En la entrada anterior colgaba en primicia la primera parte del discurso que leí en la entrega de los Premios SM. Y ahora que nos hemos quedado casi a solas, colgaré la segunda y última parte, con el prometido momentazo Oro-Ortiz.
Después de aquella maravillosa cita de Héctor Abad Faciolince que terminaba diciendo lo importante que es no someterse a un chantaje laboral que nos impida ser lo que somos, yo decía que este premio me iba a permitir ser lo que soy.
Y luego la cosa siguió más o menos así (leve comentario (*) al final):
Si solo tengo un minuto para contar algo, me quedo con esto: quiero invitar a todo el mundo a ser lo que es. Creo que, solo así, siendo lo que somos, daremos lo mejor de nosotros mismos, y esa pasión, ese entusiasmo, esa búsqueda de la excelencia en el campo que sea, será la mejor aportación que podamos hacer a la sociedad. Así que, por el bien de todos, si alguien en esta sala cree que no está siendo lo que es, yo lo animo a que salga y se ponga a luchar por ello inmediatamente.
Bueno, usted no, Alteza.*
Quizá usted no siempre pueda ser lo que es, pero tiene el mejor de los motivos para no serlo: el amor.
Hablando de amor, esa es la segunda invitación que quería haceros. Quería invitaros a leer Pomelo y limón, que es, a su vez, una invitación a querer a alguien, pero querer como se quiere a los quince años: con locura… como si fuera lo único que merece la pena hacer en esta vida. Porque puede que sea así.
Lo siento. Me temo que me he pasado de mi minuto pero es que en esta sala… En esta sala, hay tanta gente a la que quiero. Y, sobre todo, hay gente a la que quiero tanto. No puedo irme de aquí sin darles las gracias. Como cantarían los Beach Boys: Solo Dios sabe qué sería de mí sin vosotros.
Gracias. *Y me volví hacia la princesa. Y yo no lo percibí, pero me dijeron que se sonrojó. Yo solo sé que cuando me volví otra vez hacia la gente que escuchaba, eran tales las caras de pasmo que vi, que yo misma me quedé bloqueada por un momento. Así que, sí, se hizo un silencio de película en el que tuve tiempo de pensar: "¿cómo has podido?" (pregunta que me repetí insistentemente al día siguiente). Pero tenía muy claro lo que quería decir y sabía que tenía que seguir. Y eso hice.
Y eso es todo, amigos. Dos invitaciones nada más: a ser y a amar. Bien es cierto que podría haber invitado a unas cañas y a una mariscada. Porque, al fin y al cabo, de eso va la vida, ¿no?: de ser y de amar, y de aprender por el camino (aprender lo es todo), y de reír siempre que se pueda... Sí, y de relamerse los bigotes de espuma de cerveza y de sacar el jugo de las cabezas de los langostinos. O de las gambas.
Por cierto... ¡Pásame otra gamba, Alfredo!
8 comentarios:
Grandioso xD!
Un beso,
Javier
Jejejeje, momentazo!!
Por cierto, ya tengo Pomelo y Limón en casa (creo que era el último que quedaba) En cuanto termine mi apuesta -leer unas 800 y pico páginas-me pongo contigo.
PD: Soy rápida.
PD2: Voy a seguir tu consejo al pie de la letra.
Un besote grandote
Qué pena me da no haber podido asistir al momentaZo Oro-Ortiz, porque debió ser genial. Y qué sabias tus palabras, tan en consonancia con el espíritu de Pomelo y Limón.
Ojalá vengan muchos más momentazos como ese en el futuro ;).
Pero si casi lloro!!!!!!!!!
Me encanta el discurso, el momentazo y ya no me aguanto más, ¡¡¡¡yo quiero ese libro!!!!
;-)
Creo que las cañas sí que te las tomaste... a pesar de tu dolor de pies :D
¡Gracias a todos! Sheikh, sí, espero que haya más momentazos y que tú los veas... o los vivas.
Y conste, lamardestrellas, que lo que tomé fue... ¡zumo de tomate! Salí de la fiesta con un hambre canina y zumo de tomate era lo más "alimenticio" que podían darme en un bar de copas. Es que entre los tiramillotes, el Ruescas y compañía acabaron con las fuentes de chocolate y cuando me acerqué no quedaban ni los palitos!!
Qué bueno.
Acabo de revivir el momentazo. Y también otro momentazo, aquello de «querer como se quiere a los quince años: con locura...»
Tú sí que sabes... Reconozco que ahí tuve que activar el piloto automático para no sucumbir a la emoción.
Y dale las gracias a tu padre por las gambas de mi parte. Nunca me cansaré de leerlo.
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