Érase una vez unos niños rebozándose en un arenero cual croquetas (una de pollo, tres de jamón, dos de bacalao).
Al verlos, una madre suspiró con más nostalgia anticipada que preocupación higiénica:
-¡Ay! ¿Cuándo dejará de gustarles jugar con la tierra?
Nunca, pensé yo. Solo aprenderán a disimular.
Demostración empírica: saca la mano de la toalla y húndela en la arena, mete los dedos en la fría y domesticada tierra de una maceta, escarba, come tierra.
Tierra...
Si pienso en la palabra "tierra", no puedo evitar acordarme de Jacques Brel cantando "Ne me quitte pas", masticando esas palabras crujientes como Chocokrispies que dicen "je creuserai la terre jusqu'après ma mort" . E inmediatamente no puedo dejar de pensar en Serrat cantando a Miguel Hernández y diciendo aquello de "quiero escarbar la tierra con los dientes (....) / Quiero minar la tierra hasta encontrarte / y besarte la noble calavera".
Y sin embargo, o por eso mismo, pocas cosas me hacen sentir más viva que ese rebozarme las manos en tierra.
Y toda esta entrada más o menos sesuda sobre croquetas, macetas, muertos, vivos y poetas, sobre la tierra en definitiva, porque después de hablar sobre algo accesorio me quedé con ganas de hablar sobre algo esencial, y porque varios visitantes han llegado a este blog buscando en google "cómo encontrar oro" y quisiera darles una respuesta: si queréis encontrar oro, escarbad la tierra.
[La imagen pertenece a I Like to Eat Right on the Dirt, un precioso libro con texto y fotografías de Danny Lyon, un viaje a la infancia desde la infancia donde, como no podía ser de otro modo, aparecen niños jugando en la arena, niños desenterrando patatas y niños comiendo sobre la tierra.]
1 comentario:
A mi me gustan porque buscan saber qué hacer en verano jejeje
Yo en este blog encontré inspiración... que es más valiosa :)
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