martes, 14 de junio de 2011
Shiny happy people tap dancing
[Aviso: en esta entrada incumplo por enésima vez mi sacrosanta norma de no hablar de asuntos personales y hago desfilar a varias personas que me son muy queridas. Espero que me perdonen (las personas queridas, sobre todo).]
Nueva York, 1996 o quizá 2001 o 2008, no sé. Solo sé que yo era muy joven. Aún más joven de lo que soy, quiero decir.
Acompañaba a mi padre a un congreso en la universidad de Princeton. Una de las actividades del congreso consistía en un paseo en barco por el Hudson. Era un precioso atardecer y en la cubierta del barco, todos departíamos alegremente. ¿Alegremente? ¿Todos?
Ejem. Yo hablaba con un químico californiano. De música (es que de química tengo muy poquita conversación). Y él me preguntó si me gustaban los musicales. Yo, que entonces era una emo avant la lettre, lo miré con olímpico y juvenil desdén y le dije muy seria: "I hate them. Too many happy people". Y luego miré ceñuda a la Estatua de la Libertad.
Ayyy... Qué mala es la arrogancia. Qué arrogante es ser siniestro. ¿Cómo se puede pensar que hay "demasiada gente feliz"? ¡Hay demasiada poca!
Por eso, para intentar remediarlo y para redimirme de haber sido tan ceniza en el pasado, hoy traigo un dos por uno de la felicidad, ambos cortesía de mis queridos hermanos.
El uno es el libro La tía Mame, de Patrick Dennis, una lectura absolutamente feliz y deliciosa (cuántas veces se desgasta esta palabra en otros libros, pero aquí es precisa) de la que me habló por primera vez mi hermano, el ingeniero más y mejor leído a esta orilla del Ebro.
El dos es la actuación de la escuela de claqué Contaptoe el 19 de junio en la Casa de Vacas a las 12:30. Ahora que se han ido los libros del Retiro, llegan los bailarines. ¡Esto es un no parar de felicidad! Ah, y si van, verán este número de, precisamente, La tía Mame. En esa actuación no podrán evitar fijarse en una chica que destaca entre las demás, porque se nota que es la más feliz de todas, y la más guapa, con diferencia. Aplaúndanla hasta que les duelan las manos. Y luego salúdenla de mi parte.
Es mi hermana.
Mandamiento del día: improvisen unos pasos de claqué. Sean felices, vaya.
En la imagen, Roselind Russell en la adaptación de Auntie Mame para el cine, dirigida por Morton Da Costa.
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3 comentarios:
La vida debería ser un musical. Reiríamos más, bailaríamos más, amaríamos más...
No es de mucha calidad pero fue un bonito homenaje: http://www.youtube.com/watch?v=xs0eha-EArY&feature=related
Besos musicales ;)
Muchas gracias, intentaremos hacer un poquito mas felices a los demás a ritmo de zapato. Tu hermana lo hará estupendamente... un beso!
¡No doy de sí con tus recomendaciones! Es como leer algunas revistas literarias, provoca estrés reconocer todas las deudas pendientes. A ver si este verano, bajo una palmera, encuentro el modo de solucionarlo... Ah, a mí me encantan los buenos musicales.
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