no todos conducen a la muerte. Hay plazos que conducen a la vida, "lifeline". Lo sabemos quienes hemos salido de cuentas después de nueves meses de espera. Hasta en el trabajo hay plazos que son "lifeline".
Y aquí estamos. Agonizando.

1 comentario:

La Oro dijo...

Escribí este post el día anterior a hacerse público que había ganado el Premio Gran Angular, después de una espera ciertamente agónica. A esa espera, entonces inconfesable, se refiere.