sábado, 26 de julio de 2014

Lujo y glamour

Circula por ahí un vídeo que no pienso enlazar pero que ha sido la risa de alguna que otra persona. En él salgo yo diciendo tonterías varias a propósito de mi último premio y remato contando lo mucho que me gustan los hoteles cinco estrellas Gran Lujo, y eso, en estos tiempos de conlaquestácayendismo, queda fatal. Pero, miren, ese es el personaje que he escogido. Soy @granduquesa en tuiter. Grabo vídeos en casas bonitas. Prefiero que me vean glamurosa que zarrapastrosa. "Ética y estética son lo mismo", dijo Wittgenstein.
Hace ya unos días me mandaba mi amiga Marta esta maravillosa cita extraída de aquí:
"Dice Peter Sloterdijk, en Normas para el parque humano, que la palabra glamour viene en realidad de grammar, es decir, que antes, el glamouroso era el que hablaba bien, el que conocía bien la gramática y el lenguaje, aunque para muchos, haya derivado justamente en lo contrario." 
Mi glamourfilia tiene que ver con eso, con mi inquebrantable fe en que es posible un mundo más bello y también con otra cosa. Defiendo la literatura, el arte. Podría defenderlo como algo tan necesario, tan básico como el pan, los garbanzos o la vitamina C. Es una opción. La otra es defender el arte como un lujo y defender la necesidad universal de ese lujo. Un lujo que lo es no porque no esté al alcance de todos, que debería estar, sino porque es inútil, maravillosamente innecesario.
¿La necesidad de lo innecesario?... Vaya, no me hagan mucho caso; igual es que me ha dado mucho sol en la cabeza. O que necesitaba un poco de glamour para compensar la franqueza fisiológica de la entrada anterior.

Imagen de Lillian Bassman, visitable (solo si se dan prisa) dentro de Photoespaña2014 en Madrid, en el Loewe de Serrano.

2 comentarios:

Sam Fisher dijo...

Descubrí con Wittgenstein que la filosofía es una cuestión de lenguaje. Fue un alivio.

Las etimologías me encantan y las voy guardando para compartir.

Precioso pinar etimológico.

Parece un epi-grama de Sam.

Un abrazo inevitable.

La Oro dijo...

¡Ay, Sam Fisher! Echo de menos algunos pinares.
Un abrazo.